No hay mucho que decir, mis excusas para la tardanza ya las conocen, usen la que quieran.
El Campesino se levanta al amanecer como cada día. El mundo le entrega una nueva mañana de sol, bañada por el rocío de la humedad primaveral. Allí apostado sobre el árbol del jardín canta un pequeño pájaro, el ritmo su música atrapa al Campesino y termina de expulsarlo del reino de los sueños. Se viste, despacio, sintiendo el aire a su alrededor como el alma propia, un soplo de vida que huele a libertad. Se toma unos segundos para disfrutar el instante en que una suave brisa penetra por la ventana y le atraviesa el cuerpo, como una flecha apasionada infunde fuerza en su espíritu.
Tras calzarse las botas besa a su esposa durmiente entre los cabellos. Luego besa su vientre abultado, señal de la vida que lleva dentro y a la que pronto podrá llamar hijo. Sonríe al pensar en aquella vida que crecerá en la libertad del campo, ese campo que hoy cultiva para él. El Campesino se dirige a la cocina ya vestido para preparar su desayuno. Saborea el pan horneado el día anterior, pero aún cálido, mientras la leche tibia moja sus labios sedientos.
Todo lo hace lentamente, no tiene prisa, sabe que el campo no va a moverse hasta que termine, y que seguirá allí durante todo el día de trabajo, “no hay apuro”, “todo a su tiempo”, esos son sus lemas. Nada lo obliga a dejar de disfrutar el pequeño y sencillo placer que significa el desayuno. Finalmente baja la taza vacía, satisfecho. Tras lavar todo lo usado se dirige pesadamente a la puerta, listo para enfrentar el día de trabajo. Cruza el umbral y sale.
La hermosura del campo se extiende ante sus pies como un manto de flores, a pesar de que nada ha comenzado a crecer aún ya se puede sentir la vida futura palpitando bajo la tierra. Respira profundamente una vez más, como queriendo hacer del campo parte de sí mismo, un solo ser, uniéndose en un lazo único bajo el sol de la primavera. El campo pasa a ser mucho más que la fuente del alimento, de la ganancia, el campo es la vida misma, es la razón en sí misma del por qué de la vida.
Termina las tareas habituales en poco tiempo, la rutina y el rocío facilitan tanto su trabajo que apenas siente la carga. Insatisfecho con lo poco trabajado en el día se dirige a preparar el almuerzo a su esposa. Mientras cocina una nueva idea cruza su mente, tomar el arado y preparar nueva tierra para la cosecha, el campo jamás se agota, y conforme las cosechas aumentan sus fuerzas y tiempo de trabajo crecen al compás.
Con el arado atado al buey comienza la ardua tarea de trazar los surcos que serán la cuna del alimento de sus hijos. La esperanza de alimentos futuros lo motiva a acelerar su trabajo. No siente la carga, no siente el cansancio, jamás se agota, como el campo.
Al llegar a la tercera pasada, hacia el centro del laberinto de surcos, el arado se detiene de golpe. El Campesino imagina una piedra o huesos de algún animal, pero tampoco se sorprende al ver un brazo esquelético saludándolo desde la tierra. La mano empuña una pistola oxidada que aún parece humear por el calor de la descarga. El Campesino suspira y va en busca de la pala guardada en el cobertizo.
Su mujer al verlo cavar se apresta a alcanzarle dos tablas firmes junto a los clavos y un rosario, el cual reza de principio a fin mientras el Campesino devuelve al cuerpo a la tierra que lo vio nacer, sobe el montículo erige con las tablas una cruz a modo de lápida. Tras terminar el rosario su esposa se retira silenciosa, dejándolo solo con sus pensamientos.
El Campesino voltea y observa las demás cruces solitarias que se erigen en el campo. Cientos de hermanos muertos que vertieron su sangre por hacer del campo una patria libre. Es esa sangre la que abona la tierra, la que limpia el agua, la que hace llover y salir el sol. Pues es la sangre del sacrificio que tantos hicieron para que sus hermanos pudieran vivir en paz. El campo pagó su libertad con esa sangre de sus hijos, y es a aquellos hijos que quedaron que hoy se entrega sin condiciones. Y de esa tierra nacerán nuevos hijos, que poblarán el campo que sus padres les han entregado con sus vidas.
Tomando el arado nuevamente en sus manos, el Campesino rodea el suave montículo que yace bajo la cruz. El trabajo aún no termina, porque el trabajo no es solo suyo, sino de todos los hijos de la tierra, de todos los mártires del campo.
lunes, diciembre 04, 2006
martes, octubre 17, 2006
Capítulo 6: El arte del acoso
Muchos dijeron que era imposible, otro dijeron que ya me había rendido, la mayoría me llamó pajero de mierda (no sin razón)... pero hoy estoy aquí para demostrarles a todos que los que no creyeron en mí que estaban equivocdos, y se los voy a refregar en la cara por el resto de sus vidas. En definitiva, hoy, tras 6 meses y medio de trabajos intensivos, llega el nuevo capítulo de la novela!! ........ bueno, no era una noticia taaaan importante pero al menos una aclamación podían hacer no? manga de desconsiderados. En fin, quiero agradecer a Fer, Pau, Nacho y todas esas personas que me hincharon las pelotas para que siguiera con esta historia y no la abandonara como hago con todo lo demás. Los dejo con el relato, que lo disfruten.
Me despertó dos días después un terrible timbrazo a las 7 de la madrugada. Yo estaba tirado encima del escritorio cubierto con el diario que en mi última incursión al mundo real había robado a algún vagabundo, y una vez más no tenía la más mínima intención de levantarme. Pero la insistencia del visitante, y el fuerte olor a orina que desprendía el periódico, terminaron por convencerme.
Arrastré mi dolorido y enfermo cuerpo hasta la puerta y dejé que el peso de mi mano girase el pestillo de la puerta. Segundos después ingresaba a la habitación nada menos que un muy alegre gordo Tony, arruinando con su pestilencia a felicidad el hermoso ambiente de desolación y muerte reinante. La gente feliz siempre destruye los buenos momentos. Notando mi deplorable estado Tony se aventuró a preguntar:
- ¿Se encuentra bien?
- Por supuesto- respondí – La hemorragia interna es uno de mis pasatiempos favoritos-
Los desafío a encontrar una respuesta más ingeniosa.
Tony parecía preocupado, pero mi sonrisa medio desdentada alcanzó para infundirle nuevos ánimos.
- Bueno, ¿entonces está pronto para comenzar el seguimiento de hoy? – exclamó exuberante. Si hubiese podido mover mi cabeza lo hubiese mordido.
- Creo que sería mejor la próxima semana, como verá me encuentro un poco indispuesto.- Como una señal divina, en ese preciso instante comencé a escupir sangre.
La cara de decepción de Tony logró animarme por breves instantes, pero inmediatamente recuperó su desagradable optimismo.
- Vamos inspector, si usted parece estar más en forma que nunca. Vamos, lo invito a un trago, eso lo reanimará.
Son muchas las cosas que extraña un hombre que ha caído en la miseria: la luz eléctrica, el pan caliente sobre la mesa, las prostitutas libres de sífilis, caminar por la calle con el culo limpio. Pero la que sin duda más apremia tanto al ex obrero como al ex explotador de obreros es la posibilidad de ingerir alcohol, aquella bebida mágica que logra hacerle olvidar a instantes el asqueroso olor a estiércol del que está hecha su vida.
No hace falta decir que la posibilidad de una borrachera en plena mañana a cuenta de un gordito boludo que no sabía en que se estaba metiendo bastaron para renovar mis fuerzas lo suficiente para que me incorporara, unas gotas del néctar de la resaca harían el resto del trabajo curativo.
En menos de lo que canta un colibrí estábamos ambos sentados en la barra de un bar cercano al lugar donde se suponía que iniciaríamos el seguimiento. Tony parecía no aguantar tan bien la bebida como su grasosa figura sugería, por lo que apenas después del 5º trago ya había bailado sobre la mesa, atacado a vagabundo que lo confundió con su primo segundo, besado una monja y vomitado sobre los zapatos de un coreano que pasaba por ahí.
Cuando pareció haberse calmado un poco aproveché para inquirir sobre aquellas cosas que un hombre jamás cuenta a menos que piense que se lo esté contando a un topo parlanchín gigante, afortunadamente aquel era el caso. Así supe que era nativo de Georgeville, un pueblo jamás ha sido y jamás será importante para esta historia por lo que no vale la pena ni nombrarlo, como ya está nombrado pásenlo por alto. Sus padres al parecer fueron buenas personas, esperaron hasta que supiese cocinar solo antes de mandarlo a vivir con su bisabuela parapléjica para que cuidara de ella, lo cual hizo durante 3 años hasta que murió, aunque realmente había muerto 5 años antes sin que nadie notara la diferencia. A los 18 años la familia Bonanzini, la cual recientemente había cerrado su fábrica de trampas para osos en el lugar condenándolo a la ruina, le ofreció pagar sus estudios como acto de caridad, para luego emplearlo como trabajador explotado, con plan dental, seguro médico y un garche gratis con la dama de la compañía, ingenioso doble sentido que no debe ser pasado por alto. Fue con esta mujer, a la cual llamaban Gervasio, que Tony perdió finalmente su virginidad, junto con su salud y su autoestima, incursionando en el mundo del sexo, experiencia corta pero sin duda útil ya que el deseo de alejarse por siempre de ese monstruo gonorreico lo impulsó a subir peldaños en la compañía hasta que por fin el señor Pedo consideró que tenía las aptitudes necesarias, es decir ser el único abogado recibido legalmente en toda la empresa, para convertirse en su asistente legal.
Según él, el señor Pedo Bonanzini era un gran hombre, rodeado de pésimas compañías y malos consejeros; muchos de sus negocios sonaban turbios pero él luchaba valientemente por transformarlos en actividades legales. Muchas veces debía ensuciarse las manos, pero solo con quienes lo merecían realmente. De él Tony había aprendido que no todo en la vida es blanco o negro, también hay orientales y latinos, y ni hablar de los esquimales. Así que las veces que algo parecía turbio en sus negocios Tony lo veía como parte inevitable del mundo empresarial. Íntimamente era un hombre bueno y cariñoso que apenas si golpeaba a su mujer una vez por semana, engañándola solo porque ella no podía satisfacer su gran virilidad. Además era un excelente jugador de “chancho va”, metralletista olímpico y fumador empedernido. Jamás he escuchado mejores palabras para describir a un mafioso.
Fue esta serie de grandes desaventuras y pequeñas catástrofes lo que lo llevó hasta los zapatos vomitados del chino en ese bar, y a todo el mundo de posibilidades que se abriría ante él a partir de entonces. Todo gracias al que les habla… escribe… a menos que estén escuchando la versión en casette, si es así quiere decir que el libro tuvo relativo éxito y que yo estoy nadando en dinero, o lo estaría si no estuviese muerto… ja, ahora los dejé con la intriga.
Cuando hube bebido suficiente como para no recordar cuanto había bebido, procedí a despertar a Tony, quien ahora se abrazaba tercamente a un gato que había muerto de asfixia tras forcejear valientemente por recuperar su libertad.
- Tony, ya es hora de movernos o vamos a perder a la pendeja.- dije al tiempo que lo pateaba gentilmente en los testículos.
- msffdfjghf.- fue su respuesta y – Ay ay ay, que dolor.- cuando hube retirado mi pie de su entrepierna.
Una vez recompuesto Tony y comido algo a sus expensas salimos a la soleada calle para iniciar nuestra pequeña persecución. Era a esa hora que la joven Melany salía de su costoso colegio para dirigirse a su supuesta clase de baile finlandés, pero el hecho de que no supiese hacer ni un Schrumut inverso había hecho entrar en sospecha a su padre, además de otros hechos secundarios como sus cambios de humor, sus horarios irregulares, la cocaína encontrada en su cuarto o el hecho de que ella hubiese publicado en su página web un poema pseudo-dark titulado “Me drogo en vez de ir a clase de baile Finlandés”, el cual recibió un premio por el uso más creativo de la palabra “putrefacción”.
Dada la descripción otorgada por mi compañero de investigación, y a partir de entonces también de borracheras, esperaba ver a una hermosa muchacha vestida de negro cuyo hermoso cuerpo estuviese siendo lentamente carcomido por el gusano de la adicción. Sin embargo grande fue mi sorpresa cuando Tony me señaló a un monstruo horripilante que parecía haber sido engendrado por hienas mutantes del pacífico sur. “Ah, se refería a esa etapa de Picasso…” fue todo lo que mi cerebro pudo pensar, dado el estado de semi ebriedad reinante. Realmente era la personificación del Güernica, el único cuadro de que conozco de ese autor, aunque nunca lo vi, tal vez no se parezca, no sabría decirles. Se preguntarán como no había visto su rostro antes en alguna de las fotos que sin duda estaban en los dos archivos que tenía sobre ella en mi oficina, o tal vez no lo hagan… me quedo con el no y seguimos sin problemas.
La muchacha estaba sola y parecía esperar a alguien. Su presencia se fue quedando sola en la puerta del edificio a medida que los otros jóvenes que aparentemente llevaban vidas más llenas de emociones iban abandonando el lugar. El gordo y yo continuamos espiándola desde la calle opuesta, tomando yo breves intervalos para expulsar el alcohol y sangre aún presentes en la orina en la pared de un restaurante Esloveno. Había llegado a escribir los primeros tres versos del estribillo de “Love me do” cuando Tony llamó mi atención. Un muchacho de entre 20 y 40 años se había acercado a la joven y ahora platicaba amistosamente con ella al tiempo que intentaba manosearla un poco, reflejo natural de todo hombre que se considere tal. Tony por supuesto estaba horrorizado. Afortunadamente logré impedir que interviniera apuntándole con mi arma descargada, no por piedad sino por falta de presupuesto para balas.
Tras minutos de cortejo la feliz pareja se alejó velozmente, al tiempo que nosotros nos poníamos tras su pista a unos escasos metros de distancia. Al trotar por media ciudad con el rechoncho Tony a mi lado me sentí como una de esas figuras novelescas a quienes jamás les falta un compañero subido de peso que los haga quedar estéticamente bien. ¿Qué sería de Don Quijote sin su Sancho? ¿De Holmes sin Watson? ¿De Tinelli sin Larry? ¿Del pollito sin la vaca? Es un hecho, los compañeros gordos son la última moda, y yo había conseguido uno de la mayor calidad prácticamente gratis.
El dúo delante de nosotros seguía caminando casi sin hablar y echando funestas miradas suspiciosas a diestra y diestra de nuevo. Grande fue mi sorpresa cuando pasaron por alto un sinnúmero de albergues transitorios y terrenos baldíos que habrían sido lugares más que apropiados para saciar las ansias carnales que sin lugar a dudas en mi sórdida mente eran el motivo de aquel encuentro. Es más, no se detenían en ningún lado, simplemente avanzaban continuamente dando vueltas y giros y apenas intercambiando palabra un par de veces por cuadra. Mi atenta, aunque alterada, mirada tampoco había logrado ver ningún tipo de intercambio de paquetes ni dinero. Era una situación desesperante, 2 horas caminando sin cometer un mísero crimen, debía ser un récord en la ciudad. Finalmente se detuvieron frente al mismo lugar del que habían partido sin que yo lograra obtener un solo dato claro para mi investigación. Justo cuando creí que el día hubiese sido mejor aprovechado si me hubiese dedicado a plagiar autógrafos de Jennifer López las palabras de despedida alcanzaron mis oídos.
- La semana que viene a la misma hora.- dijo él en un artificial tono de misterio.
- Bueno… pero… ¿estás seguro que va a estar todo bien? ¿No corro peligro?- preguntó esa abominación de la naturaleza que se hacía llamar mujer. Estaba temblando como un mamut epiléptico durante la noche de las luces.
- Vos tranquila nena- la elección de palabras denotaba que se trataba de un tipo duro – mientras mantengas cerrada la boquita y hagas tu trabajo nadie se va a dar cuenta.
- Está bien… confío en vos- quiso agregar algo más pero el hombre ya se alejaba con paso apresurado.
Solo cuando él hubo desaparecido tras la esquina ella retomó la compostura y, asegurándose de que nadie la viera, aunque estando en la mitad de la calle la podía ver hasta el espía sueco escondido en el sótano del bar de Gino, dio tres fuertes inhaladas a un polvo blanco que guardaba en un sobrecito en su bolso.
- Que decepción, tantas horas de trabajo solo para verla pasear con un extraño que no abusó de ella, probablemente se arrepintió tras verla de cerca, y descubrir que su única adicción es la harina Blancaflor.- Exclamó Tony en un intento por figurar de nuevo en los diálogos.
- Sinceramente no creo que el autor podría haberte hecho más imbécil, pero es comprensible, así yo no quedo tan mal.- dije pacientemente. Tras un breve seminario sobre la cocaína y sus usos proseguimos con nuestro análisis.
- Es una lástima enterarse así de esto, el señor Bonanzini se va a decepcionar mucho cuando sepa que sus sospechas eran correctas.- suspiró. – Supongo que con esto concluyen sus servicios. El caso se cierra ¿no?
Hoy en día creo que habría hecho mejor quedándome callado y aceptando los hechos, el dinero y el sándwich gratis, pero en el momento algo en mí que podría denominarse tanto instinto de detective como estupidez crónica me llevó a decir: - Me parece que aún hay algo que no cierra en todo esto.- y por una vez afortunadamente no se trataba del cierre del pantalón de Tony.
Me despertó dos días después un terrible timbrazo a las 7 de la madrugada. Yo estaba tirado encima del escritorio cubierto con el diario que en mi última incursión al mundo real había robado a algún vagabundo, y una vez más no tenía la más mínima intención de levantarme. Pero la insistencia del visitante, y el fuerte olor a orina que desprendía el periódico, terminaron por convencerme.
Arrastré mi dolorido y enfermo cuerpo hasta la puerta y dejé que el peso de mi mano girase el pestillo de la puerta. Segundos después ingresaba a la habitación nada menos que un muy alegre gordo Tony, arruinando con su pestilencia a felicidad el hermoso ambiente de desolación y muerte reinante. La gente feliz siempre destruye los buenos momentos. Notando mi deplorable estado Tony se aventuró a preguntar:
- ¿Se encuentra bien?
- Por supuesto- respondí – La hemorragia interna es uno de mis pasatiempos favoritos-
Los desafío a encontrar una respuesta más ingeniosa.
Tony parecía preocupado, pero mi sonrisa medio desdentada alcanzó para infundirle nuevos ánimos.
- Bueno, ¿entonces está pronto para comenzar el seguimiento de hoy? – exclamó exuberante. Si hubiese podido mover mi cabeza lo hubiese mordido.
- Creo que sería mejor la próxima semana, como verá me encuentro un poco indispuesto.- Como una señal divina, en ese preciso instante comencé a escupir sangre.
La cara de decepción de Tony logró animarme por breves instantes, pero inmediatamente recuperó su desagradable optimismo.
- Vamos inspector, si usted parece estar más en forma que nunca. Vamos, lo invito a un trago, eso lo reanimará.
Son muchas las cosas que extraña un hombre que ha caído en la miseria: la luz eléctrica, el pan caliente sobre la mesa, las prostitutas libres de sífilis, caminar por la calle con el culo limpio. Pero la que sin duda más apremia tanto al ex obrero como al ex explotador de obreros es la posibilidad de ingerir alcohol, aquella bebida mágica que logra hacerle olvidar a instantes el asqueroso olor a estiércol del que está hecha su vida.
No hace falta decir que la posibilidad de una borrachera en plena mañana a cuenta de un gordito boludo que no sabía en que se estaba metiendo bastaron para renovar mis fuerzas lo suficiente para que me incorporara, unas gotas del néctar de la resaca harían el resto del trabajo curativo.
En menos de lo que canta un colibrí estábamos ambos sentados en la barra de un bar cercano al lugar donde se suponía que iniciaríamos el seguimiento. Tony parecía no aguantar tan bien la bebida como su grasosa figura sugería, por lo que apenas después del 5º trago ya había bailado sobre la mesa, atacado a vagabundo que lo confundió con su primo segundo, besado una monja y vomitado sobre los zapatos de un coreano que pasaba por ahí.
Cuando pareció haberse calmado un poco aproveché para inquirir sobre aquellas cosas que un hombre jamás cuenta a menos que piense que se lo esté contando a un topo parlanchín gigante, afortunadamente aquel era el caso. Así supe que era nativo de Georgeville, un pueblo jamás ha sido y jamás será importante para esta historia por lo que no vale la pena ni nombrarlo, como ya está nombrado pásenlo por alto. Sus padres al parecer fueron buenas personas, esperaron hasta que supiese cocinar solo antes de mandarlo a vivir con su bisabuela parapléjica para que cuidara de ella, lo cual hizo durante 3 años hasta que murió, aunque realmente había muerto 5 años antes sin que nadie notara la diferencia. A los 18 años la familia Bonanzini, la cual recientemente había cerrado su fábrica de trampas para osos en el lugar condenándolo a la ruina, le ofreció pagar sus estudios como acto de caridad, para luego emplearlo como trabajador explotado, con plan dental, seguro médico y un garche gratis con la dama de la compañía, ingenioso doble sentido que no debe ser pasado por alto. Fue con esta mujer, a la cual llamaban Gervasio, que Tony perdió finalmente su virginidad, junto con su salud y su autoestima, incursionando en el mundo del sexo, experiencia corta pero sin duda útil ya que el deseo de alejarse por siempre de ese monstruo gonorreico lo impulsó a subir peldaños en la compañía hasta que por fin el señor Pedo consideró que tenía las aptitudes necesarias, es decir ser el único abogado recibido legalmente en toda la empresa, para convertirse en su asistente legal.
Según él, el señor Pedo Bonanzini era un gran hombre, rodeado de pésimas compañías y malos consejeros; muchos de sus negocios sonaban turbios pero él luchaba valientemente por transformarlos en actividades legales. Muchas veces debía ensuciarse las manos, pero solo con quienes lo merecían realmente. De él Tony había aprendido que no todo en la vida es blanco o negro, también hay orientales y latinos, y ni hablar de los esquimales. Así que las veces que algo parecía turbio en sus negocios Tony lo veía como parte inevitable del mundo empresarial. Íntimamente era un hombre bueno y cariñoso que apenas si golpeaba a su mujer una vez por semana, engañándola solo porque ella no podía satisfacer su gran virilidad. Además era un excelente jugador de “chancho va”, metralletista olímpico y fumador empedernido. Jamás he escuchado mejores palabras para describir a un mafioso.
Fue esta serie de grandes desaventuras y pequeñas catástrofes lo que lo llevó hasta los zapatos vomitados del chino en ese bar, y a todo el mundo de posibilidades que se abriría ante él a partir de entonces. Todo gracias al que les habla… escribe… a menos que estén escuchando la versión en casette, si es así quiere decir que el libro tuvo relativo éxito y que yo estoy nadando en dinero, o lo estaría si no estuviese muerto… ja, ahora los dejé con la intriga.
Cuando hube bebido suficiente como para no recordar cuanto había bebido, procedí a despertar a Tony, quien ahora se abrazaba tercamente a un gato que había muerto de asfixia tras forcejear valientemente por recuperar su libertad.
- Tony, ya es hora de movernos o vamos a perder a la pendeja.- dije al tiempo que lo pateaba gentilmente en los testículos.
- msffdfjghf.- fue su respuesta y – Ay ay ay, que dolor.- cuando hube retirado mi pie de su entrepierna.
