martes, diciembre 04, 2007

Casi Perfecto

Un poco de semi poesía depresiva para alegrar un poco el día. La verdad que no sé de donde me salió esto, ni siquiera sé si está bueno o es cualquier cosa. Igual espero que les guste, a ver si alguno se siente identificado, yo por lo pronto no. Saludos

El cielo se cubre de blanco. Las nubes se funden en una, se abrazan con su miles de brazos buscando una sola forma que cubra el cielo entero. Parece nieve caída en un mundo opuesto al nuestro, y pienso que tal vez seamos nosotros los que estamos al revés, viviendo en nubes que se unen y se deshacen, en un caos infinito de formas y tonos de blanco y negro que jamás tiene fin.

Y aquí estamos de nuevo, juntos, mirando el cielo que se mueve debajo de nosotros, con sus nubes danzantes, con su fondo azul y perfecto, el mismo azul perfecto que me mira cada vez que miro en tus ojos. Tus terribles ojos. Quisieran que fueran como aquel otro cielo, el de aquella tarde, un cielo blanco espuma, calmo, vacío, perfecto. Como tú. Como quisiera que fueras tú.

Tu beso me despierta de mis ensueños y vuelvo a tu lado. Ahí están tus ojos, clavados en mí como agujas, con esa mirada infernal que no puedo dejar de odiar. Y sin embargo la miro, te miro, sintiendo aún el calor encendido por tus labios en la comisura de los míos. Tan cerca, pienso, y a la vez tan lejos, triste ironía que no cansa de repetirse. Y suspiro, pobre iluso, como siempre por un momento creí que esta vez no sería igual.

Tomando coraje giro a mi cuerpo hacia ti. Ahí está esa maraña de cabellos que el viento revuelve, como queriendo castigar tu belleza y solo haciéndola más evidente. Detrás de tu pelo descubro ese rostro que el viento intentaba ocultar. La nariz altiva y perfecta, la frente lisa y extensa. Tu sonrisa, falsa. Tus ojos, terribles.

No soporto la idea de que estés tan cerca sin ser mía, y al mismo tiempo esa cercanía es mi pequeño trofeo, pues en ese rincón del mundo perdido, en ese instante en que las nubes se funden en un blanco perfecto eres mía. Simplemente mía. Lo repito tanto que casi parece verdad. Casi...

Dejo escapar la palabra sin pensarlo. Tal vez, inconcientemente busco tu reacción que llega inevitablemente. ¿Casi que? Casi eres mía, pienso, casi me besas, casi estamos juntos. Pero no, nada de eso es realidad. El encanto del momento se rompe en la nada y eso te respondo, nada. Eso soy yo, nada. Me arrepiento de haberme dejado llevar nuevamente. Pongo mi mano en tu rostro para tranquilizarte y otra vez despierto esa sonrisa tan dulce, tan hermosa y tan falsa que hace de tu rostro una pintura perfecta. Casi perfecta.

Me incorporo para irme. Siento en tu cuerpo la sorpresa de la separación, tal vez un poco de alivio. Ya mi presencia no te hace feliz y sé que esta tarde sin tiempo, mirando el cielo nublado, llegará pronto a su fin. Demasiado pronto, pienso, cuando siento que tu mano toma la mía para reclamar una despedida. No quiero, no puedo. Mil excusas que quieren evitar el dolor de tus palabras cruzan mi mente, inútilmente. Finalmente tendré que rendirme a tus deseos y escuchar tus razones, tu lógica, tus mentiras.

El cielo blanco se tiñe de negro, amenazando a la tierra con la furia de sus lágrimas. El cuadro perfecto ahora llora al saber que no estás aquí para contemplarlo. Ahora solo miro como el gran cielo blanco se desarma en un caos de espuma, devorándose a si misma bajo la furia de los vientos. Veo tu figura de espaldas deslizándose lejos, rápida, libre.


Pienso en el cielo de nubes y en ese mundo sobre el nuestro, opuesto, en el que existe un instante al que podemos llamar perfecto. Y me pregunto si en la nieve que cubre aquel lugar, si estuviésemos tirados allí en vez de aquí, observando el césped del parque sobre nosotros, si sin un casi que sofoque las esperanzas de un sí, sería posible que al despertar de mis ensueños tu beso fuera a mis labios. No sería una ilusión llamarte mía, y el tenerte sería el todo que vacíe la nada. Si tal vez estuviésemos allí en vez de aquí, podría ser feliz, aunque fuera solo en el instante en que las nubes se unen en un blanco perfecto.

Ahora ya no veo el cielo reflejado en tus ojos, ya no siento tu cuerpo pegado al mío, ni tu beso que me despierte del ensueño y me devuelva a tu lado. Ya no estás, y el cielo ya no es uno, no es nada. Sin embargo tu sombra sigue allí. Y cuando cierro los ojos, y mi mente me lleva a pensar en ti, lo único que veo nuestro cielo, tu cielo, un cielo blanco espuma, calmo, vacío, perfecto. O casi.