jueves, abril 29, 2010

Probabilidad Cero

Comprobado: Pensar un tema para escribir cuando no estoy inspirado es doce veces peor que pensar un tema para una tesis universitaria. Y eso que este puto blog no me va a valer ningún diploma… Hace unos 20 minutos que estoy sentado frente a la pantalla y ni siquiera amagué a escribir una línea, no vaya a ser que se me cansen los dedos. Qué se yo… ya metí un título, voy a escribir sobre el mundial. No salió, pruebo con otra cosa. Esto viene más o menos, hay que ver como queda al terminar. Ya es cualquiera lo que escribí, ni siquiera gracioso, pero son las 3 de la mañana y no voy a tachar una hoja entera del Word. La frase del final es mentira pero la agregué para darle coherencia a esto… y la agregué antes de terminar.


Birome azul en mano. Hoja en blanco. Calzoncillos de la suerte puestos. Ángulo de visión sobre la hoja de la traga de la primera fila ajustado. Cinco minutos para el comienzo del examen y los nervios ya están crispados (como la crispación del país vio, sólo que en serio). La atención se centra en el hombrecito gordo y pelado que durante las próximas horas será dueño de su destino. Un sudor frío recorre el brazo hasta alcanzar la mano, la birome intenta escaparse de los dedos con la ayuda del pulso tembloroso del estudiante. Sin embargo, logra contenerla. Respira una, dos, tres veces. Cierra los ojos y los abre de nuevo lentamente. Todo inútil. No hay secretos en su fuero interno. No puede engañar a la propia mente con excusas baratas sobre lo bien que escuchó los temas en clase o como justo vio un documental sobre la materia hace un par de noches en el Discovery Channel. No estudió, no estudió una mierda, no sabe absolutamente nada y si no se inventa algo van a bocharlo en “comoquieraquesellameestamateria dos”.


El profesor Petiso Pelado pasa por los bancos repartiendo la hoja de examen. Cinco preguntas. Con dos porahi zafaba carajo… El teacher amenaza con terribles represalias a quienes se atrevan a incurrir en el delito de la falsificación, el robo o en el tráfico de animales por la frontera con Bolivia. Todos se ríen. El profesor se ríe. Él se ríe… y enseguida se deshace del fajo de hojas que tenía a mano para usar de ayuda memoria y del ganado vacuno que tenía en el camión. Nuevo sudor frío. Nuevo intento de escape de la bic.


Traga saliva y posa su mirada sobre su condena. Pregunta 1: “Explique con detalle la teoría desarrollada por el constructivismo”. No llega ni a terminar de leer. Intenta recordar alguna vez que el docente haya mencionado una teoría. ¿Relatividad? ¿Construcción? ¿Bala mágica? No sabe qué tiene que ver Kennedy con el constructivismo. Anota "¿Segundo francotirador?" en un margen. Tacha. Dibujito de un hombre ahorcado. Se ríe. Tacha. Nueva Hoja. Trata de ver la hoja de la traga de la primera fila pero por alguna razón su hombre parece tres veces más grande y le interrumpe la línea de visión. En bancos más cercanas solo ve desesperación. La pregunta 1 será para cuando pueda echar mano a la ayuda memoria.


Pregunta 2: “Describa la campaña de Alejandro Magno en Asia Menor”. Lee. Relee. Posta que no entendió una goma de lo que se hablaba en esa clase. Lee de nuevo. Escribe “La campaña de Alejandro Magno puede describirse como…”. Se frena. Hace cinco veces los puntitos suspensivos. Piensa. Escribe “una operación militar de gran envergadura”. ¡Envergadura! jajajajaja. ¡ENVERGADURA! Escribe “Alejandro se sentaba envergadura Magna”. JAJAJAJA. Rompe la hoja y arranca de nuevo. Cinco minutos después pasa a la pregunta 3. Lee “neoclasicismo” en alguna parte. Pasa a la pregunta 4.


Está en latín. Escribe “Alea Jacta Est” y traduce “estoy jugadísimo”. “El latín era el idioma de los romanos”. Escribe algo sobre Roma, Milán y sobre el partido Barcelona-Inter. Se queja de como no le cobraron el gol al Barsa y como en el Inter, si bien no es romano, antes hablaba latín, pero bardearon cuando la Roma se puso arriba en la tabla. Ataque de memoria: Vuelve a la pregunta 3 y escribe “33,5”. Retoma la 4 y aclara: “Pero los romanos perdieron y quedaron dos puntos abajo en la liga”.


Pregunta 5: Multiple choice. Elige la opción a. Tacha y elige b. Tacha y elige a y b. Tacha y elige “todas las anteriores”. Tacha y elige “ninguna de las anteriores”. “Todas las anteriores salvo la b”. “Ninguna de las anteriores salvo la c (o sea, la c)”. Tacha. Elige todas pero haciendo un circulito borroneado para que parezca que pudo haberla elegido o no. Que quede a criterio del profesor. Tacha al profesor. Vuelve a la pregunta 1. Escribe “b”. Tacha. Escribe "c pone envergadura". Se rié. Tacha. Entrega.