Una vez recompuesto Tony y comido algo a sus expensas salimos a la soleada calle para iniciar nuestra pequeña persecución. Era a esa hora que la joven Melany salía de su costoso colegio para dirigirse a su supuesta clase de baile finlandés, pero el hecho de que no supiese hacer ni un Schrumut inverso había hecho entrar en sospecha a su padre, además de otros hechos secundarios como sus cambios de humor, sus horarios irregulares, la cocaína encontrada en su cuarto o el hecho de que ella hubiese publicado en su página web un poema pseudo-dark titulado “Me drogo en vez de ir a clase de baile Finlandés”, el cual recibió un premio por el uso más creativo de la palabra “putrefacción”.
Dada la descripción otorgada por mi compañero de investigación, y a partir de entonces también de borracheras, esperaba ver a una hermosa muchacha vestida de negro cuyo hermoso cuerpo estuviese siendo lentamente carcomido por el gusano de la adicción. Sin embargo grande fue mi sorpresa cuando Tony me señaló a un monstruo horripilante que parecía haber sido engendrado por hienas mutantes del pacífico sur. “Ah, se refería a esa etapa de Picasso…” fue todo lo que mi cerebro pudo pensar, dado el estado de semi ebriedad reinante. Realmente era la personificación del Güernica, el único cuadro de que conozco de ese autor, aunque nunca lo vi, tal vez no se parezca, no sabría decirles. Se preguntarán como no había visto su rostro antes en alguna de las fotos que sin duda estaban en los dos archivos que tenía sobre ella en mi oficina, o tal vez no lo hagan… me quedo con el no y seguimos sin problemas.
La muchacha estaba sola y parecía esperar a alguien. Su presencia se fue quedando sola en la puerta del edificio a medida que los otros jóvenes que aparentemente llevaban vidas más llenas de emociones iban abandonando el lugar. El gordo y yo continuamos espiándola desde la calle opuesta, tomando yo breves intervalos para expulsar el alcohol y sangre aún presentes en la orina en la pared de un restaurante Esloveno. Había llegado a escribir los primeros tres versos del estribillo de “Love me do” cuando Tony llamó mi atención. Un muchacho de entre 20 y 40 años se había acercado a la joven y ahora platicaba amistosamente con ella al tiempo que intentaba manosearla un poco, reflejo natural de todo hombre que se considere tal. Tony por supuesto estaba horrorizado. Afortunadamente logré impedir que interviniera apuntándole con mi arma descargada, no por piedad sino por falta de presupuesto para balas.
Tras minutos de cortejo la feliz pareja se alejó velozmente, al tiempo que nosotros nos poníamos tras su pista a unos escasos metros de distancia. Al trotar por media ciudad con el rechoncho Tony a mi lado me sentí como una de esas figuras novelescas a quienes jamás les falta un compañero subido de peso que los haga quedar estéticamente bien. ¿Qué sería de Don Quijote sin su Sancho? ¿De Holmes sin Watson? ¿De Tinelli sin Larry? ¿Del pollito sin la vaca? Es un hecho, los compañeros gordos son la última moda, y yo había conseguido uno de la mayor calidad prácticamente gratis.
El dúo delante de nosotros seguía caminando casi sin hablar y echando funestas miradas suspiciosas a diestra y diestra de nuevo. Grande fue mi sorpresa cuando pasaron por alto un sinnúmero de albergues transitorios y terrenos baldíos que habrían sido lugares más que apropiados para saciar las ansias carnales que sin lugar a dudas en mi sórdida mente eran el motivo de aquel encuentro. Es más, no se detenían en ningún lado, simplemente avanzaban continuamente dando vueltas y giros y apenas intercambiando palabra un par de veces por cuadra. Mi atenta, aunque alterada, mirada tampoco había logrado ver ningún tipo de intercambio de paquetes ni dinero. Era una situación desesperante, 2 horas caminando sin cometer un mísero crimen, debía ser un récord en la ciudad. Finalmente se detuvieron frente al mismo lugar del que habían partido sin que yo lograra obtener un solo dato claro para mi investigación. Justo cuando creí que el día hubiese sido mejor aprovechado si me hubiese dedicado a plagiar autógrafos de Jennifer López las palabras de despedida alcanzaron mis oídos.
- La semana que viene a la misma hora.- dijo él en un artificial tono de misterio.
- Bueno… pero… ¿estás seguro que va a estar todo bien? ¿No corro peligro?- preguntó esa abominación de la naturaleza que se hacía llamar mujer. Estaba temblando como un mamut epiléptico durante la noche de las luces.
- Vos tranquila nena- la elección de palabras denotaba que se trataba de un tipo duro – mientras mantengas cerrada la boquita y hagas tu trabajo nadie se va a dar cuenta.
- Está bien… confío en vos- quiso agregar algo más pero el hombre ya se alejaba con paso apresurado.
Solo cuando él hubo desaparecido tras la esquina ella retomó la compostura y, asegurándose de que nadie la viera, aunque estando en la mitad de la calle la podía ver hasta el espía sueco escondido en el sótano del bar de Gino, dio tres fuertes inhaladas a un polvo blanco que guardaba en un sobrecito en su bolso.
- Que decepción, tantas horas de trabajo solo para verla pasear con un extraño que no abusó de ella, probablemente se arrepintió tras verla de cerca, y descubrir que su única adicción es la harina Blancaflor.- Exclamó Tony en un intento por figurar de nuevo en los diálogos.
- Sinceramente no creo que el autor podría haberte hecho más imbécil, pero es comprensible, así yo no quedo tan mal.- dije pacientemente. Tras un breve seminario sobre la cocaína y sus usos proseguimos con nuestro análisis.
- Es una lástima enterarse así de esto, el señor Bonanzini se va a decepcionar mucho cuando sepa que sus sospechas eran correctas.- suspiró. – Supongo que con esto concluyen sus servicios. El caso se cierra ¿no?
Hoy en día creo que habría hecho mejor quedándome callado y aceptando los hechos, el dinero y el sándwich gratis, pero en el momento algo en mí que podría denominarse tanto instinto de detective como estupidez crónica me llevó a decir: - Me parece que aún hay algo que no cierra en todo esto.- y por una vez afortunadamente no se trataba del cierre del pantalón de Tony.
sábado, octubre 07, 2006
Inmigrante y legal versión 1.02
Vientos de renovación han soplado sobre este blog... y al cruzarse con la sudestada dejaron un desastre digno del huracán Graciela. Así que cuando volví de mi viaje espiritual alrededor del mundo y me encontré con tal desorden, pensé que era una buena oportunidad para deshacerme de este blog sin quedar demasiado pegado y poder dedicar mi tiempo a darme vuelta el warcraft 3 de una puta vez. Sin embargo descubrí que esta monstruosa creación mía ya no puede ser destruida (algo a que ver con juicios pendientes en su contra en Albania), por lo que en vez de mandarlo al tacho decidí llamar a mi decorador y dejarlo como nuevo. De más está decir que el muy hijo de la santa muestra de pintura huyó después de aceptar mi jugoso anticipo de $5, dejándome desamparado ante la titánica tarea de renovar esto yo solo.
Haciendo uso de mis nulos conocimientos de html y mi pésimo gusto para combinar colores, logré alcanzar la combinación que hoy pueden observar pero manteniendo el mismo formato de siempre porque muchos lectores de capacidad limitada perderían la cordura intentando encontrar donde está cada cosa. Otro importante cambio fue el del estandarte de esta página que hasta ahora había sido mi peludo rostro veraniego y que ha sido reemplazado por mi símbolo chino favorito. Sé que va a ser duro no poder verme cada mañana alegrando su día, pero algún día me lo agradecerán, y sus hijos que no me imitaron, también. Aquel de ustedes que cada tanto revise un poco lo que hay en la página más allá del último post habrá notado la aparición de un contador de visitas. Sepan de antemano que el 99% de las entradas que aparecen ahí son mías revisando la página y que el único que tiene forma de saber cuáles son las verdaderas visitas soy yo (ñaca ñaca). Así que no se gasten en inútiles cumplidos sobre la enorme cantidad de gente que nos está visitando porque sabré reconocer su sucia mentira piadosa.
Creo que eso es todo, tampoco me iba a tomar la molestia de hacer grandes cambios, simplemente quería personalizar un poco este espacio sacándolo del estereotipo blanco sobre fondo negro que se puede ver en miles de otros blogs. Si tienen alguna queja o consejo no duden en presentarla sin miedo, yo por mi parte me comprometo a fingir preocupación y luegollenarles la casilla de mail de spam pornográfico como siempre.
Aprovecho este boletín informativo para aclarar que no me olvidé de esa maldita novela que estaba escribiendo y, aunque muy lentamente, sigue avanzando, así que en un par de años podrán disfrutar del siguiente capítulo, que será más corto, peor escrito y con más errores de ortografía que los anteriores. Sé que así les gusta más.
Como no me gusta dejar este post sin ningún trabajo acá les dejo algo que escribí hace bastante tiempo, cuando todavía me gustaba la poesía.
Orígenes
Dividido entre dos orillas,
Viviendo dos realidades.
El niño se hace hombre,
Un hombre que aún es niño.
La ternura de la infancia
Por un lado le sonríe.
Lo persiguen los recuerdos,
El pasado invade el presente.
Por el otro está el futuro,
Brillante y de mil colores,
Hermosa luz de Luna
Perversa en su lazo mortal.
Montevideo sonríe tranquila,
Madre paciente y comprensiva,
Espera al hijo pródigo
Que regresa a recibir perdón.
Buenos Aires la altiva
Lo mira con desdén.
Pobre joven inmigrante
Perdido en sus encantos.
Una madre y una novia
Lo atraen a sus costas,
Ahogando el grito desesperado
En el río de lágrimas de plata.
Deber vivir dos realidades,
Dos mujeres, dos ciudades.
Preferible es morir solo
Que desgarrado por amor.
Esto fue todo por hoy. Los dejo con mi contador de visitas, no dejen de saludarlo.
Haciendo uso de mis nulos conocimientos de html y mi pésimo gusto para combinar colores, logré alcanzar la combinación que hoy pueden observar pero manteniendo el mismo formato de siempre porque muchos lectores de capacidad limitada perderían la cordura intentando encontrar donde está cada cosa. Otro importante cambio fue el del estandarte de esta página que hasta ahora había sido mi peludo rostro veraniego y que ha sido reemplazado por mi símbolo chino favorito. Sé que va a ser duro no poder verme cada mañana alegrando su día, pero algún día me lo agradecerán, y sus hijos que no me imitaron, también. Aquel de ustedes que cada tanto revise un poco lo que hay en la página más allá del último post habrá notado la aparición de un contador de visitas. Sepan de antemano que el 99% de las entradas que aparecen ahí son mías revisando la página y que el único que tiene forma de saber cuáles son las verdaderas visitas soy yo (ñaca ñaca). Así que no se gasten en inútiles cumplidos sobre la enorme cantidad de gente que nos está visitando porque sabré reconocer su sucia mentira piadosa.
Creo que eso es todo, tampoco me iba a tomar la molestia de hacer grandes cambios, simplemente quería personalizar un poco este espacio sacándolo del estereotipo blanco sobre fondo negro que se puede ver en miles de otros blogs. Si tienen alguna queja o consejo no duden en presentarla sin miedo, yo por mi parte me comprometo a fingir preocupación y luegollenarles la casilla de mail de spam pornográfico como siempre.
Aprovecho este boletín informativo para aclarar que no me olvidé de esa maldita novela que estaba escribiendo y, aunque muy lentamente, sigue avanzando, así que en un par de años podrán disfrutar del siguiente capítulo, que será más corto, peor escrito y con más errores de ortografía que los anteriores. Sé que así les gusta más.
Como no me gusta dejar este post sin ningún trabajo acá les dejo algo que escribí hace bastante tiempo, cuando todavía me gustaba la poesía.
Orígenes
Dividido entre dos orillas,
Viviendo dos realidades.
El niño se hace hombre,
Un hombre que aún es niño.
La ternura de la infancia
Por un lado le sonríe.
Lo persiguen los recuerdos,
El pasado invade el presente.
Por el otro está el futuro,
Brillante y de mil colores,
Hermosa luz de Luna
Perversa en su lazo mortal.
Montevideo sonríe tranquila,
Madre paciente y comprensiva,
Espera al hijo pródigo
Que regresa a recibir perdón.
Buenos Aires la altiva
Lo mira con desdén.
Pobre joven inmigrante
Perdido en sus encantos.
Una madre y una novia
Lo atraen a sus costas,
Ahogando el grito desesperado
En el río de lágrimas de plata.
Deber vivir dos realidades,
Dos mujeres, dos ciudades.
Preferible es morir solo
Que desgarrado por amor.
Esto fue todo por hoy. Los dejo con mi contador de visitas, no dejen de saludarlo.
domingo, setiembre 10, 2006
Puerta Cerrada
¿Cómo es esto? ¿Dos posts en un día? ¿Se habrá vuelto loco? Sí, pero de eso hace ya mucho tiempo, ya deberían haberse acostumbrado. El hecho es que el anterior no cuenta como post hecho y derecho porque es un video y porque no es solamente obra mía. Además tengo que cumplir con una promesa, y para mí la promesa es tan sagrada como el día de la marmota. Es por eso que hoy, por segunda vez, les presenta la obra del día.
Este texto en realidad ya apareció publicado en un foro pero al releerlo me gustó bastante, así que tras corregirle un par de severos errores de ortografía fue publicado.
Espera solo en la habitación vacía observando la puerta cerrada, aguarda porque ese alguien por fin la cruce y lo encuentre allí sentado, esperando por ella, la mujer con la que todas las noches sueña. Mira la puerta y piensa: "Hoy será el día, hoy la veré por fin, y ella me reconocerá como yo a ella, porque sé que ella también sueña conmigo cada noche." Y así en los sueños se encuentran, se conocen, se aman y se unen en uno solo, pero jamás se tocan, jamás se hablan, jamás se miran realmente. No es una ilusión pero tampoco es algo cierto, y él espera por el día en que ella cruce aquella puerta y el sueño ya no sea necesario. Aún así él jamás la abre, teme salir pues ella podría no encontrarlo, teme perderla, teme arriesgarse a salir de la habitación y descubirir que ella no existe. Por eso aún espera, por eso aún sueña, porque teme dejar ir el sueño y que este jamás vuelva. Y así vive esperando eternamente por una mujer que aún no conoce, por un amor que aún no siente, encerrado en la habitación.
Del otro lado de la puerta una mujer espera. Espera por aquel hombre de sus sueños, aquel que la ama cada noche y desaparece cada mañana. Y mira sentada la puerta sin atreverse a abrirla.
Dedicado a Maki, porque le prometí que le dedicaría mi próximo trabajo y yo soy un hombre de palabra (y ahora de video también).
Este texto en realidad ya apareció publicado en un foro pero al releerlo me gustó bastante, así que tras corregirle un par de severos errores de ortografía fue publicado.
Espera solo en la habitación vacía observando la puerta cerrada, aguarda porque ese alguien por fin la cruce y lo encuentre allí sentado, esperando por ella, la mujer con la que todas las noches sueña. Mira la puerta y piensa: "Hoy será el día, hoy la veré por fin, y ella me reconocerá como yo a ella, porque sé que ella también sueña conmigo cada noche." Y así en los sueños se encuentran, se conocen, se aman y se unen en uno solo, pero jamás se tocan, jamás se hablan, jamás se miran realmente. No es una ilusión pero tampoco es algo cierto, y él espera por el día en que ella cruce aquella puerta y el sueño ya no sea necesario. Aún así él jamás la abre, teme salir pues ella podría no encontrarlo, teme perderla, teme arriesgarse a salir de la habitación y descubirir que ella no existe. Por eso aún espera, por eso aún sueña, porque teme dejar ir el sueño y que este jamás vuelva. Y así vive esperando eternamente por una mujer que aún no conoce, por un amor que aún no siente, encerrado en la habitación.
Del otro lado de la puerta una mujer espera. Espera por aquel hombre de sus sueños, aquel que la ama cada noche y desaparece cada mañana. Y mira sentada la puerta sin atreverse a abrirla.
Dedicado a Maki, porque le prometí que le dedicaría mi próximo trabajo y yo soy un hombre de palabra (y ahora de video también).
Playmovie
En honor al espíritu innovador de este blog les presento el día de hoy un corto que realicé con tres amigos para un proyecto escolar, hace ya casi un año. La razón por la que tardé tanto en subirlo es un gran misterio, el cual sus pequeñas mentes consumidoras de telenovelas y música dance no están preparadas para comprender (imagino que a esta altura ya habrán decifrado que simplemente antes no sabía cómo hacerlo). Sin más preámbulos he aquí nuestro trabajo.
PD1: para evitar cargos legales e insultos los nombres de todos sus creadores y colaboradores están al final.
PD": sí, ya sé que lo que lo que está ahí al final es cualquiera, pero editarlo para sacarle esa parte me daba una paja tremenda así que no se quejen.
PD1: para evitar cargos legales e insultos los nombres de todos sus creadores y colaboradores están al final.
PD": sí, ya sé que lo que lo que está ahí al final es cualquiera, pero editarlo para sacarle esa parte me daba una paja tremenda así que no se quejen.
lunes, setiembre 04, 2006
Fabuloso y lamentable
La historia del ser humano está marcada por la dualidad, dondequiera que se mire siempre hay un juego de opuestos: hombre/mujer, Yïn/Yáng, Maradona/Pelé, jugador rojo/jugador azul, etcétera/etcétera.
¿Qué a qué viene esta verdad filosófica en un blog cuya mayor reflexión hasta el momento había sido si las cruzas entre caballos y tigres deberían ser considerados zebras (file not available)? Mucho, porque este tema ha sido tocado por mil y un (o mil y dos, perdí la cuenta por los 739) revistas de interés general (osea sobre famosos, moda, intimidades de los famosos, dietas, mentiras sobre famosos y demás temas atrapantes que vaya a saber uno por qué no le interesan a más gente), y como la especialidad de la casa es el plagio, nosotros también lo tocaremos.
Si todavía se preguntan como se aplica la filosofía a una revista cuya sección más profunda es la de los chistes verdes, no tienen más que ir a una pequeña sección que generalmente se encuentra entre las primeras páginas bajo nombres como: “de más y de menos”, “in y out”, “cool y no cool” o simplemente “eto sí, eto no”. En ella este simple concepto de bien o mal busca etiquetar todo lo existente en el universo y en el de al lado también. ¿Para qué? Para sentirse dioses tal vez, para poder con su solo juicio catalogar lo nocivo de esta sociedad mediante una sola palabra, y que las masas sigan ciegas la mano que las siga hacia aquello bueno, perfecto y fashion. Es más probable que lo usen simplemente como relleno, da igual, igual acá también cumple esa función mientras invento algo más decente para subir.
Por supuesto en este pequeño y mugroso rincón de la Internet no podemos simplemente copiar aquello que ya ha sido hecho, sino que le daremos nuestro toque personal para que parezca algo original… y luego lo venderemos a Ideas del Sur. Es por ello que no solo nombraremos aquello que aparece en las revistas como “pulgar para arriba” y “pulgar para abajo”, sino que intentaremos algo que hasta ahora se creía imposible: darles una justificación lógica. Todo esto con el objetivo de que la gente se ría, o en su defecto que finjan reírse y después sigan con sus miserables existencias que irán empeorando gradualmente ya que no tienen ni un gramo de sentido del humor con que sobrellevar la carga manga de amargos (¿¿¿resentido yo???).
Sin más preámbulos, comencemos:
Fabuloso
_ Los tanques australianos con sabor a menta (cargan la frescura a donde quiera que los lleves).
_ Las guirnaldas de fiesta de papel reciclado (porque ayudar al planeta es importante los viernes y sábados de doce a seis).
_ Los relojes que marcan siempre las doce en punto (así uno no se olvida nunca la hora).
_ Kevin Bacon (cien películas, miles de actores amigos, apellido de comida y ni un puto Oscar… maestro de maestros).
_ Los subtes que salen a la superficie (por desafiar las leyes de la gramática).
_ La pasta de dientes que no es Colgate (son los únicos rebeldes que quedan en este mundo).
_ Las pizzas que salen más de 20 pesos (sí son más caras tienen que ser más ricas ¿no?....)
_ Tener sexo con una foca ebria (bueno para las articulaciones según dicen).
_ Los panecillos mutantes que hablan (porque da más gusto comerlos mientras gritan).
_ Las mantis religiosas de mascotas (rezan para que nosotros no tengamos que hacerlo).
_ Los cuadros a acuarelas que representan escenas clave de la novela "Montecristo" (porque los hace mi primo y me pidió que vendiese los que pudiera).
_ Pastor Oviedo (su peinado le hizo descubrir a miles de adolescentes depresivos, escuchadores de Evanescense y jugadores profesionales de ruleta rusa que siempre se puede estar peor).
_ La mina que hacía de cantinera en la serie esa donde el primo de la tía del ex novio de la protagonista volvía de la muerte para vengar a su padre adoptivo que fue muerto por un sujeto que se hacía pasar por el arzobispo de Reims (me acuerdo que estaba buena… la mina, no la novela… bueno, la novela también… yo que sé, era atrapante… aunque le faltaba un Laport luchando en sunga para darle un toque de color).
_ Ser hincha de Argentinos de Quilmes pero ir a la cancha a ver a Atlas y así salir en la filmación (robar cámara es una obligación moral).
_ Tener una colección de películas independientes (porque nadie las entiende, por ende nadie las critica).
Lamentable
_ Los suicidas que no dejan notita de despedida (100% desconsiderados).
_ No haber leído ningún libro de Dan Brown (porque revela grandes verdades de la humanidad como “nunca confíes en un millonario excéntrico”).
_ No podar el césped de tu casa quinta (porque todos tenemos casa quinta ¿no?).
_ Los franceses que no dicen “bonjour” (porque reniegan de sus raíces).
_ Las palmeras demasiado altas (Los cocos son armas mortales).
_ Ser del signo cáncer (porque es una palabra fea).
_ Polino (porque la pelea a Naza Velez).
_ Los autos con caño de escape doble (porque gastan el doble de nafta para viajar lo mismo).
_ Ser ingeniero en programación (los geeks son aburridos).
_ No creer en Papá Noel (hay que mantener vivo al niño que todos llevamos dentro para que se lo viole el pervertido que todos llevamos dentro).
_ Seguir hablando del Mundial de basquet (ya fue boludo, ya fue, actualizate. Ahora se viene el de voley).
_ Los videoclips de Mtv (te cortan la mejor parte de “los Invadecuartos” para pasar música. Que falta de respeto).
_ Tomarse el 60 (muy quemado).
_ Nazarena Velez (porque se queja de que la pelea Polino).
_ Este blog (porque se burla de la gente top).
Así concluye otra enumeración de idioteces. Puede que le de una continuación (me quedé con demasiado matrial) si es que es de vuestro agrado. Y si no lo es les encajo un video de un gordo bailando Numa Dance en bolas, siempre alegra el ambiente.
¿Qué a qué viene esta verdad filosófica en un blog cuya mayor reflexión hasta el momento había sido si las cruzas entre caballos y tigres deberían ser considerados zebras (file not available)? Mucho, porque este tema ha sido tocado por mil y un (o mil y dos, perdí la cuenta por los 739) revistas de interés general (osea sobre famosos, moda, intimidades de los famosos, dietas, mentiras sobre famosos y demás temas atrapantes que vaya a saber uno por qué no le interesan a más gente), y como la especialidad de la casa es el plagio, nosotros también lo tocaremos.
Si todavía se preguntan como se aplica la filosofía a una revista cuya sección más profunda es la de los chistes verdes, no tienen más que ir a una pequeña sección que generalmente se encuentra entre las primeras páginas bajo nombres como: “de más y de menos”, “in y out”, “cool y no cool” o simplemente “eto sí, eto no”. En ella este simple concepto de bien o mal busca etiquetar todo lo existente en el universo y en el de al lado también. ¿Para qué? Para sentirse dioses tal vez, para poder con su solo juicio catalogar lo nocivo de esta sociedad mediante una sola palabra, y que las masas sigan ciegas la mano que las siga hacia aquello bueno, perfecto y fashion. Es más probable que lo usen simplemente como relleno, da igual, igual acá también cumple esa función mientras invento algo más decente para subir.
Por supuesto en este pequeño y mugroso rincón de la Internet no podemos simplemente copiar aquello que ya ha sido hecho, sino que le daremos nuestro toque personal para que parezca algo original… y luego lo venderemos a Ideas del Sur. Es por ello que no solo nombraremos aquello que aparece en las revistas como “pulgar para arriba” y “pulgar para abajo”, sino que intentaremos algo que hasta ahora se creía imposible: darles una justificación lógica. Todo esto con el objetivo de que la gente se ría, o en su defecto que finjan reírse y después sigan con sus miserables existencias que irán empeorando gradualmente ya que no tienen ni un gramo de sentido del humor con que sobrellevar la carga manga de amargos (¿¿¿resentido yo???).
Sin más preámbulos, comencemos:
Fabuloso
_ Los tanques australianos con sabor a menta (cargan la frescura a donde quiera que los lleves).
_ Las guirnaldas de fiesta de papel reciclado (porque ayudar al planeta es importante los viernes y sábados de doce a seis).
_ Los relojes que marcan siempre las doce en punto (así uno no se olvida nunca la hora).
_ Kevin Bacon (cien películas, miles de actores amigos, apellido de comida y ni un puto Oscar… maestro de maestros).
_ Los subtes que salen a la superficie (por desafiar las leyes de la gramática).
_ La pasta de dientes que no es Colgate (son los únicos rebeldes que quedan en este mundo).
_ Las pizzas que salen más de 20 pesos (sí son más caras tienen que ser más ricas ¿no?....)
_ Tener sexo con una foca ebria (bueno para las articulaciones según dicen).
_ Los panecillos mutantes que hablan (porque da más gusto comerlos mientras gritan).
_ Las mantis religiosas de mascotas (rezan para que nosotros no tengamos que hacerlo).
_ Los cuadros a acuarelas que representan escenas clave de la novela "Montecristo" (porque los hace mi primo y me pidió que vendiese los que pudiera).
_ Pastor Oviedo (su peinado le hizo descubrir a miles de adolescentes depresivos, escuchadores de Evanescense y jugadores profesionales de ruleta rusa que siempre se puede estar peor).
_ La mina que hacía de cantinera en la serie esa donde el primo de la tía del ex novio de la protagonista volvía de la muerte para vengar a su padre adoptivo que fue muerto por un sujeto que se hacía pasar por el arzobispo de Reims (me acuerdo que estaba buena… la mina, no la novela… bueno, la novela también… yo que sé, era atrapante… aunque le faltaba un Laport luchando en sunga para darle un toque de color).
_ Ser hincha de Argentinos de Quilmes pero ir a la cancha a ver a Atlas y así salir en la filmación (robar cámara es una obligación moral).
_ Tener una colección de películas independientes (porque nadie las entiende, por ende nadie las critica).
Lamentable
_ Los suicidas que no dejan notita de despedida (100% desconsiderados).
_ No haber leído ningún libro de Dan Brown (porque revela grandes verdades de la humanidad como “nunca confíes en un millonario excéntrico”).
_ No podar el césped de tu casa quinta (porque todos tenemos casa quinta ¿no?).
_ Los franceses que no dicen “bonjour” (porque reniegan de sus raíces).
_ Las palmeras demasiado altas (Los cocos son armas mortales).
_ Ser del signo cáncer (porque es una palabra fea).
_ Polino (porque la pelea a Naza Velez).
_ Los autos con caño de escape doble (porque gastan el doble de nafta para viajar lo mismo).
_ Ser ingeniero en programación (los geeks son aburridos).
_ No creer en Papá Noel (hay que mantener vivo al niño que todos llevamos dentro para que se lo viole el pervertido que todos llevamos dentro).
_ Seguir hablando del Mundial de basquet (ya fue boludo, ya fue, actualizate. Ahora se viene el de voley).
_ Los videoclips de Mtv (te cortan la mejor parte de “los Invadecuartos” para pasar música. Que falta de respeto).
_ Tomarse el 60 (muy quemado).
_ Nazarena Velez (porque se queja de que la pelea Polino).
_ Este blog (porque se burla de la gente top).
Así concluye otra enumeración de idioteces. Puede que le de una continuación (me quedé con demasiado matrial) si es que es de vuestro agrado. Y si no lo es les encajo un video de un gordo bailando Numa Dance en bolas, siempre alegra el ambiente.
sábado, agosto 26, 2006
Historia Real
Basado en una historia real (como bien indica el título, osea que no hace falta aclarar, mierda, ya la cagué desde el principio). No, no en la mía ¿ok? Déjense de joder. Si quisiera hablar de mi vida me compraría un fotolog (y una vida, ya que estoy).
La espera se hacía interminable bajo el frío Sol invernal que ya comenzaba a menguar. Una leve brisa perseguía a los pasantes, colándose por todo agujero que encontrara entre sus ropajes, provocando miles de escalofríos a su pasar. Pero a Francisco eso poco le importaba, seguía allí paciente e inmutable, esperando verla aparecer de un momento a otro doblando la esquina, usando un vestido blanco floreado, la primavera de aquel invierno cruel.
Arrepentíase ahora de haber llegado tan temprano pues las rosas que desde hacía casi dos horas reposaban en su mano comenzaban a mostrar los efectos de la falta de agua. Debería haber respetado la hora pactada en vez de asegurarse el ser el primero en llegar, sin embargo la mayor culpa la cargaba ella, quien se daba el lujo de arribar con más de una hora de retraso. Los insistentes mensajitos de texto a su celular seguían sin respuesta, haciendo aún más difícil el soportar la duda de si al fin y al cabo se dignaría en venir.
Desde hacía días, que ansiaba la llegada de aquella cita. Tras semanas de miradas furtivas e indiscretas insinuaciones por fin había tomado el coraje de invitarla, sorprendiéndole no tanto su propio valor, sino el que ella aceptara enérgicamente. “Tal vez todo haya sido una broma” pensó amargamente. Una triste burla de aquel corazón de piedra. “¡No!” se gritó a sí mismo. Hubiese sido un acto demasiado cruel., y por más que su orgullo clamaba a gritos por salvar lo poco que quedaba de él, su corazón le exigía paciencia y comprensión.
“Ya llegará” se repetía sin cesar, queriendo callar las mil voces de su mente que sembraban constantemente semillas de duda. Y mientras tanto el reloj seguía avanzando sin cesar; la manecilla larga, cual verdugo encapuchado, perseguía a la pequeña en busca de su cabeza, y esta, más pequeña y corta de piernas, huía inútilmente por el corredor infinito de las horas. Antes de que el hacha alcanzara una vez más el cuello de la víctima, ella apareció.
“Bien ha valido la espera” pensaba él satisfecho, viendo llegar a su princesa de lentes negros, reemplazando hoy su hermoso vestido por camiseta y blue jeans. Su pelo negro y lacio caía sobre sus hombros de forma ordenada y pareja, el solo trabajo de tener que arreglar su cabellera justificaba toda la tardanza y aún más. Él comprendía, él perdonaba.
“Hola Cami, ¿Cómo estás? Murmuró suavemente, con un hilo de voz. Sus piernas temblaban ya no por el frío. A punto estuvo de besar su mejilla, pero temió mancharla, arruinarla. Fue ella quien besó la suya en cambio.
“Bien, bien. Disculpame que demoré un poco. Se me fue la hora” Confesó ella ruborizada.
“No te preocupes, acabo de llegar yo también.” Mintió, arrepintiéndose inmediatamente. Tal vez fuera mejor que ella supiese lo que estaba dispuesto a soportar para verla, cual Ulises esperando a su dulce Penélope… ¿o era al revés? No importaba, ya estaba allí.
Buscando rellenar el vacío de palabras en que habían caído, preguntó por la suerte de los mensajes, a lo que ella replicó con otra excusa mediocre. Daba igual, para Francisco cualquier palabra de Camila era ley y verdad, sin importar lo que su orgullo, su mente o cualquier órgano que no fuese el del amor le dijeran.
Y así corrió la tarde, entre palabras y silencios pero avanzando siempre, conociéndose de a poco esos mil detalles que se encuentran estando a solas con otra persona. Aunque no se diga nada, aunque no se respire siquiera, un solo gesto vale más que todo eso si es verdadero de la persona. Por fin, cansados de caminar, se sentaron a la mesa de un café pequeño, reposando la lengua ahora solo para beber suaves sorbos del líquido negro.
Fue a la sombra de un árbol, quien sabe cual, plantado pegado a la pequeña mesa que Francisco dio su primer beso. Tímido y rápido en un comienzo, pero profundo y maduro después de que los labios de Camila le devolvieran la confianza. Y así terminó la cita, entre besos y hojas secas aún cayendo del árbol. Es difícil decir cuánto tiempo tardaron en separarse, más fácil es saber a quien le dolió más. Aunque la promesa de un nuevo encuentro dejó un sabor a amor en los labios de ambos.
Así comenzó el noviazgo, que ya presagiaba tragedia, pues las diferencias fueron muchas, demasiadas, desde un principio, no solo en gustos sino en horarios y pensamientos. Y aunque todo marchaba bien en el horizonte había nubes de tormenta. Mas Francisco, ciego, parecía negarse a ver cualquier cosa que amenazara su felicidad.
Durante contados días fueron felices uno junto al otro, o al menos lo parecían ante las miradas de miles de amigos y desconocidos. Las caricias y besos constantes, las periódicas salidas y los miles de llamados cada tarde eran prueba más que suficiente del amor que se profesaban. Y así pasó una semana, y luego otra, y otra más, y Francisco no podía ser más feliz.
Grande fue su sorpresa cuando, en aquella tarde en que se cumplieran 15 días de su primer encuentro amoroso, se encontró una vez esperando junto al mismo ocaso la llegada de su amada. Una vez más el reloj avanzaba inexorablemente, una vez más las dudas y temores, una vez más el celular mudo. Obviamente estaba dispuesto a esperar, como siempre, lo que fuera necesario. Sin embargo las horas seguían corriendo sin que ella diese muestra alguna de existencia y la paciencia de su príncipe comenzaba a menguar. Finalmente apareció, no ella pero si su voz en el frío auricular del celular. Francisco esperaba una justificación, una excusa al menos, que arrancase de su boca palabras de perdón. Mas no hubo excusa, mucho menos disculpa. Solo un discurso inaudito sobre lo distante que era su relación, lo infeliz que era ella y lo muy necesario que era una separación.
Así terminó todo, con cuatro o cinco frases en jerga legalista que rompían su corazón como si fuese un simple contrato laboral. A pesar de todo, Francisco resistió, inexplicablemente, el edificio de emociones que se derrumbaba sobre él, sosteniéndose con la única frase por ella pronunciaba que daba sentido a su decisión: “No estoy lista para una relación”. Con esa idea fija en su mente sobrevivió días y noches sin derramar lágrimas ni dolor, solo una oscura melancolía lo rodeaba sin interferir con su vida, ya no tan feliz sin Camila pero vida al fin.
Mas el golpe de gracia estaba aún tras la puerta y no tardó en dar el portazo que terminó de hundir el corazón de nuestro héroe. Tal golpe tenía la forma de su no tan amigo, pero siempre compañero, Guillermo quien no tardó en ser visto prendido a los labios de Camila pocos días después de la triste separación. “No puede ser” se repetía Francisco incansablemente, convencido como estaba de que la causa del rompimiento era totalmente ajena a él, ahora descubría que de nadie más era la culpa. La tarde en que ella le anunció su definitivo noviazgo con Guille, su mundo se vino abajo.
Es difícil describir lo que pasa por la mente de un hombre al que acaban de apuñalarle el alma. Algunos gritan, otros lloran, muchos buscan venganza y otros simplemente olvidan. Francisco, en cambio, no sentía nada. Su amor desapareció así sin más, tan rápido como había llegado y no lloró, ni gritó, ni buscó venganza. Ni siquiera quiso olvidar lo pasado, simplemente se encogió de hombros y siguió con su vida, consciente de que Camila jamás volvería a estar en ella.
El destino, que jamás ha brillado por su cordura, quiso sin embargo que ambos caminos volvieran a cruzarse cuando Camila, harta ya de su patético Guille, quien no era más que un juguete obtuso para ella, decidiera que Francisco debía volver con ella. Todo el personal de amigos y conocidos se puso en obra entonces, para concretar el reencuentro, pues a nadie le cabía duda de que ambos habían nacido para estar juntos. Y así fue como se concretó una cita, en aquel fatídico lugar del primer encuentro. Pero ahora Camila era quien esperaba, contenta, la llegada del hombre de sus sueños.
Esperaba, esperaba y no paraba de esperar, tanto o más lo que había hecho esperar a su amado. Pero este no aparecía y ella se inquietaba, por la tardanza y el silencio del celular. La verdad es que Francisco jamás se había enterado de la cita, pues todo había sido planeado por amigos de ambas partes, y hasta que por fin llegó a sus oídos el que su princesa lo aguardaba junto al Sol poniente, no pudo sino preguntarse que podría querer ahora esa arpía.
Llegó así sin prisa ni apuro al lugar concretado, soñoliento aún por la incumplida siesta. Ella sonrió aliviada de verlo, y se lanzó a sus brazos buscando sus labios. Grande fue su sorpresa cuando no solo los labios sino también los brazos la rechazaron con firmeza, y al levantar la mirada unos ojos duros le confirmaron su sospecha. “Él aún me ama” había pensado ella. “Nunca la amé” se confirmaba él al ver esa criatura traicionera y soberbia que se hacía pasar por dulce e inocente.
Camila le suplicó volver, reconoció sus mil y un errores y suplicó por su perdón, segura de conseguirlo. Él se limitó a mirarla durante interminables instantes, sin ansiedad, sin disfrutar aquella patética escena. Y al dar su negativa no hubo venganza en su voz, no deseaba herirla, no le importaba ya nada de ella, solo acabar con aquel trámite. Al alejarse tranquilo ni siquiera volteó a observar como ella rompía a llorar. De haberlo hecho podría por vez primera haber visto a la auténtica Camila, libre de máscaras y engaños, la Camila con la que él había soñado, la que había llegado amar sin jamás verla realmente, pero a la que la otra, la falsa, la arpía, había borrado de su lugar en el corazón de él. Y así terminó la historia, con un corazón roto que no fue del que debió ser y un atardecer hermoso, escenario una vez más, de las tragedias que se hacen llamar amor.
Dedicado a un amigo que me cedió el privilegio de escribir esta historia, y al Enrique que siempre lo acompaña.
La espera se hacía interminable bajo el frío Sol invernal que ya comenzaba a menguar. Una leve brisa perseguía a los pasantes, colándose por todo agujero que encontrara entre sus ropajes, provocando miles de escalofríos a su pasar. Pero a Francisco eso poco le importaba, seguía allí paciente e inmutable, esperando verla aparecer de un momento a otro doblando la esquina, usando un vestido blanco floreado, la primavera de aquel invierno cruel.
Arrepentíase ahora de haber llegado tan temprano pues las rosas que desde hacía casi dos horas reposaban en su mano comenzaban a mostrar los efectos de la falta de agua. Debería haber respetado la hora pactada en vez de asegurarse el ser el primero en llegar, sin embargo la mayor culpa la cargaba ella, quien se daba el lujo de arribar con más de una hora de retraso. Los insistentes mensajitos de texto a su celular seguían sin respuesta, haciendo aún más difícil el soportar la duda de si al fin y al cabo se dignaría en venir.
Desde hacía días, que ansiaba la llegada de aquella cita. Tras semanas de miradas furtivas e indiscretas insinuaciones por fin había tomado el coraje de invitarla, sorprendiéndole no tanto su propio valor, sino el que ella aceptara enérgicamente. “Tal vez todo haya sido una broma” pensó amargamente. Una triste burla de aquel corazón de piedra. “¡No!” se gritó a sí mismo. Hubiese sido un acto demasiado cruel., y por más que su orgullo clamaba a gritos por salvar lo poco que quedaba de él, su corazón le exigía paciencia y comprensión.
“Ya llegará” se repetía sin cesar, queriendo callar las mil voces de su mente que sembraban constantemente semillas de duda. Y mientras tanto el reloj seguía avanzando sin cesar; la manecilla larga, cual verdugo encapuchado, perseguía a la pequeña en busca de su cabeza, y esta, más pequeña y corta de piernas, huía inútilmente por el corredor infinito de las horas. Antes de que el hacha alcanzara una vez más el cuello de la víctima, ella apareció.
“Bien ha valido la espera” pensaba él satisfecho, viendo llegar a su princesa de lentes negros, reemplazando hoy su hermoso vestido por camiseta y blue jeans. Su pelo negro y lacio caía sobre sus hombros de forma ordenada y pareja, el solo trabajo de tener que arreglar su cabellera justificaba toda la tardanza y aún más. Él comprendía, él perdonaba.
“Hola Cami, ¿Cómo estás? Murmuró suavemente, con un hilo de voz. Sus piernas temblaban ya no por el frío. A punto estuvo de besar su mejilla, pero temió mancharla, arruinarla. Fue ella quien besó la suya en cambio.
“Bien, bien. Disculpame que demoré un poco. Se me fue la hora” Confesó ella ruborizada.
“No te preocupes, acabo de llegar yo también.” Mintió, arrepintiéndose inmediatamente. Tal vez fuera mejor que ella supiese lo que estaba dispuesto a soportar para verla, cual Ulises esperando a su dulce Penélope… ¿o era al revés? No importaba, ya estaba allí.
Buscando rellenar el vacío de palabras en que habían caído, preguntó por la suerte de los mensajes, a lo que ella replicó con otra excusa mediocre. Daba igual, para Francisco cualquier palabra de Camila era ley y verdad, sin importar lo que su orgullo, su mente o cualquier órgano que no fuese el del amor le dijeran.
Y así corrió la tarde, entre palabras y silencios pero avanzando siempre, conociéndose de a poco esos mil detalles que se encuentran estando a solas con otra persona. Aunque no se diga nada, aunque no se respire siquiera, un solo gesto vale más que todo eso si es verdadero de la persona. Por fin, cansados de caminar, se sentaron a la mesa de un café pequeño, reposando la lengua ahora solo para beber suaves sorbos del líquido negro.
Fue a la sombra de un árbol, quien sabe cual, plantado pegado a la pequeña mesa que Francisco dio su primer beso. Tímido y rápido en un comienzo, pero profundo y maduro después de que los labios de Camila le devolvieran la confianza. Y así terminó la cita, entre besos y hojas secas aún cayendo del árbol. Es difícil decir cuánto tiempo tardaron en separarse, más fácil es saber a quien le dolió más. Aunque la promesa de un nuevo encuentro dejó un sabor a amor en los labios de ambos.
Así comenzó el noviazgo, que ya presagiaba tragedia, pues las diferencias fueron muchas, demasiadas, desde un principio, no solo en gustos sino en horarios y pensamientos. Y aunque todo marchaba bien en el horizonte había nubes de tormenta. Mas Francisco, ciego, parecía negarse a ver cualquier cosa que amenazara su felicidad.
Durante contados días fueron felices uno junto al otro, o al menos lo parecían ante las miradas de miles de amigos y desconocidos. Las caricias y besos constantes, las periódicas salidas y los miles de llamados cada tarde eran prueba más que suficiente del amor que se profesaban. Y así pasó una semana, y luego otra, y otra más, y Francisco no podía ser más feliz.
Grande fue su sorpresa cuando, en aquella tarde en que se cumplieran 15 días de su primer encuentro amoroso, se encontró una vez esperando junto al mismo ocaso la llegada de su amada. Una vez más el reloj avanzaba inexorablemente, una vez más las dudas y temores, una vez más el celular mudo. Obviamente estaba dispuesto a esperar, como siempre, lo que fuera necesario. Sin embargo las horas seguían corriendo sin que ella diese muestra alguna de existencia y la paciencia de su príncipe comenzaba a menguar. Finalmente apareció, no ella pero si su voz en el frío auricular del celular. Francisco esperaba una justificación, una excusa al menos, que arrancase de su boca palabras de perdón. Mas no hubo excusa, mucho menos disculpa. Solo un discurso inaudito sobre lo distante que era su relación, lo infeliz que era ella y lo muy necesario que era una separación.
Así terminó todo, con cuatro o cinco frases en jerga legalista que rompían su corazón como si fuese un simple contrato laboral. A pesar de todo, Francisco resistió, inexplicablemente, el edificio de emociones que se derrumbaba sobre él, sosteniéndose con la única frase por ella pronunciaba que daba sentido a su decisión: “No estoy lista para una relación”. Con esa idea fija en su mente sobrevivió días y noches sin derramar lágrimas ni dolor, solo una oscura melancolía lo rodeaba sin interferir con su vida, ya no tan feliz sin Camila pero vida al fin.
Mas el golpe de gracia estaba aún tras la puerta y no tardó en dar el portazo que terminó de hundir el corazón de nuestro héroe. Tal golpe tenía la forma de su no tan amigo, pero siempre compañero, Guillermo quien no tardó en ser visto prendido a los labios de Camila pocos días después de la triste separación. “No puede ser” se repetía Francisco incansablemente, convencido como estaba de que la causa del rompimiento era totalmente ajena a él, ahora descubría que de nadie más era la culpa. La tarde en que ella le anunció su definitivo noviazgo con Guille, su mundo se vino abajo.
Es difícil describir lo que pasa por la mente de un hombre al que acaban de apuñalarle el alma. Algunos gritan, otros lloran, muchos buscan venganza y otros simplemente olvidan. Francisco, en cambio, no sentía nada. Su amor desapareció así sin más, tan rápido como había llegado y no lloró, ni gritó, ni buscó venganza. Ni siquiera quiso olvidar lo pasado, simplemente se encogió de hombros y siguió con su vida, consciente de que Camila jamás volvería a estar en ella.
El destino, que jamás ha brillado por su cordura, quiso sin embargo que ambos caminos volvieran a cruzarse cuando Camila, harta ya de su patético Guille, quien no era más que un juguete obtuso para ella, decidiera que Francisco debía volver con ella. Todo el personal de amigos y conocidos se puso en obra entonces, para concretar el reencuentro, pues a nadie le cabía duda de que ambos habían nacido para estar juntos. Y así fue como se concretó una cita, en aquel fatídico lugar del primer encuentro. Pero ahora Camila era quien esperaba, contenta, la llegada del hombre de sus sueños.
Esperaba, esperaba y no paraba de esperar, tanto o más lo que había hecho esperar a su amado. Pero este no aparecía y ella se inquietaba, por la tardanza y el silencio del celular. La verdad es que Francisco jamás se había enterado de la cita, pues todo había sido planeado por amigos de ambas partes, y hasta que por fin llegó a sus oídos el que su princesa lo aguardaba junto al Sol poniente, no pudo sino preguntarse que podría querer ahora esa arpía.
Llegó así sin prisa ni apuro al lugar concretado, soñoliento aún por la incumplida siesta. Ella sonrió aliviada de verlo, y se lanzó a sus brazos buscando sus labios. Grande fue su sorpresa cuando no solo los labios sino también los brazos la rechazaron con firmeza, y al levantar la mirada unos ojos duros le confirmaron su sospecha. “Él aún me ama” había pensado ella. “Nunca la amé” se confirmaba él al ver esa criatura traicionera y soberbia que se hacía pasar por dulce e inocente.