Esta es una pesadilla recurrente que tengo cada vez que voy a dar un examen. El texto no lo aclara pero el protagonista también está desnudo y por alguna razón en Francia, hablando en latín.

viernes, abril 16, 2010

Las cinco fases de escuchar a tus vecinos

¡Ya está! Me saqué la modorra de encima. A escribir…

Una de las bellezas de nuestra sobrevalorada vida moderna es que nos permite vivir en cómodos apartamentos ubicados en edificios (reservando las arcaicas moradas unitarias para los estratos más altos y más bajos de la sociedad) donde la creciente pérdida de intimidad que los inquilinos de las viviendas van sufriendo se hace más evidente a medida que las torres se vuelven más y más altas y las paredes menos y menos gruesas. Por si el título no lo dejó claro, estamos (desde la cuarta línea ya pueden ser considerados cómplices del crimen) hablando de escuchar a quienes viven en los habitáculos contiguos al nuestro cumplir el vil acto que en las sagradas escrituras del Kama Sutra se define como “ponerla”.

El sexo es hoy como siempre la necesidad más básica de quienes reconocen que garantizar la supervivencia de la especie es la razón por la que estamos en el mundo. Al mismo tiempo, es también la necesidad más básica de quienes reconocen el ponerla, o recibirla en todo caso, es la razón por la que estamos en este mundo. Debido a que ese rango abarca un porcentaje presumiblemente alto de la población mundial (decir “todos” es un poco exagerado, asumo que habrá quince personas que prefieren priorizan el escribir un libro, plantar un árbol o jugar al World of Warcraft), no sorprende que la práctica sea tan común entre los seres humanos, aún en ambientes tan escaso de privacidad como el baño de un avión, la fila H del cine y el sillón del living con tu vieja (¿por qué? Porque le encanta). A pesar de los grandes avances que ha hecho el individuo social en aceptar la realidad de que otra gente también la pone, y siempre mucho más seguido que vos, y con tu vieja; una prueba indirecta de este suceso como puede ser el escuchar a alguien dar evidencia concreta de ese hecho durante dos horas seguidas en el apartamento de al lado aún desencadena en nosotros una serie de reacciones perfectamente divisibles en cinco fases para comodidad del lector.

Fase 1: Negación

Se escucha un ruido extraño a través de la pared y lo primero que queremos pensar es en que la vecina no está haciendo lo que a nosotros nos gustaría estar(le) haciendo. Las excusas que tratamos de imponernos como “es una ventana que está abierta” o “es una película”, quedan rápidamente descartadas cuando el ruido de la ventana suena extrañamente parecido al nombre, apellido y número de seguro del señor del sexto piso. A esa altura sólo queda dejar lugar a la aceptación o convencerse de que se trata de un intento de homicidio e irse a dormir con la conciencia tranquila.

Fase 2: Ira

“¡Desubicados!”, piensa nuestro yo hipotético, “Gritar de esa forma sin consideración por los demás inquilinos”. La situación nos parece una vergüenza, una afrenta, un escupitajo en la cara a la moral y a los valores sociales. Hasta que nos damos cuenta que si fuera uno es ser que estuviese llenando el formulario, importaría poco y nada el que él o ella lo grite en los tímpanos de todos tus habitantes contiguos. Es más, si a vos querido lector, tu vecino te encarara a la mañana siguiente de una noche de lujuria desenfrenada, sus apelaciones al respeto y decoro sonarían tan fuera de lugar como los Teen Angels haciendo de teloneros en un recital de la Renga.

Confío en la honestidad intelectual de las 15 personas a las que les llegará esto como una cadena de Spam (reenvíalo a otras 15 o tus vecinos la van a poner todas las noches con lujo de gritos de acá hasta que te mudes a la Patagonia). Ustedes saben que la bronca es por envidia, frustración o porque no tenés ningún huequito en la pared para espiar. Lo que nos lleva a…

Fase 3: Curiosidad

De pronto ya no negás el ruido, mucho menos te resulta molesto. A esta altura estás irremediablemente desvelado y la falta de programación decente en la tele a esas altas horas (a menos que tengan Premium, en ese caso pueden ver a sus vecinos en el canal 548. En el 549 está tu vieja) hacen de quedarse escuchando los ya familiares gemidos la opción más llamativa. Al prestar atención se reconocen tonos, modos, reacciones de ese big bang que ocurre a escasos metros tuyos. El interés se agudiza, se eriza la piel, empiezan las fantasías. El juego empieza.

Fase 4: Diversión

La pared ya un estorbo casi inútil. Escuchás todo con lujos de detalles y ya pensaste en tirar abajo la pared y poner un vidrio para invitar a tus amigos la próxima. La fantasía se dispara para todos lados y la imagen llega a ser más nítida que el HD del televisor/I-pod de Steve Jobs.

Fase 5: Comunicación

Si hubiese una audiencia empezarías un relato, pensás, solo para darte cuenta de que internet ES una audiencia y la computadora un micrófono. Buscás a cualquier amigo que esté conectado y le contás todo lo que está pasando, compartís los detalles, creás una trama… a los 5 minutos ya tenés un guión para venderle a playboy. Sólo te falta abrir un blog sobre tu experiencia, imprimir remeras con la leyenda “Yo escuché a mis vecinos. Sabés perfectamente de qué te hablo… no te hagas el dobolu” y abrir un grupo de fans de Facebook que prometa fotos de Pamela David en bolas si llega a los 4302863 miembros.

A la mañana siguiente te encontrás con el novio de tu vecina en la puerta de abajo del edificio. Vos sabés que él sabe que vos sabés, lo tenés escrito en la cara… todo culpa del alcohol y de que había un marcador cerca, pero resistís el impulso de llamarlo campeón y palmearle la espalda porque en el fondo sabés que no deberías saber lo que él sabe que sabés (si te mareaste volvé al principio del párrafo, tomá aire y volvé a arrancar. La salud es lo primero). A los pocos segundos el impulso pasa y, sin mirarlo a los ojos te escabullís de su presencia. Tres noches después el ciclo vuelve a comenzar.