Camila le suplicó volver, reconoció sus mil y un errores y suplicó por su perdón, segura de conseguirlo. Él se limitó a mirarla durante interminables instantes, sin ansiedad, sin disfrutar aquella patética escena. Y al dar su negativa no hubo venganza en su voz, no deseaba herirla, no le importaba ya nada de ella, solo acabar con aquel trámite. Al alejarse tranquilo ni siquiera volteó a observar como ella rompía a llorar. De haberlo hecho podría por vez primera haber visto a la auténtica Camila, libre de máscaras y engaños, la Camila con la que él había soñado, la que había llegado amar sin jamás verla realmente, pero a la que la otra, la falsa, la arpía, había borrado de su lugar en el corazón de él. Y así terminó la historia, con un corazón roto que no fue del que debió ser y un atardecer hermoso, escenario una vez más, de las tragedias que se hacen llamar amor.
Dedicado a un amigo que me cedió el privilegio de escribir esta historia, y al Enrique que siempre lo acompaña.
miércoles, agosto 09, 2006
Las ideas y tu, un manual de autoayuda
Hace tiempo que acá aparecen solo textos serios, que analizan temas existenciales de la vida misma y de un valor literario inestimable, a no, ese era mi otro blog, el que……. se borró. Bueno, como sea, a lo que iba es que ha llegado nuevamente la hora de volver a hablar en joda, porque hablar demasiado en serio cansa y aburre, aparte no quiero que los miles de nuevos fanáticos (léase 5, hasta donde yo sé) que recién conocieron la página se crean que yo soy un tipo sin humor, sería una mala primera impresión. Ojo, con esto diciendo que al leer el siguiente texto, del cual no pueden esperar mucho ya que lo ideé durante una de mis largas charlas con el reloj de la cocina (Larry), ustedes se vayan a reír, más bien significa que yo me reí escribiéndolo. Si ustedes después lo encuentran gracioso y hasta amagan una sonrisa o si terminan de darse cuenta de que lo que su autor necesita es atención psicológica y mucha, mucha medicina, a mí no me interesa, yo escribo porque me gusta y no para complacerlos a ustedes, malditos vampiros chupa piiii……sangre.
Justamente este breve tratado habla sobre la escritura, y lo mucho que cuesta a veces encontrar una idea medio decente para hacer un texto lo suficientemente atractivo como para aparecer en esta página. Algunas veces la idea llega sola, como volando cual zeppelín alemán. Casualmente la mayoría de esas ideas nos agarran en momentos en los cuales se hace imposible anotar de qué se trata y en nuestra desesperación por buscar aunque sea una servilleta donde anotarla, la susodicha cae… cual zeppelín alemán también (que groso el zeppelín, me ayuda con todas las metáforas). Busquemos algunos ejemplos para los incrédulos:
La idea en la toilette (alias: el ñoba)
Nada muy complicado, simplemente a nadie se le ocurre meterse al baño con una birome y un cuaderno (aclaro: es un saber popular que es absolutamente imposible escribir en papel higiénico con una birome) y antes de que pueda terminar de hacer sus múltiples necesidades la idea ya se esfumó entre los vapores de la ducha y otros no tan placenteros. Son muchas de las alternativas que se le ocurren a uno en esos momentos, alguna muy asquerosas por cierto, pero todas son inútiles, hasta ahora el mejor resultado lo obtuve escribiendo con desodorante sobre una toalla, pero cuando ya iba por la mitad me di cuenta de que la idea no era TAN buena como para tomarse tamaño esfuerzo y abandoné la épica tarea. Meses de inactividad después me arrepentí de haberlo hecho.
La idea en la cama
Imagínense que están en la cama después de un arduo día de no hacer nada y por fin están conciliando el merecido sueño. En ese exacto instante donde uno está a punto de dormirse para no volver a despertarse hasta 12 horas después sin interrupciones, en ese momento último de conciencia, aparece la idea más genial para el mejor post en la historia de su blog. ¿Ustedes se levantarían para ir a anotar la idea antes de que se la robe Morfeo (o, en mi caso, Stephen King)? Ni a palos, con lo que me cuesta dormirme.
La idea en el cine
Es muy común estar viendo una película y decir: “huy, eso me da una idea” (acto comúnmente conocido como plagio). Pero entre tanta basura que llevamos en los bolsillos, tanta gente que apenas te dirigís a ellos te callan con un terrible shhhht (los más descorteses también te acribillan con maní), la falta de luz y el exceso de conversaciones, gritos, explosiones, partos, etc. que provienen de esa molesta pantalla gigante; escribir un texto de dos renglones legibles es un suceso casi tan milagroso como el que a Britney Spears le hayan ofrecido actuar de nuevo después de “Crossroads, amigas por siempre” (Sos malo Tincho ¿eh? Sos malo…).
La idea en el asiento trasero de un jeep yanqui cruzando el campamento de Al Qaeda en Irak.
Nunca me ha pasado por suerte, pero al tipo que se le ocurra escribir en esa situación en vez de empezar a rezarle a Alá realmente lo admiraría mucho.
Paradójicamente a todas estas situaciones, cada vez que uno se pone en frente de la pc, máquina de escribir, cuaderno, servilleta, agenda ajena, etc. en busca de inspiración no llega absolutamente nada, y puede que no llegue durante minutos, días, meses, milenios ¡y hasta horas! ¿A qué se debe este suceso? Me habían pasado el número de un famoso psicólogo que podría habernos dado una respuesta satisfactoria, pero dejé la tarjeta en mis otros pantalones y sinceramente no sé donde están (fue un fin de semana muy loco, recuérdenme no volver a mezclar cindor con granadina).
La respuesta a todos estos terribles problemas de la vida diaria es muy simple: dejarse de joder con la escritura y dedicarse a algo más productivo. Pero como escribir es divertido y para otra cosa no sirvo, he tenido que encontrar una solución un poco más rebuscada. Así que ahora, en vez de matarme pensando en una idea genial para publicar en mi blog hasta exprimirme el cerebro o querer pegarme 50 palazos en el esfínter cada vez que me olvido de anotar una idea, simplemente me siento y escribo lo que venga, y si cuando ya voy varios renglones todavía no logré nada decente, borro y empiezo de nuevo. Así paso mis días entre malos inicios y pésimos finales, con la sola ilusión de que algún día logre casi por casualidad crear algo medianamente decente. Lamentablemente este no es el caso, pero lo pongo igual porque me causaron gracia un par de cosas cuando lo releí (me río de mis propios chistes, que bajo he caído…)
Aclaraciones:
- Las declaraciones del autor de que Stephen King le roba las ideas de sus sueños tienen su base en las alucinaciones que este le provoca su medicación. Sepan disculparlo.
- “Crossroads” es una película pésima y berreta y no me voy a disculpar ni aunque me amenacen todas las quinceañeras histéricas y todos los adolescentes (y adultos) babosos del planeta.
Justamente este breve tratado habla sobre la escritura, y lo mucho que cuesta a veces encontrar una idea medio decente para hacer un texto lo suficientemente atractivo como para aparecer en esta página. Algunas veces la idea llega sola, como volando cual zeppelín alemán. Casualmente la mayoría de esas ideas nos agarran en momentos en los cuales se hace imposible anotar de qué se trata y en nuestra desesperación por buscar aunque sea una servilleta donde anotarla, la susodicha cae… cual zeppelín alemán también (que groso el zeppelín, me ayuda con todas las metáforas). Busquemos algunos ejemplos para los incrédulos:
La idea en la toilette (alias: el ñoba)
Nada muy complicado, simplemente a nadie se le ocurre meterse al baño con una birome y un cuaderno (aclaro: es un saber popular que es absolutamente imposible escribir en papel higiénico con una birome) y antes de que pueda terminar de hacer sus múltiples necesidades la idea ya se esfumó entre los vapores de la ducha y otros no tan placenteros. Son muchas de las alternativas que se le ocurren a uno en esos momentos, alguna muy asquerosas por cierto, pero todas son inútiles, hasta ahora el mejor resultado lo obtuve escribiendo con desodorante sobre una toalla, pero cuando ya iba por la mitad me di cuenta de que la idea no era TAN buena como para tomarse tamaño esfuerzo y abandoné la épica tarea. Meses de inactividad después me arrepentí de haberlo hecho.
La idea en la cama
Imagínense que están en la cama después de un arduo día de no hacer nada y por fin están conciliando el merecido sueño. En ese exacto instante donde uno está a punto de dormirse para no volver a despertarse hasta 12 horas después sin interrupciones, en ese momento último de conciencia, aparece la idea más genial para el mejor post en la historia de su blog. ¿Ustedes se levantarían para ir a anotar la idea antes de que se la robe Morfeo (o, en mi caso, Stephen King)? Ni a palos, con lo que me cuesta dormirme.
La idea en el cine
Es muy común estar viendo una película y decir: “huy, eso me da una idea” (acto comúnmente conocido como plagio). Pero entre tanta basura que llevamos en los bolsillos, tanta gente que apenas te dirigís a ellos te callan con un terrible shhhht (los más descorteses también te acribillan con maní), la falta de luz y el exceso de conversaciones, gritos, explosiones, partos, etc. que provienen de esa molesta pantalla gigante; escribir un texto de dos renglones legibles es un suceso casi tan milagroso como el que a Britney Spears le hayan ofrecido actuar de nuevo después de “Crossroads, amigas por siempre” (Sos malo Tincho ¿eh? Sos malo…).
La idea en el asiento trasero de un jeep yanqui cruzando el campamento de Al Qaeda en Irak.
Nunca me ha pasado por suerte, pero al tipo que se le ocurra escribir en esa situación en vez de empezar a rezarle a Alá realmente lo admiraría mucho.
Paradójicamente a todas estas situaciones, cada vez que uno se pone en frente de la pc, máquina de escribir, cuaderno, servilleta, agenda ajena, etc. en busca de inspiración no llega absolutamente nada, y puede que no llegue durante minutos, días, meses, milenios ¡y hasta horas! ¿A qué se debe este suceso? Me habían pasado el número de un famoso psicólogo que podría habernos dado una respuesta satisfactoria, pero dejé la tarjeta en mis otros pantalones y sinceramente no sé donde están (fue un fin de semana muy loco, recuérdenme no volver a mezclar cindor con granadina).
La respuesta a todos estos terribles problemas de la vida diaria es muy simple: dejarse de joder con la escritura y dedicarse a algo más productivo. Pero como escribir es divertido y para otra cosa no sirvo, he tenido que encontrar una solución un poco más rebuscada. Así que ahora, en vez de matarme pensando en una idea genial para publicar en mi blog hasta exprimirme el cerebro o querer pegarme 50 palazos en el esfínter cada vez que me olvido de anotar una idea, simplemente me siento y escribo lo que venga, y si cuando ya voy varios renglones todavía no logré nada decente, borro y empiezo de nuevo. Así paso mis días entre malos inicios y pésimos finales, con la sola ilusión de que algún día logre casi por casualidad crear algo medianamente decente. Lamentablemente este no es el caso, pero lo pongo igual porque me causaron gracia un par de cosas cuando lo releí (me río de mis propios chistes, que bajo he caído…)
Aclaraciones:
- Las declaraciones del autor de que Stephen King le roba las ideas de sus sueños tienen su base en las alucinaciones que este le provoca su medicación. Sepan disculparlo.
- “Crossroads” es una película pésima y berreta y no me voy a disculpar ni aunque me amenacen todas las quinceañeras histéricas y todos los adolescentes (y adultos) babosos del planeta.
sábado, agosto 05, 2006
Renuncia
Vamos a ver, esto no tiene mucho sentido ni siquiera para su propio creador así que ahorrénse los comentarios (que igual no creo que fuesen a aparecer) diciendo que no entendieron un soto porque es más que previsible. Ahora, si sí llegan a entenderlo les ruego que me expliquen por favor. Desde ya muchas gracias.
BTW: También ahorrénse comentarios como "tincho ¿estás estás bien de la cabeza?" porque también los voy a ignorar.
Suenan pasos huecos en el interminable pasillo. El eco rebota contra infinitas paredes llegando a oídos de todos los presentes. Nadie se mueve, nadie levanta la mirada, ya es costumbre escuchar tales pasos y no vale la pena distraerse con ellos. Cada uno sigue con su trabajo, con la mirada fija en su computadora escribiendo y escribiendo sin parar. Solamente uno levanta la vista, alerta a la sombra que se proyecta contra la pared y avanza por su pasillo. El hombre resopla buscando coraje suficiente para levantarse. Parece dudar, mira a su alrededor buscando algo que lo convenza de desistir, pero nada hay en aquel pequeño cubículo que vaya a añorar algún día. Fija sus ojos en el sencillo cartel de bronce con letras plateadas que rezan “Lorenzo Martínez” que descansa sobre su pecho; una pequeña sonrisa parece dibujarse en la comisura de sus labios al releer su nombre. Ya no tiene dudas.
Sale de su celda y comienza a caminar en persecución de la sombra misteriosa que avanza cada vez más rápido hacia una enorme oficina en el fondo del pasillo, de todos los pasillos. Martínez apura el paso temiendo perder la oportunidad de atrapar la figura antes de que se escurra entre el laberinto de cubículos que conforman la enorme habitación. Muchos rostros se giran ahora para verlo, parecen sorprenderse de tan cruel atentado a la rutina diaria, mas nadie se disturba por más de unos pocos segundos, inmediatamente todos regresan a su trabajo negando lentamente con la cabeza. Parecieran saber lo que sucede, lo que no saben es cuanto se equivocan.
Martínez alcanza a la sombra apenas a unos metros de la gran oficina. Pone su mano sobre el hombro de la figura alada y de traje con cierta duda, temor tal vez, como si su acto fuese algo inapropiado, una ofensa tal vez. El ángel de traje se gira lentamente con una sonrisa afable y falsa, sostiene en su mano una taza de café eternamente humeante aún intacto, quien sabe desde hace cuantos siglos. Martínez es quien abre el diálogo.
- Disculpe señor Johnson, ¿tendría un minuto para hablar conmigo?
- Desde luego Lorenzo- replica el otro con un tono afable y confianzudo – siempre tengo tiempo para usted. Dígame pues ¿qué necesita?
- Preferiría pasar a su oficina si no es molestia.
El semblante del ángel parece perder por un momento su apariencia de absoluta tranquilidad, como si el pedido del hombre rozara ya el borde del atrevimiento.
- Por supuesto.- dice recuperando su sonrisa impecable – adelante, pase usted.
Abre la puerta en cuya ventana se leen claramente en letras negras el rótulo “Director general y absoluto” y deja pasar al joven hombre. Pues Martínez tiene poco más de 18 años, a pesar de que en aquel lugar parece ya un hombre maduro, marcado por el tiempo, la experiencia y el cansancio.
La oficina es un palacio comparada al humilde cubículo en que trabajan Martínez y sus miles de millones de compañeros. Una lujosa alfombre roja de casi una hectárea de área recubre el suelo sin dar lugar a una sola imperfección. Las paredes rosa están recubiertas casi totalmente por incontables diplomas, documentos y cartas enmarcadas llevando todas en su base el mismo nombre: “Adolfo Cupido Johnson”. El señor Cupido Johnson los mira con orgullo y satisfacción mientras avanza entre medio de las numerosas obras de arte, plantas, columnas y adornos varios; dirigiéndose al escritorio que se encuentra en el centro de tan impresionante escenario. Detrás del mueble cuelga del invisible techo el escudo de la compañía, representado por el famoso arco y sus dichosas flechas envenenadas. El director general y absoluto se sienta en el hermoso sillón de cuero, indicándole a Martínez que haga lo mismo en una miserable sillita de mimbre que se encuentra en el lado opuesto.
El empleado parece ahora intimidado por tanta magnificencia y duda si es él quien debe dar inicio a la conversación. Finalmente tras varios minutos plagados de guerras de miradas y falsas toses es el Director quien habla primero.
- Si es para esto que usted me pidió reunirse conmigo Lorenzo, puede tomar una fotografía mía y hacerlo el resto del día.- Se regodea de su pésimo chiste con una amplia sonrisa, invitando al otro a hacer lo mismo. Martínez permanece serio, decidido por fin a hablar.
- En realidad señor Johnson…
- Por favor llámeme Cupido.- interviene el otro sin borrar su asquerosa sonrisa. – Ha sido mi nombre durante siglos y espero que la suma de un nuevo apellido (temas puramente burocráticos, se lo aseguro) debería cambiar eso.
Esta vez Martínez sí sonríe un poco para sí mismo, luego continúa. – En realidad señor Cupido estoy aquí para presentar mi renuncia.
Las palabras caen como un balde de agua helada sobre el director, quien no encuentra palabras para replicar tal afirmación. La escena se congela nuevamente, el empleador sin saber que decir y el empleado observando el efecto de sus palabras con una extraña mezcla de satisfacción y temor. El señor Cupido Johnson respira profundamente y toma de uno de los cajones del escritorio un archivo en cuya tapa brilla el nombre de su interlocutor, tras escrutarlo brevemente lo deja cerrado sobre el escritorio.
- ¿Renunciar ha dicho Lorenzo?- exclama finalmente el señor Cupido sin poder ocultar su sorpresa pero intentando no aparentar enojo alguno – Según los registros usted es un buen empleado, no particularmente destacado pero cumplidor, al parecer ha presentando varias quejas en cuanto a las retribuciones por su trabajo y hay quienes se han quejado del ojo crítico con que ve muchas de las decisiones que toma la compañía pero eso es bastante normal para todos los empleados, nada tan grave como para justificar tal decisión. ¿Por qué querría usted renunciar? ¿Qué motivos tiene?
- Simplemente no he recibido de esta compañía las satisfacciones que esperaba obtener cuando ingresé a ella hace ya varios años.
- No tantos, no tantos Lorenzo, fíjese que es usted un hombre muy joven aún, ¿cómo sabe si esas satisfacciones no están aún por venir? Muchos de los empleados más satisfechos han tardado muchos más años de los que usted ha vivido en lograr su objetivo. Y ahora usted, un hombre con todo el futuro por delante quiere echar eso por la borda después de solo un par de insatisfacciones que ni siquiera han sido muy traumáticas que digamos.
- Reconozco que aún no he visto ni lo mejor ni lo peor que encierra este lugar, y que mis fracasos pueden parecer insulsos a la mayoría de los que los analicen, pero son prueba más que suficiente para darme cuenta de que aquí yo no tengo ningún futuro.
En el rostro del Señor Cupido se dibuja una mueca de disgusto, después de milenios de excelente cumplimiento del deber un muchachito recién salido de la cuna osa poner en duda todo su trabajo. Sabe que no puede permitirlo.
- Mire Lorenzo- dice recuperando su falso tono cordial y su asquerosa sonrisa- usted no es el primero en plantearme la misma situación, aunque sí uno de los más jóvenes, y debo decirle que todos aquellos hombres y mujeres que han querido dejar la compañía han terminado regresando a nuestras filas, sabiendo que este es su lugar y que aquí se cumple su destino. Es inútil que se marche.
- ¿Está diciendo que no puedo irme por propia elección? ¿Piensa obligarme a permanecer aquí por la fuerza?- dice Martínez enarcando una ceja. Conoce muy bien el efecto que tendrán sus palabras, ha preparado cuidadosamente cada una de ellas para asegurarse de que cumplan su objetivo. Con estas preguntas desea desarmar a su oponente de cualquier tono amenazador que pueda llegar a tomar. La estrategia surte efecto.
- ¡Por supuesto que no!- Exclama el director con un rastro de miedo en su voz. – Aquí cada uno entra y sale por la propia voluntad. Yo no lo he amenazado de nada, simplemente le explico lo que ha sucedido con los anteriores casos parecidos al suyo.
- Pues entonces si ellos pudieron regresar yo también puedo hacer lo mismo si es que llego a darme cuenta de que he cometido un error, ¿no le parece?
- Pero no será lo mismo Lorenzo, esas personas nunca pudieron retomar su anterior espíritu de trabajo. Nunca fueron las mismas. Yo le digo esto para prevenirlo, quiero ayudarlo a que no cometa un grave error. No me vea como un enemigo aquí, yo estoy de su lado.
- ¿Realmente?- replica Martínez con sorna. Ya ha perdido el miedo y la timidez. Ya no hay vuelta atrás. – Pensé que lo que usted quería era un nuevo diploma colgando de sus infinitas paredes.
- ¡No se haga el listo conmigo muchachito!- Vocifera Cupido dando lugar a la cólera por primera vez en mucho tiempo. – ¡Usted no sabe nada! Cree que por unos míseros fracasos propios tiene derecho a arruinar mi trabajo y mi reputación. Cree que sus intereses están más allá de los de la compañía. Claro que sí, ¿usted es muy importante no? ¿Si no sale todo como usted quiere simplemente renuncia? Yo digo ¿quién carajo se cree que es? Aquí hay millones de empleados que sufrieron todos los males y decepciones que se pueda usted imaginar, pero aquí siguen, luchando por lo que quieren, para alcanzar sus metas, y tal vez algún día lograrán su recompensa. Sé que hay muchos que la obtienen sin merecerlo pero yo no hice las reglas, solo las cumplo. Dígame por favor quien mierda le da derecho a usted para quejarse de esas reglas, de mí y de toda esta maldita empresa. Si quiere renunciar por lo menos tenga una razón valedera y no me venga con idioteces sobre el sufrimiento y el dolor porque de eso ya he escuchado demasiado. Aquí todos sufren, pero no me diga que al final no vale la pena el sufrimiento por aquella esperanza de que las cosas lleguen a buen término.-
Con una vena del cuello a punto de estallar el director Cupido Johnson permanece quieto, rojo en cara, observando a aquel muchacho que logró hacerlo montar en cólera en apenas media hora.
- El problema…- replica Martínez sin perder la serenidad. -… es que yo ya no tengo esa esperanza de la que habla. Ya no busco alcanzar ningún objetivo, ni siquiera lo tengo. Simplemente estoy aquí pasando el tiempo, amargando mi existencia cada vez más sin llegar a nada. Si paso otro día aquí voy a morir de pura frustración. No sé si es la decisión correcta, no sé si algún día me veré obligado a volver. Pero por lo pronto necesito dejar este lugar, me enferma, me destruye, ya no puedo más, siento que no es mi lugar. Es por ello que me marcho, no porque el fracaso me atemorice, sino que es la falta de fracasos y logros, la falta de todo lo que ya no soporto. Por eso creo que lo mejor sea renunciar, así tal vez logre comprender que es lo que no funciona conmigo y si algún día regreso podré cumplir con mi destino o como quiera usted decirle. No culpo a la compañía ni a usted, me culpo a mi mismo por mis limitaciones. Así que no tema por su orgullo ni el de este lugar, tema simplemente que no haya más como yo que desertan sin razón aparente.
- Desearía en cambio que hubiese más como usted Lorenzo.- Dice al fin el señor Cupido suspirando. – A pesar de que aún no entiendo su posición admiro su honestidad, que es lo que más hace falta en este negocio en estos días. Vaya, sé que ya no se puede hacer nada para evitar su partida, parece usted demasiado resuelto. Espero que tenga suerte en su búsqueda o lo que sea que emprenda allí afuera y sepa que si desea regresar su lugar siempre estará disponible. Tal vez esta no sea la última vez que nos veamos.
- Sí, tal vez…- Concluye Martínez sonriendo. No es una sonrisa de victoria, ni tampoco de alegría, no es nada realmente, solo un momento de comprensión hacia su enemigo. – Adiós señor Cupido.
Sale de la oficina sin escuchar la respuesta. Martínez se dirige apresuradamente a su cubículo ante la mirada de asombro de miles de compañeros. Algunos lo ven con temor, como creyendo que se trata de un ente extraño y dañino. Otros con comprensión, saben lo que siente y quisieran poder hacer lo mismo, pero por el temor o la esperanza les impide hacerlo. Otros, lo ignoran, como creyendo que tal decisión no puede ser en serio y que lo verán volver en pocas horas, tal vez así será. Pero nadie lo mira como si fuese a extrañarlo, será solo uno menos, un lugar vacío entre las sombras de miles de millones de otros cubículos. Ninguna mirada añora su permanencia, ninguna le pide que se quede. Eso es suficiente para decidir a Martínez, si nadie lo necesita nada tiene que hacer allí. Llega a su escritorio y observa sus pocas cosas, preguntándose si debe llevarse algún recuerdo. Niega tristemente, no hay nada allí que valga la pena recordar. Con un leve gesto desprende el cartelito de bronce de su pecho y lo deja en su lugar. Al observarlo allí un último pensamiento cruza su mente: “Tal vez”. Sonríe, esta vez de alegría, tal vez… tal vez algún día haya esperanza para él. Y con ese pensamiento se encamina hacia la salida, tarareando a momentos una triste canción de amor.
BTW: También ahorrénse comentarios como "tincho ¿estás estás bien de la cabeza?" porque también los voy a ignorar.
Suenan pasos huecos en el interminable pasillo. El eco rebota contra infinitas paredes llegando a oídos de todos los presentes. Nadie se mueve, nadie levanta la mirada, ya es costumbre escuchar tales pasos y no vale la pena distraerse con ellos. Cada uno sigue con su trabajo, con la mirada fija en su computadora escribiendo y escribiendo sin parar. Solamente uno levanta la vista, alerta a la sombra que se proyecta contra la pared y avanza por su pasillo. El hombre resopla buscando coraje suficiente para levantarse. Parece dudar, mira a su alrededor buscando algo que lo convenza de desistir, pero nada hay en aquel pequeño cubículo que vaya a añorar algún día. Fija sus ojos en el sencillo cartel de bronce con letras plateadas que rezan “Lorenzo Martínez” que descansa sobre su pecho; una pequeña sonrisa parece dibujarse en la comisura de sus labios al releer su nombre. Ya no tiene dudas.
Sale de su celda y comienza a caminar en persecución de la sombra misteriosa que avanza cada vez más rápido hacia una enorme oficina en el fondo del pasillo, de todos los pasillos. Martínez apura el paso temiendo perder la oportunidad de atrapar la figura antes de que se escurra entre el laberinto de cubículos que conforman la enorme habitación. Muchos rostros se giran ahora para verlo, parecen sorprenderse de tan cruel atentado a la rutina diaria, mas nadie se disturba por más de unos pocos segundos, inmediatamente todos regresan a su trabajo negando lentamente con la cabeza. Parecieran saber lo que sucede, lo que no saben es cuanto se equivocan.
Martínez alcanza a la sombra apenas a unos metros de la gran oficina. Pone su mano sobre el hombro de la figura alada y de traje con cierta duda, temor tal vez, como si su acto fuese algo inapropiado, una ofensa tal vez. El ángel de traje se gira lentamente con una sonrisa afable y falsa, sostiene en su mano una taza de café eternamente humeante aún intacto, quien sabe desde hace cuantos siglos. Martínez es quien abre el diálogo.
- Disculpe señor Johnson, ¿tendría un minuto para hablar conmigo?
- Desde luego Lorenzo- replica el otro con un tono afable y confianzudo – siempre tengo tiempo para usted. Dígame pues ¿qué necesita?
- Preferiría pasar a su oficina si no es molestia.
El semblante del ángel parece perder por un momento su apariencia de absoluta tranquilidad, como si el pedido del hombre rozara ya el borde del atrevimiento.
- Por supuesto.- dice recuperando su sonrisa impecable – adelante, pase usted.
Abre la puerta en cuya ventana se leen claramente en letras negras el rótulo “Director general y absoluto” y deja pasar al joven hombre. Pues Martínez tiene poco más de 18 años, a pesar de que en aquel lugar parece ya un hombre maduro, marcado por el tiempo, la experiencia y el cansancio.
La oficina es un palacio comparada al humilde cubículo en que trabajan Martínez y sus miles de millones de compañeros. Una lujosa alfombre roja de casi una hectárea de área recubre el suelo sin dar lugar a una sola imperfección. Las paredes rosa están recubiertas casi totalmente por incontables diplomas, documentos y cartas enmarcadas llevando todas en su base el mismo nombre: “Adolfo Cupido Johnson”. El señor Cupido Johnson los mira con orgullo y satisfacción mientras avanza entre medio de las numerosas obras de arte, plantas, columnas y adornos varios; dirigiéndose al escritorio que se encuentra en el centro de tan impresionante escenario. Detrás del mueble cuelga del invisible techo el escudo de la compañía, representado por el famoso arco y sus dichosas flechas envenenadas. El director general y absoluto se sienta en el hermoso sillón de cuero, indicándole a Martínez que haga lo mismo en una miserable sillita de mimbre que se encuentra en el lado opuesto.
El empleado parece ahora intimidado por tanta magnificencia y duda si es él quien debe dar inicio a la conversación. Finalmente tras varios minutos plagados de guerras de miradas y falsas toses es el Director quien habla primero.
- Si es para esto que usted me pidió reunirse conmigo Lorenzo, puede tomar una fotografía mía y hacerlo el resto del día.- Se regodea de su pésimo chiste con una amplia sonrisa, invitando al otro a hacer lo mismo. Martínez permanece serio, decidido por fin a hablar.
- En realidad señor Johnson…
- Por favor llámeme Cupido.- interviene el otro sin borrar su asquerosa sonrisa. – Ha sido mi nombre durante siglos y espero que la suma de un nuevo apellido (temas puramente burocráticos, se lo aseguro) debería cambiar eso.
Esta vez Martínez sí sonríe un poco para sí mismo, luego continúa. – En realidad señor Cupido estoy aquí para presentar mi renuncia.
Las palabras caen como un balde de agua helada sobre el director, quien no encuentra palabras para replicar tal afirmación. La escena se congela nuevamente, el empleador sin saber que decir y el empleado observando el efecto de sus palabras con una extraña mezcla de satisfacción y temor. El señor Cupido Johnson respira profundamente y toma de uno de los cajones del escritorio un archivo en cuya tapa brilla el nombre de su interlocutor, tras escrutarlo brevemente lo deja cerrado sobre el escritorio.
- ¿Renunciar ha dicho Lorenzo?- exclama finalmente el señor Cupido sin poder ocultar su sorpresa pero intentando no aparentar enojo alguno – Según los registros usted es un buen empleado, no particularmente destacado pero cumplidor, al parecer ha presentando varias quejas en cuanto a las retribuciones por su trabajo y hay quienes se han quejado del ojo crítico con que ve muchas de las decisiones que toma la compañía pero eso es bastante normal para todos los empleados, nada tan grave como para justificar tal decisión. ¿Por qué querría usted renunciar? ¿Qué motivos tiene?
- Simplemente no he recibido de esta compañía las satisfacciones que esperaba obtener cuando ingresé a ella hace ya varios años.
- No tantos, no tantos Lorenzo, fíjese que es usted un hombre muy joven aún, ¿cómo sabe si esas satisfacciones no están aún por venir? Muchos de los empleados más satisfechos han tardado muchos más años de los que usted ha vivido en lograr su objetivo. Y ahora usted, un hombre con todo el futuro por delante quiere echar eso por la borda después de solo un par de insatisfacciones que ni siquiera han sido muy traumáticas que digamos.
- Reconozco que aún no he visto ni lo mejor ni lo peor que encierra este lugar, y que mis fracasos pueden parecer insulsos a la mayoría de los que los analicen, pero son prueba más que suficiente para darme cuenta de que aquí yo no tengo ningún futuro.
En el rostro del Señor Cupido se dibuja una mueca de disgusto, después de milenios de excelente cumplimiento del deber un muchachito recién salido de la cuna osa poner en duda todo su trabajo. Sabe que no puede permitirlo.
- Mire Lorenzo- dice recuperando su falso tono cordial y su asquerosa sonrisa- usted no es el primero en plantearme la misma situación, aunque sí uno de los más jóvenes, y debo decirle que todos aquellos hombres y mujeres que han querido dejar la compañía han terminado regresando a nuestras filas, sabiendo que este es su lugar y que aquí se cumple su destino. Es inútil que se marche.
- ¿Está diciendo que no puedo irme por propia elección? ¿Piensa obligarme a permanecer aquí por la fuerza?- dice Martínez enarcando una ceja. Conoce muy bien el efecto que tendrán sus palabras, ha preparado cuidadosamente cada una de ellas para asegurarse de que cumplan su objetivo. Con estas preguntas desea desarmar a su oponente de cualquier tono amenazador que pueda llegar a tomar. La estrategia surte efecto.
- ¡Por supuesto que no!- Exclama el director con un rastro de miedo en su voz. – Aquí cada uno entra y sale por la propia voluntad. Yo no lo he amenazado de nada, simplemente le explico lo que ha sucedido con los anteriores casos parecidos al suyo.
- Pues entonces si ellos pudieron regresar yo también puedo hacer lo mismo si es que llego a darme cuenta de que he cometido un error, ¿no le parece?
- Pero no será lo mismo Lorenzo, esas personas nunca pudieron retomar su anterior espíritu de trabajo. Nunca fueron las mismas. Yo le digo esto para prevenirlo, quiero ayudarlo a que no cometa un grave error. No me vea como un enemigo aquí, yo estoy de su lado.
- ¿Realmente?- replica Martínez con sorna. Ya ha perdido el miedo y la timidez. Ya no hay vuelta atrás. – Pensé que lo que usted quería era un nuevo diploma colgando de sus infinitas paredes.
- ¡No se haga el listo conmigo muchachito!- Vocifera Cupido dando lugar a la cólera por primera vez en mucho tiempo. – ¡Usted no sabe nada! Cree que por unos míseros fracasos propios tiene derecho a arruinar mi trabajo y mi reputación. Cree que sus intereses están más allá de los de la compañía. Claro que sí, ¿usted es muy importante no? ¿Si no sale todo como usted quiere simplemente renuncia? Yo digo ¿quién carajo se cree que es? Aquí hay millones de empleados que sufrieron todos los males y decepciones que se pueda usted imaginar, pero aquí siguen, luchando por lo que quieren, para alcanzar sus metas, y tal vez algún día lograrán su recompensa. Sé que hay muchos que la obtienen sin merecerlo pero yo no hice las reglas, solo las cumplo. Dígame por favor quien mierda le da derecho a usted para quejarse de esas reglas, de mí y de toda esta maldita empresa. Si quiere renunciar por lo menos tenga una razón valedera y no me venga con idioteces sobre el sufrimiento y el dolor porque de eso ya he escuchado demasiado. Aquí todos sufren, pero no me diga que al final no vale la pena el sufrimiento por aquella esperanza de que las cosas lleguen a buen término.-
Con una vena del cuello a punto de estallar el director Cupido Johnson permanece quieto, rojo en cara, observando a aquel muchacho que logró hacerlo montar en cólera en apenas media hora.
- El problema…- replica Martínez sin perder la serenidad. -… es que yo ya no tengo esa esperanza de la que habla. Ya no busco alcanzar ningún objetivo, ni siquiera lo tengo. Simplemente estoy aquí pasando el tiempo, amargando mi existencia cada vez más sin llegar a nada. Si paso otro día aquí voy a morir de pura frustración. No sé si es la decisión correcta, no sé si algún día me veré obligado a volver. Pero por lo pronto necesito dejar este lugar, me enferma, me destruye, ya no puedo más, siento que no es mi lugar. Es por ello que me marcho, no porque el fracaso me atemorice, sino que es la falta de fracasos y logros, la falta de todo lo que ya no soporto. Por eso creo que lo mejor sea renunciar, así tal vez logre comprender que es lo que no funciona conmigo y si algún día regreso podré cumplir con mi destino o como quiera usted decirle. No culpo a la compañía ni a usted, me culpo a mi mismo por mis limitaciones. Así que no tema por su orgullo ni el de este lugar, tema simplemente que no haya más como yo que desertan sin razón aparente.
- Desearía en cambio que hubiese más como usted Lorenzo.- Dice al fin el señor Cupido suspirando. – A pesar de que aún no entiendo su posición admiro su honestidad, que es lo que más hace falta en este negocio en estos días. Vaya, sé que ya no se puede hacer nada para evitar su partida, parece usted demasiado resuelto. Espero que tenga suerte en su búsqueda o lo que sea que emprenda allí afuera y sepa que si desea regresar su lugar siempre estará disponible. Tal vez esta no sea la última vez que nos veamos.
- Sí, tal vez…- Concluye Martínez sonriendo. No es una sonrisa de victoria, ni tampoco de alegría, no es nada realmente, solo un momento de comprensión hacia su enemigo. – Adiós señor Cupido.
Sale de la oficina sin escuchar la respuesta. Martínez se dirige apresuradamente a su cubículo ante la mirada de asombro de miles de compañeros. Algunos lo ven con temor, como creyendo que se trata de un ente extraño y dañino. Otros con comprensión, saben lo que siente y quisieran poder hacer lo mismo, pero por el temor o la esperanza les impide hacerlo. Otros, lo ignoran, como creyendo que tal decisión no puede ser en serio y que lo verán volver en pocas horas, tal vez así será. Pero nadie lo mira como si fuese a extrañarlo, será solo uno menos, un lugar vacío entre las sombras de miles de millones de otros cubículos. Ninguna mirada añora su permanencia, ninguna le pide que se quede. Eso es suficiente para decidir a Martínez, si nadie lo necesita nada tiene que hacer allí. Llega a su escritorio y observa sus pocas cosas, preguntándose si debe llevarse algún recuerdo. Niega tristemente, no hay nada allí que valga la pena recordar. Con un leve gesto desprende el cartelito de bronce de su pecho y lo deja en su lugar. Al observarlo allí un último pensamiento cruza su mente: “Tal vez”. Sonríe, esta vez de alegría, tal vez… tal vez algún día haya esperanza para él. Y con ese pensamiento se encamina hacia la salida, tarareando a momentos una triste canción de amor.
domingo, julio 23, 2006
La introducción
En general las introducciones sirven como presentación para luego introducir un texto. En este caso la introducción se trata del mismo texto. Y bueno ¿qué más quieren? Estoy cansado, estoy dormido, estoy flasheando como si me hubiese dado con 5 kilos de María Juana Cannabis, más que esto no puedo lograr en este estado. Acá no sólo hacemos obras de gran calidad (no me estoy riendo.. bueno, en realidad sí) sino que también experimentamos con la literatura. Ojalá que lo disfruten y que me mientan si no les gusta, saludos.
Mariela es una joven chica colombiana residente en Boston que trabaja en una tienda da ropa. El dueño de la tienda se llama Brian, tiene 42 años y desde hace tiempo que no visita el museo de la ciudad. Su esposa, Linda, maneja un auto convertible, cuya chapa fue fabricada por un obrero vietnamita apellidado Ying. Al señor Ying no le gusta viajar pues afirma que no es necesario moverse de casa si el mundo hoy en día puede conocerse a través de la pantalla del televisor; una interesante teoría que comparte Jaime, la editora del periódico de un pequeño pueblo del sur de Canadá. Allí vive Estaban, un inmigrante chileno que llegó hace unos 11 años tras la terrible muerte de su madre. Ella era una mujer muy sabia, que siempre daba buenos consejos a todo aquel que la conociese, por ejemplo a Sandro, el hijo del panadero cuyos postres compra cada tarde Camila Guzmán, que tiene familia en Córdoba. Uno de esos familiares es José, un niño que desea convertirse en el nuevo Monet. Justamente un Monet original cuelga en la pared Samantha Yarenstone, la más grande chismosa que haya conocido el novio de la chica que el año pasado participó en aquel concurso de belleza cuyo espectáculo de intermedio fue realizado por una banda nacida en las afueras de Bristol. Su primer single fue “You´ll never see another dawn”, obra inspirada en el desamor que sufrió el cantante por culpa de una joven de nombre desconocido. Ella, traumada por el suceso, decidió huir a Francia y comenzar una nueva vida como recepcionista de un restaurante de buena fama en Lyon. Dicho restaurante había sido inaugurado por una familia italiana que soñaba con vivir de sus famosos tortellinis hechos por la abuela. Pero la abuela murió y Giuseppe, el hijo mayor, debió hacerse cargo del negocio para cubrir las deudas de la familia y pagar el alquiler de su casa. Era esta una residencia modesta, construida poco tiempo antes y había albergado al que poco tiempo después se daría a conocer como el gran director de cine Jean Risellieu. Hoy en día el apellido Risellieu rivaliza con los de Spilberg, Jackson y Giordano gracias a su gran éxito “Forajidos”. La película trata sobre un grupo de ladrones de ganado que cruzan medio Estados Unidos para llegar hasta Libertown. En el largometraje poco se ve de esta pequeña gran ciudad, famosa por su pintoresca historia, la cual se encuentra casi completa en la ultima edición de “leyendas de las américas” de Rodan While. Este autor ha dejado recientemente de lado la novela de ciencia ficción para dedicarse de lleno a la historia, hecho que no ha sido bien recibido por los críticos. Uno de ellos, el licenciado Martin Fisher, calificó a este hecho de “insulto a la literatura moderna”. Fisher reconoció luego que esas palabras salieron de su pluma en un momento de furia causado por el rompimiento de con su novia Mariela, una joven chica colombiana residente en Boston que trabaja en una tienda da ropa.
Aclaración: Muchos de los hechos, personas, lugares, palabras que empiecen con "e" que se nombran en este texto no existen realmente, al igual que la lucidez mental de quien las escribe. Usen la imaginación que para algo la tienen.
PD: Esto deja prueba más que suficiente de que se puede hablar (o escribir) durante mucho tiempo si decir nada en realidad.
Mariela es una joven chica colombiana residente en Boston que trabaja en una tienda da ropa. El dueño de la tienda se llama Brian, tiene 42 años y desde hace tiempo que no visita el museo de la ciudad. Su esposa, Linda, maneja un auto convertible, cuya chapa fue fabricada por un obrero vietnamita apellidado Ying. Al señor Ying no le gusta viajar pues afirma que no es necesario moverse de casa si el mundo hoy en día puede conocerse a través de la pantalla del televisor; una interesante teoría que comparte Jaime, la editora del periódico de un pequeño pueblo del sur de Canadá. Allí vive Estaban, un inmigrante chileno que llegó hace unos 11 años tras la terrible muerte de su madre. Ella era una mujer muy sabia, que siempre daba buenos consejos a todo aquel que la conociese, por ejemplo a Sandro, el hijo del panadero cuyos postres compra cada tarde Camila Guzmán, que tiene familia en Córdoba. Uno de esos familiares es José, un niño que desea convertirse en el nuevo Monet. Justamente un Monet original cuelga en la pared Samantha Yarenstone, la más grande chismosa que haya conocido el novio de la chica que el año pasado participó en aquel concurso de belleza cuyo espectáculo de intermedio fue realizado por una banda nacida en las afueras de Bristol. Su primer single fue “You´ll never see another dawn”, obra inspirada en el desamor que sufrió el cantante por culpa de una joven de nombre desconocido. Ella, traumada por el suceso, decidió huir a Francia y comenzar una nueva vida como recepcionista de un restaurante de buena fama en Lyon. Dicho restaurante había sido inaugurado por una familia italiana que soñaba con vivir de sus famosos tortellinis hechos por la abuela. Pero la abuela murió y Giuseppe, el hijo mayor, debió hacerse cargo del negocio para cubrir las deudas de la familia y pagar el alquiler de su casa. Era esta una residencia modesta, construida poco tiempo antes y había albergado al que poco tiempo después se daría a conocer como el gran director de cine Jean Risellieu. Hoy en día el apellido Risellieu rivaliza con los de Spilberg, Jackson y Giordano gracias a su gran éxito “Forajidos”. La película trata sobre un grupo de ladrones de ganado que cruzan medio Estados Unidos para llegar hasta Libertown. En el largometraje poco se ve de esta pequeña gran ciudad, famosa por su pintoresca historia, la cual se encuentra casi completa en la ultima edición de “leyendas de las américas” de Rodan While. Este autor ha dejado recientemente de lado la novela de ciencia ficción para dedicarse de lleno a la historia, hecho que no ha sido bien recibido por los críticos. Uno de ellos, el licenciado Martin Fisher, calificó a este hecho de “insulto a la literatura moderna”. Fisher reconoció luego que esas palabras salieron de su pluma en un momento de furia causado por el rompimiento de con su novia Mariela, una joven chica colombiana residente en Boston que trabaja en una tienda da ropa.
Aclaración: Muchos de los hechos, personas, lugares, palabras que empiecen con "e" que se nombran en este texto no existen realmente, al igual que la lucidez mental de quien las escribe. Usen la imaginación que para algo la tienen.
PD: Esto deja prueba más que suficiente de que se puede hablar (o escribir) durante mucho tiempo si decir nada en realidad.
domingo, junio 11, 2006
El Poeta
Bueno, regreso a la poesía para mantener esto activo y actual. Hice bastante mezcla de estilos en esto, la mayoría es verso libre pero también hay un par de rimas metidas porahi... se nota que nunca aprendí las reglas para escribir esto, pero bue, lo que sale sale y si la métrica está mal, mala suerte.
Alma solitaria que busca
Refugio en las palabras.
Corazón vagabundo que habla
De amores que jamás serán.
Templario del saber,
Defensor de la belleza,
La poesía es su religión,
La pluma es su espada.
Oscura es su figura
Oscura es su mirada
Así como la tinta
Sangre de su cuerpo.
Escribe sobre el amor
Buscando quien le responda
Más sin clara destinataria
De sus brillantes creaciones.
Jamás llegue el día
Que el poeta se enamore,
Pues dejará de ser tal,
Para convertirse en hombre.
Esa es la triste condena
Del artista de la pluma
Crear las más dulces palabras
Sin conocer siquiera una.
Alma solitaria que busca
Refugio en las palabras.
Corazón vagabundo que habla
De amores que jamás serán.
Templario del saber,
Defensor de la belleza,
La poesía es su religión,
La pluma es su espada.
Oscura es su figura
Oscura es su mirada
Así como la tinta
Sangre de su cuerpo.
Escribe sobre el amor
Buscando quien le responda
Más sin clara destinataria
De sus brillantes creaciones.
Jamás llegue el día
Que el poeta se enamore,
Pues dejará de ser tal,
Para convertirse en hombre.
Esa es la triste condena
Del artista de la pluma
Crear las más dulces palabras
Sin conocer siquiera una.
viernes, mayo 26, 2006
Excusas
Imaginando variadas formas de explicar por qué carajo me comprometí conmigo mismo a subir un post por semana al menos y ahora no pongo ni siquiera uno por mes se me ocurrieron tantas idioteces que pensé que serían dignas de un post. ¿Ven? Mis problemas se auto-resuelven, después dicen que el Karma no existe. Es así que creé esta hermosa lista (sí, me encantan las listas, es más, cuando sea grande me voy a casar con una y vamos a tener pequeños párrafos para alimentar hasta que me venga la crisis de los 40 y me escape con una novela, pelotudos) de excusas, habladurías y razones varias por las que no le presto suficiente atención a mi querido blog. Luego procederé a desmentir cada una de estas historias, no porque sea un George Washington cualquiera que no versea ni para encamarse a una mina (bue, en lo de patéticos si tenemos algo en común), sino porque sé que les resulta gracioso más el verme hablar mal de mí mismo que el simplemente enumerar una incoherencia tras otra.
No escribo en mi blog porque me falta tiempo: una mentira que cualquiera que me haya conocido por más de 15 minutos sabe que es casi una blasfemia. No es secreto que soy un maldito vago que se rasca todo el día y abusa de su buena suerte para zafar de pruebas, exámenes y lecciones en el colegio. El día que aquella buena suerte se acabe (es decir, el primer día que pise el suelo de cualquier instituto universitario) voy a terminar lavando inodoros de baños químicos en villa Fiorito antes de lo que puede decirse “Tomoyosita”.
No escribo en mi blog porque no me dejan usar la PC tanto tiempo: Creo que ya estoy empezando a desarrollar raíces de tanto tiempo que paso con mi trasero adherido a la silla que se encuentra frente a mi ordenador.
No escribo en mi blog porque sino me pierdo la novela de las 4:37: la única vez que vi algo remotamente parecido a una novela de la tarde estaba solo, era la 1 de la mañana, estaba puesto en I-sat y había mucha gente desnuda. Ya se pueden hacer una idea.
No escribo en mi blog porque tengo miedo que critiquen lo que escribo: Ya me acostumbré a vivir en el fracaso, si no me creen miren la lista de novias que tuve durante los últimos 4 años y dense cuenta de quien les está hablando. Si me afectase la opinión ajena sobre lo que escribo no hubiese creado este blog en primer lugar, no voy a ser uno de esos tipos que ante la primer opinión negativa se encierran en el closet a escuchar alguna canción de Evanescence (sé que seré insultado por este comentario) que los ayude a superar su depresión sin meterse 3476 pastillas por la boca.
No escribo en mi blog porque Marte entró en Sagitario: es sabido que Marte para entrar en Sagitario tiene que agarrar por Cáncer y seguir hasta Libertador, ahí dobla a la derecha hasta que se encuentra un cartel que reza: "Jorgito es hincha del Pincha”. Desde allí ve una licorería de aspecto respetable y se dirige en sentido opuesto hacia la luz del horizonte donde debería tomarse el 60 (¿y cuál sino?) para llegar a Sagitario, pero no puede porque hay paro de colectiveros en reclamo de una mejora de presupuesto para los adornos de techo de sus vehículos. Así que resumiendo: Marte no puede entrar en Sagitario por los próximos 5 años al menos.
No escribo en mi blog porque mis creencias no me lo permiten: no existe ninguna cláusula en la “Guía del pseudo intelectualoide que se la tira de groso” que prohíba la creación y publicación de incoherencias en un blog, es más, la estimula. Sí tiene un par de tratados contra las masacres de ortografía en los fotologs y las viejas que dicen “timbero”, pero muy pocos les dan importancia.
No escribo en mi blog porque aún no he descubierto la razón de mi existencia: un viejo sabio me confesó hace tiempo que la razón de mi existencia era convertirme en el capitán de la selección de softball de Japón. Después me di cuenta de que el viejo era en realidad una maceta, pero esa idea quedó marcada en mi subconsciente para siempre, en 3 meses saco la residencia y me mudo a Kyoto para empezar a entrenar.
No escribo en mi blog porque se me bajan virus de Internet cuando subo los posts: mi computadora contiene todo tipo de virus habido y por haber, además creo que están empezando a reproducirse y hasta se armaron una ciudad con edificios, micros, villas, chorros, policía violenta y barrios cerrados como en la vida real. El que yo le tenga miedo a los virus sería como que un fanático de Miranda que le tiene miedo al rímel.
No escribo en mi blog porque el gobierno me censura: El saber que escribo cosas lo suficientemente importantes como para ser censurado haría maravillas en mi autoestima. Lamentablemente el único cambio que me pidieron que hiciese hasta ahora fue que sacara la foto que tengo sobre la derecha de la página porque supuestamente le estoy robando la imagen al tipo de Everwood.
No escribo en mi blog porque nadie lo lee: viendo el enorme número de comentarios que recibió el último post se podría decir que esto es verdad, pero la realidad es que hay mucha gente que se me acerca todos los días (o todos los meses cuando sale algo por lo menos) para decirme que entró y le gustó (si no le gustó en general no me lo dice pero me doy cuenta igual por su reacción). Así que bueno, agradezco a los que leen y me dan su apoyo porque me ayudan a mejorar y a esforzarme más, a pesar de todas las excusas que pongo para seguir en la vagancia, sin ustedes este blog probablemente habría dejado de existir hace tiempo, si la muerte hubiese sido por sobredosis o ataque de ardillas rabiosas lo dejo a su criterio. ´Chas gracias.
No escribo en mi blog porque me falta tiempo: una mentira que cualquiera que me haya conocido por más de 15 minutos sabe que es casi una blasfemia. No es secreto que soy un maldito vago que se rasca todo el día y abusa de su buena suerte para zafar de pruebas, exámenes y lecciones en el colegio. El día que aquella buena suerte se acabe (es decir, el primer día que pise el suelo de cualquier instituto universitario) voy a terminar lavando inodoros de baños químicos en villa Fiorito antes de lo que puede decirse “Tomoyosita”.
No escribo en mi blog porque no me dejan usar la PC tanto tiempo: Creo que ya estoy empezando a desarrollar raíces de tanto tiempo que paso con mi trasero adherido a la silla que se encuentra frente a mi ordenador.
No escribo en mi blog porque sino me pierdo la novela de las 4:37: la única vez que vi algo remotamente parecido a una novela de la tarde estaba solo, era la 1 de la mañana, estaba puesto en I-sat y había mucha gente desnuda. Ya se pueden hacer una idea.
No escribo en mi blog porque tengo miedo que critiquen lo que escribo: Ya me acostumbré a vivir en el fracaso, si no me creen miren la lista de novias que tuve durante los últimos 4 años y dense cuenta de quien les está hablando. Si me afectase la opinión ajena sobre lo que escribo no hubiese creado este blog en primer lugar, no voy a ser uno de esos tipos que ante la primer opinión negativa se encierran en el closet a escuchar alguna canción de Evanescence (sé que seré insultado por este comentario) que los ayude a superar su depresión sin meterse 3476 pastillas por la boca.
No escribo en mi blog porque Marte entró en Sagitario: es sabido que Marte para entrar en Sagitario tiene que agarrar por Cáncer y seguir hasta Libertador, ahí dobla a la derecha hasta que se encuentra un cartel que reza: "Jorgito es hincha del Pincha”. Desde allí ve una licorería de aspecto respetable y se dirige en sentido opuesto hacia la luz del horizonte donde debería tomarse el 60 (¿y cuál sino?) para llegar a Sagitario, pero no puede porque hay paro de colectiveros en reclamo de una mejora de presupuesto para los adornos de techo de sus vehículos. Así que resumiendo: Marte no puede entrar en Sagitario por los próximos 5 años al menos.
No escribo en mi blog porque mis creencias no me lo permiten: no existe ninguna cláusula en la “Guía del pseudo intelectualoide que se la tira de groso” que prohíba la creación y publicación de incoherencias en un blog, es más, la estimula. Sí tiene un par de tratados contra las masacres de ortografía en los fotologs y las viejas que dicen “timbero”, pero muy pocos les dan importancia.
No escribo en mi blog porque aún no he descubierto la razón de mi existencia: un viejo sabio me confesó hace tiempo que la razón de mi existencia era convertirme en el capitán de la selección de softball de Japón. Después me di cuenta de que el viejo era en realidad una maceta, pero esa idea quedó marcada en mi subconsciente para siempre, en 3 meses saco la residencia y me mudo a Kyoto para empezar a entrenar.
No escribo en mi blog porque se me bajan virus de Internet cuando subo los posts: mi computadora contiene todo tipo de virus habido y por haber, además creo que están empezando a reproducirse y hasta se armaron una ciudad con edificios, micros, villas, chorros, policía violenta y barrios cerrados como en la vida real. El que yo le tenga miedo a los virus sería como que un fanático de Miranda que le tiene miedo al rímel.
No escribo en mi blog porque el gobierno me censura: El saber que escribo cosas lo suficientemente importantes como para ser censurado haría maravillas en mi autoestima. Lamentablemente el único cambio que me pidieron que hiciese hasta ahora fue que sacara la foto que tengo sobre la derecha de la página porque supuestamente le estoy robando la imagen al tipo de Everwood.
No escribo en mi blog porque nadie lo lee: viendo el enorme número de comentarios que recibió el último post se podría decir que esto es verdad, pero la realidad es que hay mucha gente que se me acerca todos los días (o todos los meses cuando sale algo por lo menos) para decirme que entró y le gustó (si no le gustó en general no me lo dice pero me doy cuenta igual por su reacción). Así que bueno, agradezco a los que leen y me dan su apoyo porque me ayudan a mejorar y a esforzarme más, a pesar de todas las excusas que pongo para seguir en la vagancia, sin ustedes este blog probablemente habría dejado de existir hace tiempo, si la muerte hubiese sido por sobredosis o ataque de ardillas rabiosas lo dejo a su criterio. ´Chas gracias.
martes, mayo 16, 2006
Despertar
Hace casi dos meses que no aparece nada por acá y decir que ando escaso de tiempo sería como decir que Uruguay este año pega la vuelta olímpica en Alemania. La verdad es que lo que escasea es la inspiración así que si no les gusta este último trabajo o no le encuentran un sentido me importa un huevo batido con vanilla porque, como dijo algún viejo sabio, "es lo que hay". Saludos.
Acostado en la cama comienza a despertar, el sueño placentero que vive se va desvaneciendo lentamente. Las imágenes se ofuscan y pierden su color a medida que la consciencia regresa a su ser. El rostro de aquella mujer desaparece con una sonrisa calma y una palabra en sus labios que no alcanza a oír. Ve figuras corriendo, niños jugando tal vez, y siente que esa felicidad se le escapa de entre el cuerpo. Pasan ante él miles de caras y sentimientos que recuerda haber sentido en ese corto tiempo, todo es parte de él, y todo lo abandona ahora pues el despertar llega, implacable y terrible.
Siente que sus ojos se abren por sí mismos ante una luz cegadora y hermosa que lo invita a alejarse del mundo en que aún está sumergido. Pero él no quiere despertar, se rehúsa a dejar inconcluso un sueño tan placentero, pues la historia no tiene aún final y más que nada desea vivir en ese mundo hasta el último instante. Su despertar es similar a una tormenta, la ve acercarse y nada puede hacer para detenerla, por más que huya y se esconda siempre llegarán las nubes, la lluvia y la muerte sobre él.
Justamente es la muerte lo que él teme, la muerte de ese sueño al que jamás volverá tras el despertar. Teme que ese mundo pase al olvido, que todo lo que significa, todo lo que es, desaparezca apenas abra sus ojos. Por eso lucha desesperadamente contra lo inevitable, se niega a aceptar su inminente destino y se revuelve una y otra vez con el único deseo de llevarse una parte de ese lugar, un simple recuerdo, una palabra, un nombre.
De pronto su mano alcanza el sueño, y roba ese nombre de ese mundo, esa sola palabra que vale todo el sueño entero, el nombre que le quita el miedo y le infunde el valor para enfrentar el despertar. Ese nombre que fue todo en el sueño, el centro mismo de su existencia, con ese nombre en su memoria puede por fin dejarse llevar del otro lado, y dejar morir el sueño que tanto amó. O más bien es el quien muere en el despertar, pues el sueño continúa sin él presente, notando apenas su ausencia. El sueño es el mismo, solo falta un nombre. Camina ahora sin miedo hacia la luz, el despertar llega finalmente pero el ya no lo teme, sonríe y se repita una y otra vez el nombre por el que tanto ha luchado. Nada más necesita.
El doctor abre lentamente la puerta y deja salir a la mujer que con dulces ojos llenos de lágrimas saluda por última vez el cuerpo su marido. El doctor dice que no se rindió en ningún momento, que luchó hasta al final para seguir con vida y que solo al final cuando la vida se escapaba de su cuerpo pronunció una palabra sola, tan clara como la luz que lo iluminaba, un nombre, el nombre de ella, seguido de un último suspiro. De todo cuanto existe en este mundo se ha llevado consigo lo más preciado.
Acostado en la cama comienza a despertar, el sueño placentero que vive se va desvaneciendo lentamente. Las imágenes se ofuscan y pierden su color a medida que la consciencia regresa a su ser. El rostro de aquella mujer desaparece con una sonrisa calma y una palabra en sus labios que no alcanza a oír. Ve figuras corriendo, niños jugando tal vez, y siente que esa felicidad se le escapa de entre el cuerpo. Pasan ante él miles de caras y sentimientos que recuerda haber sentido en ese corto tiempo, todo es parte de él, y todo lo abandona ahora pues el despertar llega, implacable y terrible.
Siente que sus ojos se abren por sí mismos ante una luz cegadora y hermosa que lo invita a alejarse del mundo en que aún está sumergido. Pero él no quiere despertar, se rehúsa a dejar inconcluso un sueño tan placentero, pues la historia no tiene aún final y más que nada desea vivir en ese mundo hasta el último instante. Su despertar es similar a una tormenta, la ve acercarse y nada puede hacer para detenerla, por más que huya y se esconda siempre llegarán las nubes, la lluvia y la muerte sobre él.
Justamente es la muerte lo que él teme, la muerte de ese sueño al que jamás volverá tras el despertar. Teme que ese mundo pase al olvido, que todo lo que significa, todo lo que es, desaparezca apenas abra sus ojos. Por eso lucha desesperadamente contra lo inevitable, se niega a aceptar su inminente destino y se revuelve una y otra vez con el único deseo de llevarse una parte de ese lugar, un simple recuerdo, una palabra, un nombre.
De pronto su mano alcanza el sueño, y roba ese nombre de ese mundo, esa sola palabra que vale todo el sueño entero, el nombre que le quita el miedo y le infunde el valor para enfrentar el despertar. Ese nombre que fue todo en el sueño, el centro mismo de su existencia, con ese nombre en su memoria puede por fin dejarse llevar del otro lado, y dejar morir el sueño que tanto amó. O más bien es el quien muere en el despertar, pues el sueño continúa sin él presente, notando apenas su ausencia. El sueño es el mismo, solo falta un nombre. Camina ahora sin miedo hacia la luz, el despertar llega finalmente pero el ya no lo teme, sonríe y se repita una y otra vez el nombre por el que tanto ha luchado. Nada más necesita.
El doctor abre lentamente la puerta y deja salir a la mujer que con dulces ojos llenos de lágrimas saluda por última vez el cuerpo su marido. El doctor dice que no se rindió en ningún momento, que luchó hasta al final para seguir con vida y que solo al final cuando la vida se escapaba de su cuerpo pronunció una palabra sola, tan clara como la luz que lo iluminaba, un nombre, el nombre de ella, seguido de un último suspiro. De todo cuanto existe en este mundo se ha llevado consigo lo más preciado.
miércoles, abril 26, 2006
¡Has ganado!
Buenos días, hoy nos hemos reunidos frente a esta cálida pantalla de computadora (si usted está leyendo esto en papel sepa que es un desperdicio de tinta, papel y tiempo el imprimir una incoherencia como esta) para hablar sobre las benditas promociones que todo producto que se respete manda alguna vez en su historia. ¿Quién de nosotros no levanta la tapita de una gaseosa, envoltorio de chicle o hasta el interior de una baguette francesa en busca del ansiado papelito que diga “Te ganaste un (inserte aquí boludez que dan en dichos concursos)”? Se dice que dichas promociones fueron inventadas hace miles de años en china para promover el consumo de arroz, imagino que la promoción debe haber sido algo tipo “con cada compra de 200 kilogramos de arroz usted se gana un automóvil 0 kilómetros”, claro que la gente de la época no tenía la más puta idea de lo que era un auto, menos aún de lo que era un kilómetro y ni siquiera se había inventado el sistema decimal, pero la curiosidad podía más que ellos, como aún sucede hoy en día. Por supuesto ningún chino veía ni la foto del tipo que se suponía que tenía el taller donde alguna vez había trabajado el que había ajustado el embriague del auto en cuestión, como aún sucede hoy en día, pero todos eran felices con solo participar. Ilusos.
La historia demuestra, paradójicamente, que la historia se repite y así sucedió con los griegos los cuales compraban enormes cantidades de vino “Dionisio” porque te si mandabas el envase al Olimpo participabas en el sorteo de 15 entradas para una orgía, casualmente siempre ganaban 14 minas buenísimas y el hijo del dueño de la vinería. Los romanos adoptaron esta costumbre y regalaban orgías en casi todos sus productos, es más, solo por entrar al coliseo te repartían 20 folletos invitándote a varias fiestas de este tipo, en las que por diversas razones terminaban siendo todos tipos, pero bueno, ya sabemos como acabaron estos muchachos.
Así llegamos a la edad media, donde este tipo de promociones adquirió un tono más clandestino. Constaba principalmente en los clásicos productos dobles, es decir, si te llevabas un anillo de oro te regalaban un cepillo para la nena de la casa o un caballito de madera para que el joven noble jugase a asesinar brutalmente miles de campesinos como hacía su papá. Sin embargo la mayoría de estos productos regalo, al estar exentos de impuestos, cobraban un carácter más ilegal, hasta llegar al extremo de que el producto era cualquier boludez para justificar el regalo, algo así como “compre este pedazo de pasto a 200 pesos y de regalo llévese este hermoso frasquito con veneno”. Encima cuando los historiadores se preguntan de donde venían tantas pestes y epidemias culpan a las pobres e inocentes ratas.
Durante el renacimiento a estas promociones infames se les unió un aliado poderoso, el marketing. ¿Quien podía resistirse a pagar 10 mangos extra por esa hermosa colección de platos de porcelana que aparecía pintada en un cuadro digno de artistas de la talla de da Vinci, Botticelli, Rafael Nadal o el mismísimo Ronaldinho? Después cuando uno recibía tres platos de plástico, todos distintos y con la figura de Barney el dinosaurio (sí, pongo una referencia a este maldito bastardo cada vez que puedo) pintada se ponía a pensar que demonios había pasado, pero ya era demasiado tarde para quejarse, aparte si pensabas mucho te agarraba la inquisición y ¡a la hoguera!
Así llegó la edad moderna, los medios de comunicación masiva, la propaganda subliminal y el rey de las promociones inútiles: Tevé Compras (productos pensados para su satisfacción cuando les pase por arriba con una aplanadora), mejor conocido como el “¡Llame ya!”. No hace falta decir que esta última época reúne todas las peores cualidades de las anteriores, aumentadas por los recursos de la tecnología moderna (como el tipo que te reparte folletos por la calle). Veamos ahora algunas de las características de las promociones actuales:
El límite de vencimiento: esta estrategia es muy común. Se trata de poner una promoción a un producto con límite de vencimiento en una fecha dos días posterior a cuando el producto sale a la venta. Así la gente ve el embase de galletitas que dice “junte mil paquetes y llévese una cartuchera firmada por Moria Casán” y comienza a llenar su despensa de paquetes cuyo contenido termina muchas veces en la basura. Para cuando milagrosamente alcanza el número necesario, descubre que la promoción finalizó hace 4 años pero que igual siguen sacando el paquete con la promoción anunciada en la tapa (esto no es solo una estrategia comercial, muchas veces simplemente les da paja cambiar el diseño).
El “ya se llevaron el premio”: uno soporta largos meses de consumo de alguna porquería que ni siquiera les gusta solo para sacar el cartoncito que les dice que se ganaron otra porquería que encima es inútil. Cuando van al kiosco, kiosko, quisko, quiosquito, maxi-kiosco, kiosco de Rubén o tienda de la esquina a cambiar el cartoncito les dicen que se terminaron. A continuación sigue la trágica escena del tipo colgándose una piedra del cuello y saltando al Támesis en un acto de desesperación.
La publicidad miente: Muchas veces el increíble pela papas a energía solar que nos mandan gratis con la aspiradora de bolsillos (no confundir con “de bolsillo”, son cosas completamente diferentes) no resulta ser tan magnífico. Empezando porque nos rebana los dedos y se lanza contra nuestra yugular cada vez que lo prendemos, también gasta una pila tamaño D en 2 minutos y se le quema el cablecito cada vez que se lo acerca a una papa real. Tanto el pela papas como la aspiradora (que la quedó porque no se le puede introducir polvo) terminan en un cajón lleno de basura similar que no tiramos porque nos da vergüenza admitir la forma en que desperdiciamos nuestro dinero.
Después de este breve resumen de la estafa de los concursos vamos a aclarar lo que quise plantear en un principio en el título de este invaluable manuscrito: ¿Qué pasa cuando uno gana un premio medio decente? No hay mejor forma de explicarlo que con un ejemplo de la vida real totalmente inventado:
Hace algunos meses y por esas casualidades de la vida resultó que, habiéndome comprado una gaseosa de 600cc de una marca poco conocida que no voy a nombrar para que no me manden a sus abogados a chuparme la sangre (sé lo que pasó por sus cabezas, tienen la mente pervertida), miré el reverso de la tapita y descubrí, oh gran alegría, que me había ganado un televisor de 29 pulgadas (osea, bastante grande). Muy feliz conmigo mismo corrí hasta mi casa para llamar a la compañía y preguntar como podía retirar mi premio, ahí empezaron los problemas. Este fue el diálogo con el primero de los muchos recepcionistas que me atendió.
Recepcionista 1: ¿quién es? (en tono de “me agarraste en la mitad de una actividad manual”)
Yo: Esteeeee… llamaba por lo del concurso del televisor… (la comunicación telefónica no es muy fuerte, se podría contar como una de mis muchas discapacidades).
Sr. Manuela: Sí, ¿qué querés?
Yo: Bueno, es que acabo de encontrar la tapa ganadora.
Sr. Escéptico: No puede ser (eso ya no era una buena señal). Qué culo que tenés pendejo (esto en vez de reconfortarme me puso más nervioso todavía).
Miedoso: bueno, gracias. Es que quería saber cuando y donde puedo retirar el premio.
Sr. Desinformado: Ah, ni idea, tenés que llamar al número de información.
Gran Miedoso: ¿y no es este?
Sr. Excusa: Bueno sí, pero es que esto es más para atención al cliente viste, entonces medio como que no sé mucho de eso, probá a llamar más tarde a ver si alguien te puede decir algo.
Enorme Miedoso: Está bien pero, este… me podés dejar tu nombre así cualquier cosa pregunto por vos (Yo interno: te voy a hacer echar pajero de mierda).
Sr. “Regreso a mi” Manuela: piiiiiiiiii
Después de varios llamados atendidos por el mismo tipo y una gran serie de discusiones y amenazas, por fin 2 días después me atendió otro recepcionista, un sujeto de voz afrancesada.
Recepcionista 2: Hola, ¿qué necesita?
Yo (tomando confianza): Hola, encontré la tapa ganadora de su concurso, el del televisor, necesitaba saber como y cuando podía retirar el premio.
Recepcionista 2: Ay, ¿sabés que no tengo ni idea? Esperame un sec que te derivo con una chica amorosa que te va a decir todo lo que necesitás.
Yo: Gracias.
30 minutos de la 9ª sinfonía
Recepcionista 3: Buenas tardes.
Yo: Hola, encontré la tapa ganadora de su concurso, el del televisor, necesitaba saber como y cuando podía retirar el premio.
Recepcionista 3: Ah, vos sos el que me pasó Javier… mirá, tenés que llamar a este número (me da el número), ahí dejás tus datos para que te manden el televisor.
Yo: ¿y no me van a pedir ningún comprobante ni nada?
Recepcionista 3: Llamá allá y preguntá. (piiiiiiii).
Llamo al número nuevo
Máquina contestadota: (no hace falta aclarar, ¿verdad?)
Yo: (dejo mi número y aclaro que acabo de ganarme un puto televisor y me gustaría poder verlo antes del nuevo milenio)
Hora y media después suena el teléfono
Recepcionista 4 (el amo del sistema): ¿Hola?
Yo: hola ¿Quién habla?
R4 EADS: Hola
Yo: hola ¿Quién habla?
R4 EADS: ¿Hola? ¿Hola?
Yo: Hola, ¿¿Quién habla??
R4 EADS: ¿¿¿Hola???
Yo: ¡¡¡¡¡¡¡¡¿Quién carajo es?!!!!!!!!!!
R4 EADS: Hola, sí, te llamo de (compañía de bebidas con abogados vampiros). ¿Vos sos el que llamó para decir que había ganado el concurso?
Yo: Sí, quería saber co…
R4 EADS: Sí sí, mirá, primero dame el número del código de tu tapita a ver si corresponde.
Yo: (se lo doy, me sorprendió que fuese tan fácil, pobre de mí).
R4 EADS: Listo, es auténtico. Lo que tenés que hacer ahora es dejarme tus datos y venir acá a la central en (la loma del orto). Traés tu tapita, comprobamos tu documento para ver si está todo bien, si sos mayor y sos legal acá en Argentina (grave error eso de dejar dicho que era uruguayo). Si todo está bien en 2 meses vas a recibir el televisor, ¿entendiste?
Yo: Digamos que sí.
R4 EADS: Listo, dame tus datos por favor.
Yo: (le doy los de mi viejo porque no me da la cara para agregarme 5 años en el documento)
R4 EADS: Todo listo. (pip)
Pocos días después mi viejo fue al susodicho lugar donde comprobaron sus datos y le prometieron que el televisor llegaría en 3 meses.
1 años después recibí un televisor de 11 pulgadas del año 60, el cual tuve que tirar porque no tenía control remoto y eso de pararme a cambiar el canal no va con mi forma de ser.
En fin, con estos tipos no se puede ganar, mejor comprar productos sin ninguna promoción y ahorrarse la plata para comprar un billete de lotería o gastar todo en un casino, ahí tendremos mejores chances de ganar algo que en esas estúpidas promociones.
Fin de la transmisión.
La historia demuestra, paradójicamente, que la historia se repite y así sucedió con los griegos los cuales compraban enormes cantidades de vino “Dionisio” porque te si mandabas el envase al Olimpo participabas en el sorteo de 15 entradas para una orgía, casualmente siempre ganaban 14 minas buenísimas y el hijo del dueño de la vinería. Los romanos adoptaron esta costumbre y regalaban orgías en casi todos sus productos, es más, solo por entrar al coliseo te repartían 20 folletos invitándote a varias fiestas de este tipo, en las que por diversas razones terminaban siendo todos tipos, pero bueno, ya sabemos como acabaron estos muchachos.
Así llegamos a la edad media, donde este tipo de promociones adquirió un tono más clandestino. Constaba principalmente en los clásicos productos dobles, es decir, si te llevabas un anillo de oro te regalaban un cepillo para la nena de la casa o un caballito de madera para que el joven noble jugase a asesinar brutalmente miles de campesinos como hacía su papá. Sin embargo la mayoría de estos productos regalo, al estar exentos de impuestos, cobraban un carácter más ilegal, hasta llegar al extremo de que el producto era cualquier boludez para justificar el regalo, algo así como “compre este pedazo de pasto a 200 pesos y de regalo llévese este hermoso frasquito con veneno”. Encima cuando los historiadores se preguntan de donde venían tantas pestes y epidemias culpan a las pobres e inocentes ratas.
Durante el renacimiento a estas promociones infames se les unió un aliado poderoso, el marketing. ¿Quien podía resistirse a pagar 10 mangos extra por esa hermosa colección de platos de porcelana que aparecía pintada en un cuadro digno de artistas de la talla de da Vinci, Botticelli, Rafael Nadal o el mismísimo Ronaldinho? Después cuando uno recibía tres platos de plástico, todos distintos y con la figura de Barney el dinosaurio (sí, pongo una referencia a este maldito bastardo cada vez que puedo) pintada se ponía a pensar que demonios había pasado, pero ya era demasiado tarde para quejarse, aparte si pensabas mucho te agarraba la inquisición y ¡a la hoguera!
Así llegó la edad moderna, los medios de comunicación masiva, la propaganda subliminal y el rey de las promociones inútiles: Tevé Compras (productos pensados para su satisfacción cuando les pase por arriba con una aplanadora), mejor conocido como el “¡Llame ya!”. No hace falta decir que esta última época reúne todas las peores cualidades de las anteriores, aumentadas por los recursos de la tecnología moderna (como el tipo que te reparte folletos por la calle). Veamos ahora algunas de las características de las promociones actuales:
El límite de vencimiento: esta estrategia es muy común. Se trata de poner una promoción a un producto con límite de vencimiento en una fecha dos días posterior a cuando el producto sale a la venta. Así la gente ve el embase de galletitas que dice “junte mil paquetes y llévese una cartuchera firmada por Moria Casán” y comienza a llenar su despensa de paquetes cuyo contenido termina muchas veces en la basura. Para cuando milagrosamente alcanza el número necesario, descubre que la promoción finalizó hace 4 años pero que igual siguen sacando el paquete con la promoción anunciada en la tapa (esto no es solo una estrategia comercial, muchas veces simplemente les da paja cambiar el diseño).
El “ya se llevaron el premio”: uno soporta largos meses de consumo de alguna porquería que ni siquiera les gusta solo para sacar el cartoncito que les dice que se ganaron otra porquería que encima es inútil. Cuando van al kiosco, kiosko, quisko, quiosquito, maxi-kiosco, kiosco de Rubén o tienda de la esquina a cambiar el cartoncito les dicen que se terminaron. A continuación sigue la trágica escena del tipo colgándose una piedra del cuello y saltando al Támesis en un acto de desesperación.
La publicidad miente: Muchas veces el increíble pela papas a energía solar que nos mandan gratis con la aspiradora de bolsillos (no confundir con “de bolsillo”, son cosas completamente diferentes) no resulta ser tan magnífico. Empezando porque nos rebana los dedos y se lanza contra nuestra yugular cada vez que lo prendemos, también gasta una pila tamaño D en 2 minutos y se le quema el cablecito cada vez que se lo acerca a una papa real. Tanto el pela papas como la aspiradora (que la quedó porque no se le puede introducir polvo) terminan en un cajón lleno de basura similar que no tiramos porque nos da vergüenza admitir la forma en que desperdiciamos nuestro dinero.
Después de este breve resumen de la estafa de los concursos vamos a aclarar lo que quise plantear en un principio en el título de este invaluable manuscrito: ¿Qué pasa cuando uno gana un premio medio decente? No hay mejor forma de explicarlo que con un ejemplo de la vida real totalmente inventado:
Hace algunos meses y por esas casualidades de la vida resultó que, habiéndome comprado una gaseosa de 600cc de una marca poco conocida que no voy a nombrar para que no me manden a sus abogados a chuparme la sangre (sé lo que pasó por sus cabezas, tienen la mente pervertida), miré el reverso de la tapita y descubrí, oh gran alegría, que me había ganado un televisor de 29 pulgadas (osea, bastante grande). Muy feliz conmigo mismo corrí hasta mi casa para llamar a la compañía y preguntar como podía retirar mi premio, ahí empezaron los problemas. Este fue el diálogo con el primero de los muchos recepcionistas que me atendió.
Recepcionista 1: ¿quién es? (en tono de “me agarraste en la mitad de una actividad manual”)
Yo: Esteeeee… llamaba por lo del concurso del televisor… (la comunicación telefónica no es muy fuerte, se podría contar como una de mis muchas discapacidades).
Sr. Manuela: Sí, ¿qué querés?
Yo: Bueno, es que acabo de encontrar la tapa ganadora.
Sr. Escéptico: No puede ser (eso ya no era una buena señal). Qué culo que tenés pendejo (esto en vez de reconfortarme me puso más nervioso todavía).
Miedoso: bueno, gracias. Es que quería saber cuando y donde puedo retirar el premio.
Sr. Desinformado: Ah, ni idea, tenés que llamar al número de información.
Gran Miedoso: ¿y no es este?
Sr. Excusa: Bueno sí, pero es que esto es más para atención al cliente viste, entonces medio como que no sé mucho de eso, probá a llamar más tarde a ver si alguien te puede decir algo.
Enorme Miedoso: Está bien pero, este… me podés dejar tu nombre así cualquier cosa pregunto por vos (Yo interno: te voy a hacer echar pajero de mierda).
Sr. “Regreso a mi” Manuela: piiiiiiiiii
Después de varios llamados atendidos por el mismo tipo y una gran serie de discusiones y amenazas, por fin 2 días después me atendió otro recepcionista, un sujeto de voz afrancesada.
Recepcionista 2: Hola, ¿qué necesita?
Yo (tomando confianza): Hola, encontré la tapa ganadora de su concurso, el del televisor, necesitaba saber como y cuando podía retirar el premio.
Recepcionista 2: Ay, ¿sabés que no tengo ni idea? Esperame un sec que te derivo con una chica amorosa que te va a decir todo lo que necesitás.
Yo: Gracias.
30 minutos de la 9ª sinfonía
Recepcionista 3: Buenas tardes.
Yo: Hola, encontré la tapa ganadora de su concurso, el del televisor, necesitaba saber como y cuando podía retirar el premio.
Recepcionista 3: Ah, vos sos el que me pasó Javier… mirá, tenés que llamar a este número (me da el número), ahí dejás tus datos para que te manden el televisor.
Yo: ¿y no me van a pedir ningún comprobante ni nada?
Recepcionista 3: Llamá allá y preguntá. (piiiiiiii).
Llamo al número nuevo
Máquina contestadota: (no hace falta aclarar, ¿verdad?)
Yo: (dejo mi número y aclaro que acabo de ganarme un puto televisor y me gustaría poder verlo antes del nuevo milenio)
Hora y media después suena el teléfono
Recepcionista 4 (el amo del sistema): ¿Hola?
Yo: hola ¿Quién habla?
R4 EADS: Hola
Yo: hola ¿Quién habla?
R4 EADS: ¿Hola? ¿Hola?
Yo: Hola, ¿¿Quién habla??
R4 EADS: ¿¿¿Hola???
Yo: ¡¡¡¡¡¡¡¡¿Quién carajo es?!!!!!!!!!!
R4 EADS: Hola, sí, te llamo de (compañía de bebidas con abogados vampiros). ¿Vos sos el que llamó para decir que había ganado el concurso?
Yo: Sí, quería saber co…
R4 EADS: Sí sí, mirá, primero dame el número del código de tu tapita a ver si corresponde.
Yo: (se lo doy, me sorprendió que fuese tan fácil, pobre de mí).
R4 EADS: Listo, es auténtico. Lo que tenés que hacer ahora es dejarme tus datos y venir acá a la central en (la loma del orto). Traés tu tapita, comprobamos tu documento para ver si está todo bien, si sos mayor y sos legal acá en Argentina (grave error eso de dejar dicho que era uruguayo). Si todo está bien en 2 meses vas a recibir el televisor, ¿entendiste?
Yo: Digamos que sí.
R4 EADS: Listo, dame tus datos por favor.
Yo: (le doy los de mi viejo porque no me da la cara para agregarme 5 años en el documento)
R4 EADS: Todo listo. (pip)
Pocos días después mi viejo fue al susodicho lugar donde comprobaron sus datos y le prometieron que el televisor llegaría en 3 meses.
1 años después recibí un televisor de 11 pulgadas del año 60, el cual tuve que tirar porque no tenía control remoto y eso de pararme a cambiar el canal no va con mi forma de ser.
En fin, con estos tipos no se puede ganar, mejor comprar productos sin ninguna promoción y ahorrarse la plata para comprar un billete de lotería o gastar todo en un casino, ahí tendremos mejores chances de ganar algo que en esas estúpidas promociones.
Fin de la transmisión.
domingo, abril 02, 2006
Capítulo 5: Actividades extracurriculares
Bueno, lo pongo aparte porque si sigo sumando en el otro nadie se va a gastar en leerlo asumiendo que no hay nada nuevo. Como podrán apreciar este capítulo es mucho más lasrgo que los anteriores así que para todos los que me putearon porque no salía el quinto (que serán como mucho 2 personas), un "Já" grande como mi ego. Disfrútenlo (o mueran).
Ningún detective frustrado que quiera ser reconocido como tal puede vagar por las calles de la gran ciudad sin un sobretodo viejo y derruido, es prácticamente una ley universal. Nadie jamás se ha atrevido a oponerse a ella por miedo a contrariar poderes que se encuentran más allá de su comprensión. Sin embargo, a mí no me alcanzaba la guita ni para una foto del impermeable, así que mandé al carajo la ley universal y me puse un buzo negro y un gorro de lana. Más que un detective parecía el marine del commandos (Nota del autor: si usted nunca ha jugado al commandos solo imagínese un francés con buzo negro y gorro de lana, no es tan difícil).
El día era frío y nublado, poco adecuado para la época pero perfecto para que nadie se ponga a criticar mi manera de vestir. Pocas habían sido las veces, durante los meses que precedieron la llegada del caso, en las que había salido de mi pequeño mundo. En general esas cortas incursiones eran principalmente para buscar provisiones y para descargar el balde que servía de desaguadero de mi baño. Debido a esto ya nadie en las calles recordaba mi rostro, y muchos menos mi nombre, de la época cuando era un simple policía barrial; así que lo primero que debía hacer era renovar las viejas conexiones con los siempre útiles informantes y los siempre desagradables soplones. Para encontrar un poco de ambos no había mejor lugar que el Bar de Gino, aquel antro que solía proveerme el alcohol donde ahogar mis penas y los baños para sacarlas completamente de mi sistema.
El Bar de Gino aún se mantenía de pie en la mitad de una cuadra plagada de casas abandonadas, puteríos, firmas legales y demás antros llenos de inmundicia humana. El dueño del lugar, un sujeto flaco y pálido llamado Cásper, había sido en una época lo más cercano que había tenido de un amigo, por el simple hecho de que me daba bebida gratis a cambio de información, la cual la mayoría de las veces resultaba ser equivocada o simplemente inventada. Cásper tenía una enorme red de informantes por todo el bajo mundo de la ciudad, nada sucedía en esas calles sin que él lo supiera, gracias a ella podía saber cualquier cosa, desde la ubicación del juguete perdido del pequeño Timmy hasta la identidad del asesino de Kennedy, pero su información siempre tenía un precio, un precio que yo por supuesto no podía, ni estaba dispuesto a pagar.
Entré al bar disimuladamente, los ex policías nunca contamos con demasiado amor entre la clase de gente que concurre a un bar de mala muerte ya que inspiramos igual asco pero ya no tenemos una comisaría entera para protegernos. A pesar de mis temores nadie pareció reconocerme, tal vez estuviesen esperando a que llegara al centro del bar para así cortarme la retirada y destrozar mi pobre cuerpo entre todos pero para cuando llegué a la barra no había sucedido nada así que me di por salvado y di pequeños saltitos de alegría. Me senté en la barra y busqué al dueño con la mirada. Estaba ocupado atendiendo a un par de sujetos con sobretodos negros, lentes negros, sombreros negros y podría apostar a que estaban usando ropa interior de los Teletubbies. Apenas Cásper me vio sentado en el último banco de la barra su rostro se iluminó con malicia y antes de que pudiese decirle una sola palabra él exclamó:
- ¡Oficial García! ¡Hace tanto tiempo que no lo veía por aquí!
No tuve tiempo de hacer nada, centésimas de segundos después de que terminara la frase una botella de whisky cuyo sabor aún puedo recordar se estrelló contra mi rostro y la mitad de los sujetos que infestaban el lugar, junto con un par de ratas que pasaban por ahí, se abalanzaron sobre mí y me sacaron el alma a fuerza de golpes. 10 minutos después todos olvidaron por qué me estaban golpeando y volvieron a sentarse.
Con mucho esfuerzo logré incorporarme y sentarme nuevamente en mi banquito, años de golpizas y hemorragias internas me habían dado una especial capacidad en recuperarme fácilmente de este tipo de ataques.
- Sos un hijo de puta.- le dije con todas las ganas a Cásper, transgrediendo todas las reglas de la literatura y utilizando un insulto criollo en vez de un “bastardo”, “maldito” o “pillín”.
- Yo solo quería saludar a un viejo amigo al que no veía desde que se le metió en la cabeza ser uno de esos detectives privados que viven la vida en blanco y negro.- al ver la expresión de mi cara agregó –Además te la debía por la última vez, cuando me pasaste el dato sobre el cargamento de droga de los belgas de la calle Panecillos. A los colombianos no les cayó demasiado bien cuando descubrieron que acababan de secuestrar un cargamento de harina, y encima de mala calidad. Terminé tragando más agua de inodoro que el pez dorado que vive adentro.- El infeliz siempre tenía una de esas viejas anécdotas para echarme en cara.
- Bueno, bueno, no sabías que era tan rencoroso. Pensé que el dato era cierto y que sería un buen regalo de despedida- mentí descaradamente.
- Me imagino. Pero aún así, olvidemos el pasado, ¿qué lo trae por aquí señor detective “Robredo”?- puso especial énfasis al pronunciar mi falso apellido.
- Mi primer caso. Se trata de la hija de un eminente hombre de negocios que se metió en el mundo de la droga y su papi cree que eso le dará una mala imagen para la campaña.
- Se trata de la familia Bonanzini, ¿no?- dijo tranquilamente.
- ¿Sabés algo?
- Tengo un par de contactos que saben bastante, pero te va a costar.
- ¿No puede ser un regalo de reencuentro de viejos amigos?- le pregunté poniendo mi mejor cara de perrito mojado, ante lo cual Cásper dio un respingo de asco.
- Para empezar, no veo nada en nuestra relación que se asemeje a una amistad. Segundo, el regalo es lo que te acaban de repartir los muchachos hace un rato.
- ¡Sangre en los riñones! Que detalle, no te hubieses molestado.- le dije haciendo uso de mi fabuloso sarcasmo. Después agregué: - ¿Cuál es tu precio? Plata tengo poca pero te puedo pagar con algún favor de esos que tanto necesitás.
- En realidad sí hay algo que necesita de tus capacidades. Un hombre extranjero, que obviamente no sabe como funcionan las cosas en esta ciudad, me pidió un par de datos que yo muy gentilmente le suministré. Lamentablemente hace un par de meses que dicho señor se viene olvidando de pagarme lo que me debe y bueno, pensé que debía enviarle algún recordatorio. Yo no puedo ensuciarme las manos mezclándome en esos asuntos, es malo para el negocio, pero si vos lo hacés te paso la información que necesitás gratis.
No lo pensé dos veces, en general Cásper vendía su información a un precio mucho más alto, una ocasión así no era para desaprovecharse.
- Muy bien, es cosa resuelta. ¿Quién es el señor en cuestión y cuánto te debe?
- Acá tenés el nombre y la dirección.- dijo pasándome una servilleta escrita con pésima caligrafía. – La cantidad es de 10.000 dólares, en efectivo.
Ahora entendía por qué Cásper cambiaba valiosa información por ese favor, conseguir 10.000 dólares de alguien es cosa de jugarse la vida en esta ciudad.
La dirección no era muy lejos así que una vez más caminé. La dirección me llevó ante las puertas de una casa bastante grande, protegida por rejas y un gran portón custodiado por un solitario hombre. A él me dirigí.
- Disculpe estimado señor, estoy aquí para hablar con el señor Fibrosa, ¿sabe usted si se encuentra en este momento?
El tipo, descolocado por mi extremadamente educada forma de hablar dudó un segundo, luego, utilizando el mismo tono educado, preguntó -¿Y por qué desea usted, gentil señor, hablar con mi empleador, el señor Fibrosa?
- Vengo de parte de un tabernero de nombre Cásper quien, muy a mí y su pesar, desea recordarle al señor Fibrosa la deuda que este tiene con él por cierto servicio que le ha prestado.
- Espere un momento.- dijo el cortés guardia mientras tomaba su radio y repetía exactamente lo que yo acababa de decirle. Tras una breve espera durante la cual escuchó la contestación del otro lado de la radio me miró.
Antes de darle tiempo a que dijera nada hablé yo: - Disculpe, ¿le molestaría mucho que fuese solo en la cara? Es que tengo los riñones un poco débiles.
- No hay problema.- contestó. Tras lo cual me golpeó despiadadamente en el rostro con su puño, armado con una serie de anillos de acero.
Como dentro de todo se ve que le había caído bien solo me pegó un par de veces más hasta que perdí el conocimiento. Cuando desperté habían pasado un par de horas y la sangre que había salpicado por toda la vereda ya estaba seca. Me incorporé sin dificultad y me dirigí a ver a la única persona que podía ayudarme en una situación como esa.
Ese hombre era Jeremy Anderson, un ex convicto inglés de 2 metros, cuyo puño solamente era más grande que la cabeza de la mayoría de las personas. Después de muchos años de haber trabajado para distintos jefes, los cuales siempre terminaban presos, muertos o simplemente no le pagaban suficiente, Jeremy descubrió que la mejor forma de hacer valer sus múltiples talentos era haciendo favores a cambio de dinero. No importaba si se trataba de tráfico de droga, asesinato o golpear a algún pervertido sexual, él siempre cumplía, nunca hacía preguntas y más valía que uno le pagara lo que le habían prometido. Contrariamente a o que uno pensaría a primera vista era un tipo bastante inteligente, hasta tenía un diploma de Oxford en letras y asesinato serial. A pesar de que nunca le faltaba trabajo vivía con escaso dinero, principalmente porque invertía gran parte de su fortuna en alcohol, prostitutas, coimas y jugando al Counter Strike en cybercafés. Sabía como funcionaban las cosas en la ciudad y hasta se podría decir que varias de las leyes callejeras que todos seguían habían sido impuestas por él. Lo conocí en mi época de policía, en una ocasión en que lo habían arrestado por un total de 24 crímenes de los que resultó inocente mediante coimas y más coimas. A mí, que me había tocado el turno de guardia mientras él estaba encerrado, me había tomado un cierto cariño y cuando salió libre me ofreció sus servicios para cuando los necesitara. Más de una vez lo había llamado para que cumpliera actos de venganza personal que yo era demasiado cobarde para realizar.
Jeremy no tenía residencia fija, dormía cada noche en un lugar diferente, pero por esas horas de la tarde se lo podía encontrar en la esquina de las calles Tetra y Cantautor, esperando a que su cyber favorito abriese sus puertas. Allí estaba cuando, habiendo recuperado el uso de mis piernas, llegué al bendito cruce de calles.
- Hola Jeremy, ¿cómo has estado?- lo saludé tímidamente.
- ¿Y vos quien sos?- me preguntó con voz áspera.
- ¿No te acordás del policía pelotudo que te pasaba las porno a la celda una vez que estuviste en cana?- dije adoptando un tono más confianzudo.
- Aaaa, sos vos García. ¿Cómo va todo? Escuché que ahora sos uno de esos detectives chantas.
- Exactamente, y ahora me lamo Robredo, no García, ya hay como 40 detectives García en esta ciudad, tengo que diferenciarme.
- Muy bien, pero basta de presentaciones, vamos al grano.- dijo cortante - ¿Qué te trae por aquí?
- Te tengo un pequeño negocio rápido de cobro de deudas de parte de Cásper.
- ¿Cuánto va a tardar? Esto ya abre.- indicó el local a sus espaldas con su macizo pulgar.
- No más de 30 minutos. Son 100 mangos fáciles.
- Muy bien. Vamos.
Nos encaminamos nuevamente hacia la casa del señor Fibrosa, interrumpiendo la marcha solamente para tomarme el tiempo de escupir un poco más de sangre. Una vez frente a la reja saludé gentilmente al guardia antes de que Jeremy lo estampara contra el piso tan fácilmente como uno se raja un pedo. A continuación trepó ágilmente la reja y mientras yo lo seguía torpemente se deshizo otros dos guardias armados y entró a la casa bajando la puerta de una patada. Yo entré tranquilamente siguiendo el ruido de golpes y muebles destrozados, ocasionalmente se oía algún grito. Me detuve frente a una puerta cerrada desde donde se podía escuchar claramente la conversación.
- Pague lo que le debe a Cásper señor.
- Yo no le debo nada... (Grito de dolor).
Durante unos 5 minutos me dediqué a ver los cuadros en las paredes de la sala conjunta a aquel provisorio cuarto de torturas. El mirar pinturas de barcos navegando al tiempo que escucho los quejidos de algún hombre poderoso realmente me tranquiliza. En realidad llamar a Jeremy había mi plan sido desde un principio, solo había hecho esa ridícula primera a visita al señor Fibrosa porque necesitaba tener una excusa para después haber utilizado la violencia, de otra forma hubiese perjudicado a Cásper. Podré ser un imbécil en muchas cosas pero conozco muy bien las reglas de la calle.
Cuando por fin finalizó la tortura Jeremy salió limpiándose la sangre del señor Fibrosa, quien aparentemente había quedado inconsciente, que manchaban su ropa. Me entregó una bolsa de supermercado con billetes de distintos valores adentro.
- Está todo, lo conté yo mismo.- me dijo Jeremy. No me atreví a contarlo nuevamente, hay que estar loco para contradecir a un tipo como él.
- Muy bien, nos vemos entonces.- le respondí al tiempo que le entregaba dos billetes de 100 de la bolsa.
Me encaminé hacia el Bar de Gino sintiéndome orgulloso de mí mismo, mi sentido de supervivencia en las calles no estaba del todo oxidado. Cuando llegué al bar Cásper me recibió con una sonrisa y una cerveza espumosa.
Tras contar el dinero y notar los 200 faltantes simplemente preguntó: -¿Jeremy?
- Sip.- contesté mientras saboreaba mi cerveza.
- Buena elección. Fácil, barato y rápido.
Una vez guardado el dinero y terminada la birra, Cásper me entregó una carpeta con todo lo que necesitaba saber sobre las actividades extracurriculares de la señorita Bonanzini y personas a las que podía dirigirme para conseguir más información.
- Adiós. Un día de estos vuelvo por acá.-dije al tiempo que me llevaba toda la comida de la barra que estuviese a mi alcance.
- Un gusto hacer negocios contigo.
De nuevo en mi querida oficina revisé un poco la información que me había dado Cásper. De pronto vi sobre mi escritorio los papeles que me había dejado Tony y me asaltó una gran duda. Comparé los dos pares de hojas y pude comprobar que eran exactamente iguales, sin duda Cásper era quien había proporcionado la información al señor Bonanzini y el muy hijo-de-su-madre-que-se-llama-Clotilde no me dijo nada.
“Bueno, por lo menos me tomé una cerveza gratis” pensé al mismo tiempo que masajeaba los múltiples moretones y heridas que cubrían mi cuerpo.
Ningún detective frustrado que quiera ser reconocido como tal puede vagar por las calles de la gran ciudad sin un sobretodo viejo y derruido, es prácticamente una ley universal. Nadie jamás se ha atrevido a oponerse a ella por miedo a contrariar poderes que se encuentran más allá de su comprensión. Sin embargo, a mí no me alcanzaba la guita ni para una foto del impermeable, así que mandé al carajo la ley universal y me puse un buzo negro y un gorro de lana. Más que un detective parecía el marine del commandos (Nota del autor: si usted nunca ha jugado al commandos solo imagínese un francés con buzo negro y gorro de lana, no es tan difícil).
El día era frío y nublado, poco adecuado para la época pero perfecto para que nadie se ponga a criticar mi manera de vestir. Pocas habían sido las veces, durante los meses que precedieron la llegada del caso, en las que había salido de mi pequeño mundo. En general esas cortas incursiones eran principalmente para buscar provisiones y para descargar el balde que servía de desaguadero de mi baño. Debido a esto ya nadie en las calles recordaba mi rostro, y muchos menos mi nombre, de la época cuando era un simple policía barrial; así que lo primero que debía hacer era renovar las viejas conexiones con los siempre útiles informantes y los siempre desagradables soplones. Para encontrar un poco de ambos no había mejor lugar que el Bar de Gino, aquel antro que solía proveerme el alcohol donde ahogar mis penas y los baños para sacarlas completamente de mi sistema.
El Bar de Gino aún se mantenía de pie en la mitad de una cuadra plagada de casas abandonadas, puteríos, firmas legales y demás antros llenos de inmundicia humana. El dueño del lugar, un sujeto flaco y pálido llamado Cásper, había sido en una época lo más cercano que había tenido de un amigo, por el simple hecho de que me daba bebida gratis a cambio de información, la cual la mayoría de las veces resultaba ser equivocada o simplemente inventada. Cásper tenía una enorme red de informantes por todo el bajo mundo de la ciudad, nada sucedía en esas calles sin que él lo supiera, gracias a ella podía saber cualquier cosa, desde la ubicación del juguete perdido del pequeño Timmy hasta la identidad del asesino de Kennedy, pero su información siempre tenía un precio, un precio que yo por supuesto no podía, ni estaba dispuesto a pagar.
Entré al bar disimuladamente, los ex policías nunca contamos con demasiado amor entre la clase de gente que concurre a un bar de mala muerte ya que inspiramos igual asco pero ya no tenemos una comisaría entera para protegernos. A pesar de mis temores nadie pareció reconocerme, tal vez estuviesen esperando a que llegara al centro del bar para así cortarme la retirada y destrozar mi pobre cuerpo entre todos pero para cuando llegué a la barra no había sucedido nada así que me di por salvado y di pequeños saltitos de alegría. Me senté en la barra y busqué al dueño con la mirada. Estaba ocupado atendiendo a un par de sujetos con sobretodos negros, lentes negros, sombreros negros y podría apostar a que estaban usando ropa interior de los Teletubbies. Apenas Cásper me vio sentado en el último banco de la barra su rostro se iluminó con malicia y antes de que pudiese decirle una sola palabra él exclamó:
- ¡Oficial García! ¡Hace tanto tiempo que no lo veía por aquí!
No tuve tiempo de hacer nada, centésimas de segundos después de que terminara la frase una botella de whisky cuyo sabor aún puedo recordar se estrelló contra mi rostro y la mitad de los sujetos que infestaban el lugar, junto con un par de ratas que pasaban por ahí, se abalanzaron sobre mí y me sacaron el alma a fuerza de golpes. 10 minutos después todos olvidaron por qué me estaban golpeando y volvieron a sentarse.
Con mucho esfuerzo logré incorporarme y sentarme nuevamente en mi banquito, años de golpizas y hemorragias internas me habían dado una especial capacidad en recuperarme fácilmente de este tipo de ataques.
- Sos un hijo de puta.- le dije con todas las ganas a Cásper, transgrediendo todas las reglas de la literatura y utilizando un insulto criollo en vez de un “bastardo”, “maldito” o “pillín”.
- Yo solo quería saludar a un viejo amigo al que no veía desde que se le metió en la cabeza ser uno de esos detectives privados que viven la vida en blanco y negro.- al ver la expresión de mi cara agregó –Además te la debía por la última vez, cuando me pasaste el dato sobre el cargamento de droga de los belgas de la calle Panecillos. A los colombianos no les cayó demasiado bien cuando descubrieron que acababan de secuestrar un cargamento de harina, y encima de mala calidad. Terminé tragando más agua de inodoro que el pez dorado que vive adentro.- El infeliz siempre tenía una de esas viejas anécdotas para echarme en cara.
- Bueno, bueno, no sabías que era tan rencoroso. Pensé que el dato era cierto y que sería un buen regalo de despedida- mentí descaradamente.
- Me imagino. Pero aún así, olvidemos el pasado, ¿qué lo trae por aquí señor detective “Robredo”?- puso especial énfasis al pronunciar mi falso apellido.
- Mi primer caso. Se trata de la hija de un eminente hombre de negocios que se metió en el mundo de la droga y su papi cree que eso le dará una mala imagen para la campaña.
- Se trata de la familia Bonanzini, ¿no?- dijo tranquilamente.
- ¿Sabés algo?
- Tengo un par de contactos que saben bastante, pero te va a costar.
- ¿No puede ser un regalo de reencuentro de viejos amigos?- le pregunté poniendo mi mejor cara de perrito mojado, ante lo cual Cásper dio un respingo de asco.
- Para empezar, no veo nada en nuestra relación que se asemeje a una amistad. Segundo, el regalo es lo que te acaban de repartir los muchachos hace un rato.
- ¡Sangre en los riñones! Que detalle, no te hubieses molestado.- le dije haciendo uso de mi fabuloso sarcasmo. Después agregué: - ¿Cuál es tu precio? Plata tengo poca pero te puedo pagar con algún favor de esos que tanto necesitás.
- En realidad sí hay algo que necesita de tus capacidades. Un hombre extranjero, que obviamente no sabe como funcionan las cosas en esta ciudad, me pidió un par de datos que yo muy gentilmente le suministré. Lamentablemente hace un par de meses que dicho señor se viene olvidando de pagarme lo que me debe y bueno, pensé que debía enviarle algún recordatorio. Yo no puedo ensuciarme las manos mezclándome en esos asuntos, es malo para el negocio, pero si vos lo hacés te paso la información que necesitás gratis.
No lo pensé dos veces, en general Cásper vendía su información a un precio mucho más alto, una ocasión así no era para desaprovecharse.
- Muy bien, es cosa resuelta. ¿Quién es el señor en cuestión y cuánto te debe?
- Acá tenés el nombre y la dirección.- dijo pasándome una servilleta escrita con pésima caligrafía. – La cantidad es de 10.000 dólares, en efectivo.
Ahora entendía por qué Cásper cambiaba valiosa información por ese favor, conseguir 10.000 dólares de alguien es cosa de jugarse la vida en esta ciudad.
La dirección no era muy lejos así que una vez más caminé. La dirección me llevó ante las puertas de una casa bastante grande, protegida por rejas y un gran portón custodiado por un solitario hombre. A él me dirigí.
- Disculpe estimado señor, estoy aquí para hablar con el señor Fibrosa, ¿sabe usted si se encuentra en este momento?
El tipo, descolocado por mi extremadamente educada forma de hablar dudó un segundo, luego, utilizando el mismo tono educado, preguntó -¿Y por qué desea usted, gentil señor, hablar con mi empleador, el señor Fibrosa?
- Vengo de parte de un tabernero de nombre Cásper quien, muy a mí y su pesar, desea recordarle al señor Fibrosa la deuda que este tiene con él por cierto servicio que le ha prestado.
- Espere un momento.- dijo el cortés guardia mientras tomaba su radio y repetía exactamente lo que yo acababa de decirle. Tras una breve espera durante la cual escuchó la contestación del otro lado de la radio me miró.
Antes de darle tiempo a que dijera nada hablé yo: - Disculpe, ¿le molestaría mucho que fuese solo en la cara? Es que tengo los riñones un poco débiles.
- No hay problema.- contestó. Tras lo cual me golpeó despiadadamente en el rostro con su puño, armado con una serie de anillos de acero.
Como dentro de todo se ve que le había caído bien solo me pegó un par de veces más hasta que perdí el conocimiento. Cuando desperté habían pasado un par de horas y la sangre que había salpicado por toda la vereda ya estaba seca. Me incorporé sin dificultad y me dirigí a ver a la única persona que podía ayudarme en una situación como esa.
Ese hombre era Jeremy Anderson, un ex convicto inglés de 2 metros, cuyo puño solamente era más grande que la cabeza de la mayoría de las personas. Después de muchos años de haber trabajado para distintos jefes, los cuales siempre terminaban presos, muertos o simplemente no le pagaban suficiente, Jeremy descubrió que la mejor forma de hacer valer sus múltiples talentos era haciendo favores a cambio de dinero. No importaba si se trataba de tráfico de droga, asesinato o golpear a algún pervertido sexual, él siempre cumplía, nunca hacía preguntas y más valía que uno le pagara lo que le habían prometido. Contrariamente a o que uno pensaría a primera vista era un tipo bastante inteligente, hasta tenía un diploma de Oxford en letras y asesinato serial. A pesar de que nunca le faltaba trabajo vivía con escaso dinero, principalmente porque invertía gran parte de su fortuna en alcohol, prostitutas, coimas y jugando al Counter Strike en cybercafés. Sabía como funcionaban las cosas en la ciudad y hasta se podría decir que varias de las leyes callejeras que todos seguían habían sido impuestas por él. Lo conocí en mi época de policía, en una ocasión en que lo habían arrestado por un total de 24 crímenes de los que resultó inocente mediante coimas y más coimas. A mí, que me había tocado el turno de guardia mientras él estaba encerrado, me había tomado un cierto cariño y cuando salió libre me ofreció sus servicios para cuando los necesitara. Más de una vez lo había llamado para que cumpliera actos de venganza personal que yo era demasiado cobarde para realizar.
Jeremy no tenía residencia fija, dormía cada noche en un lugar diferente, pero por esas horas de la tarde se lo podía encontrar en la esquina de las calles Tetra y Cantautor, esperando a que su cyber favorito abriese sus puertas. Allí estaba cuando, habiendo recuperado el uso de mis piernas, llegué al bendito cruce de calles.
- Hola Jeremy, ¿cómo has estado?- lo saludé tímidamente.
- ¿Y vos quien sos?- me preguntó con voz áspera.
- ¿No te acordás del policía pelotudo que te pasaba las porno a la celda una vez que estuviste en cana?- dije adoptando un tono más confianzudo.
- Aaaa, sos vos García. ¿Cómo va todo? Escuché que ahora sos uno de esos detectives chantas.
- Exactamente, y ahora me lamo Robredo, no García, ya hay como 40 detectives García en esta ciudad, tengo que diferenciarme.
- Muy bien, pero basta de presentaciones, vamos al grano.- dijo cortante - ¿Qué te trae por aquí?
- Te tengo un pequeño negocio rápido de cobro de deudas de parte de Cásper.
- ¿Cuánto va a tardar? Esto ya abre.- indicó el local a sus espaldas con su macizo pulgar.
- No más de 30 minutos. Son 100 mangos fáciles.
- Muy bien. Vamos.
Nos encaminamos nuevamente hacia la casa del señor Fibrosa, interrumpiendo la marcha solamente para tomarme el tiempo de escupir un poco más de sangre. Una vez frente a la reja saludé gentilmente al guardia antes de que Jeremy lo estampara contra el piso tan fácilmente como uno se raja un pedo. A continuación trepó ágilmente la reja y mientras yo lo seguía torpemente se deshizo otros dos guardias armados y entró a la casa bajando la puerta de una patada. Yo entré tranquilamente siguiendo el ruido de golpes y muebles destrozados, ocasionalmente se oía algún grito. Me detuve frente a una puerta cerrada desde donde se podía escuchar claramente la conversación.
- Pague lo que le debe a Cásper señor.
- Yo no le debo nada... (Grito de dolor).
Durante unos 5 minutos me dediqué a ver los cuadros en las paredes de la sala conjunta a aquel provisorio cuarto de torturas. El mirar pinturas de barcos navegando al tiempo que escucho los quejidos de algún hombre poderoso realmente me tranquiliza. En realidad llamar a Jeremy había mi plan sido desde un principio, solo había hecho esa ridícula primera a visita al señor Fibrosa porque necesitaba tener una excusa para después haber utilizado la violencia, de otra forma hubiese perjudicado a Cásper. Podré ser un imbécil en muchas cosas pero conozco muy bien las reglas de la calle.
Cuando por fin finalizó la tortura Jeremy salió limpiándose la sangre del señor Fibrosa, quien aparentemente había quedado inconsciente, que manchaban su ropa. Me entregó una bolsa de supermercado con billetes de distintos valores adentro.
- Está todo, lo conté yo mismo.- me dijo Jeremy. No me atreví a contarlo nuevamente, hay que estar loco para contradecir a un tipo como él.
- Muy bien, nos vemos entonces.- le respondí al tiempo que le entregaba dos billetes de 100 de la bolsa.
Me encaminé hacia el Bar de Gino sintiéndome orgulloso de mí mismo, mi sentido de supervivencia en las calles no estaba del todo oxidado. Cuando llegué al bar Cásper me recibió con una sonrisa y una cerveza espumosa.
Tras contar el dinero y notar los 200 faltantes simplemente preguntó: -¿Jeremy?
- Sip.- contesté mientras saboreaba mi cerveza.
- Buena elección. Fácil, barato y rápido.
Una vez guardado el dinero y terminada la birra, Cásper me entregó una carpeta con todo lo que necesitaba saber sobre las actividades extracurriculares de la señorita Bonanzini y personas a las que podía dirigirme para conseguir más información.
- Adiós. Un día de estos vuelvo por acá.-dije al tiempo que me llevaba toda la comida de la barra que estuviese a mi alcance.
- Un gusto hacer negocios contigo.
De nuevo en mi querida oficina revisé un poco la información que me había dado Cásper. De pronto vi sobre mi escritorio los papeles que me había dejado Tony y me asaltó una gran duda. Comparé los dos pares de hojas y pude comprobar que eran exactamente iguales, sin duda Cásper era quien había proporcionado la información al señor Bonanzini y el muy hijo-de-su-madre-que-se-llama-Clotilde no me dijo nada.
“Bueno, por lo menos me tomé una cerveza gratis” pensé al mismo tiempo que masajeaba los múltiples moretones y heridas que cubrían mi cuerpo.
jueves, marzo 30, 2006
Pétalos
Caminando por los prados sin ninguna razón aparente, pensando en mi dulce dama y si algún día llegaría a quererme, me crucé con una flor muy solitaria, y respondiendo a algún instinto que seguramente quedó oculto en mi subconsciente desde algún trauma de mi infancia, la recogí y comencé a arrancar sus bellos pétalos. Y con cada uno de ellos que volaba, una nueva respuesta surgía a mi tan ansiada pregunta: ¿Por qué ella pasa tanto tiempo conmigo?
Pétalo 1: Me ama.
Pétalo 2: No me ama pero no se da cuenta.
P(étalo) 3: Me quiere como a un amigo (gay).
P 4: Me tiene las re-ganas porque estoy re-fuerte, me la re-banco, soy re-groso y re-abuso del “re” hasta re-desvirtuarlo.
P 5: Quiere acercarse a mí porque es una agente antinarcóticos encubierta que sospecha que mi familia pertenece al cartel de Juárez.
P 6: Le parezco repulsivo pero cree que no puede conseguir nada mejor que yo.
P 7: Me usa para poner celoso a su antiguo novio, Jeff, el mariscal de campo del equipo de football y el chico más popular de toda la secundaria Thompson, que tiene las mejores calificaciones y todos admiran, respetan y adoran aunque secretamente quieren meterlo en una picadora de carne gigante; pero que la abandonó porque se la come doblada.
P 8: Ama mi escaso dinero.
P 9: Me quiere usar para experimentar con mis órganos antes de que termine de arruinarlos.
P 10: Piensa que si está conmigo las demás personas pensarán que es sensible.
P 11: Solo me quiere como su rival de backgammon extremo.
P 12: Me trata como si le importara para que le ponga una firma en el fotolog de su coatí.
P 13: Cree que si pasa suficientemente tiempo conmigo la idea de unirse a la legión extranjera será más aceptable.
P 14: Está conmigo solo para ver si logra averiguar por qué yo quiero pasar tiempo con ella.
P 15: Es una extraterrestre que vino a investigarme antes de llevarme a su planeta natal y meterme una sonda por el-que-te-dije.
P 16: Quiere averiguar el secreto de mi fabuloso peinado.
P 17: Me ve como su tesis de psicología.
P 18: Solo se acerca a mí porque su madre cree con toda razón que soy una mala influencia.
P 19: Es adicta al olor que se desprende de mi sucio cuerpo.
P 20: Me habla solo para luego burlarse a mis espaldas con todos sus verdaderos amigos cuyo único fin en la vida es reírse de mí.
P 21: Admira mi capacidad de encontrar flores con un increíble número de pétalos.
P 22: Me quiere para que le alcance cosas que están en estantes altos.
P 23: Cree que soy miembro de una secta adoradora de los pretzels a la que ha intentado entrar durante toda su vida.
P 24: Está conmigo porque cree que soy Jerry Seinfeld, aunque se pregunta por qué aún no he dicho un solo chiste bueno.
P 25: Me ve como su proveedor de música pirata.
P 26: Piensa que le enseñaré a mover cosas con la mente.
P 27: Nunca lo averiguaré si sigo buscando la respuesta en una estúpida flor.
Pétalo 1: Me ama.
Pétalo 2: No me ama pero no se da cuenta.
P(étalo) 3: Me quiere como a un amigo (gay).
P 4: Me tiene las re-ganas porque estoy re-fuerte, me la re-banco, soy re-groso y re-abuso del “re” hasta re-desvirtuarlo.
P 5: Quiere acercarse a mí porque es una agente antinarcóticos encubierta que sospecha que mi familia pertenece al cartel de Juárez.
P 6: Le parezco repulsivo pero cree que no puede conseguir nada mejor que yo.
P 7: Me usa para poner celoso a su antiguo novio, Jeff, el mariscal de campo del equipo de football y el chico más popular de toda la secundaria Thompson, que tiene las mejores calificaciones y todos admiran, respetan y adoran aunque secretamente quieren meterlo en una picadora de carne gigante; pero que la abandonó porque se la come doblada.
P 8: Ama mi escaso dinero.
P 9: Me quiere usar para experimentar con mis órganos antes de que termine de arruinarlos.
P 10: Piensa que si está conmigo las demás personas pensarán que es sensible.
P 11: Solo me quiere como su rival de backgammon extremo.
P 12: Me trata como si le importara para que le ponga una firma en el fotolog de su coatí.
P 13: Cree que si pasa suficientemente tiempo conmigo la idea de unirse a la legión extranjera será más aceptable.
P 14: Está conmigo solo para ver si logra averiguar por qué yo quiero pasar tiempo con ella.
P 15: Es una extraterrestre que vino a investigarme antes de llevarme a su planeta natal y meterme una sonda por el-que-te-dije.
P 16: Quiere averiguar el secreto de mi fabuloso peinado.
P 17: Me ve como su tesis de psicología.
P 18: Solo se acerca a mí porque su madre cree con toda razón que soy una mala influencia.
P 19: Es adicta al olor que se desprende de mi sucio cuerpo.
P 20: Me habla solo para luego burlarse a mis espaldas con todos sus verdaderos amigos cuyo único fin en la vida es reírse de mí.
P 21: Admira mi capacidad de encontrar flores con un increíble número de pétalos.
P 22: Me quiere para que le alcance cosas que están en estantes altos.
P 23: Cree que soy miembro de una secta adoradora de los pretzels a la que ha intentado entrar durante toda su vida.
P 24: Está conmigo porque cree que soy Jerry Seinfeld, aunque se pregunta por qué aún no he dicho un solo chiste bueno.
P 25: Me ve como su proveedor de música pirata.
P 26: Piensa que le enseñaré a mover cosas con la mente.
P 27: Nunca lo averiguaré si sigo buscando la respuesta en una estúpida flor.
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