miércoles, octubre 19, 2005

La Pausa

El señor camina por la calle con aire apurado, seguramente está llegando tarde a algún lado. Camina apenas apoyando los pies, casi corriendo, ¿si el reloj no para, por qué él debería hacerlo? Los negocios, las calles, las personas… todo pasa desapercibido a su lado a una velocidad anormal, no tiene tiempo para fijarse en nada, cada segundo de distracción es un segundo perdido, y el señor odia perder el tiempo, porque sabe que jamás lo recuperará ni le darán nada a cambio por él, por eso debe aprovecharlo al máximo, no permitir que se le escape un solo segundo de la billetera.
Cada paso que da se siente más pesado, sabe que podría ir mucho más rápido, caminar es solo una pérdida de tiempo, debería viajar en automóvil, o mejor aún, en helicóptero, así no perdería ni un solo segundo en hacer aquel molesto viaje.
Mira a su alrededor buscando algún camino que lo lleve más rápido a su destino, solo ve una pequeña plaza olvidada. A falta de un mejor camino decide atravesarla, allí podrá apurar un poco el paso. Marcha decidido cruzando la calle, sabiendo que no puede esperar a que pasen los autos, cruza decidido entre ellos, el tiempo ganado bien vale el riesgo.
Sin embargo al pisar el primer espacio verde siente algo diferente, ya no está tan apresurado como antes, el tiempo parece correr más despacio, ya no lo persigue sino que camina lentamente a su paso. El señor aminora el paso, ya no siente los pies pesados, se siente libre, como si flotara en el aire, cada paso es un enorme salto que lo eleva en el aire lentamente y lo aleja del mundo y de las preocupaciones.
Comienza a fijarse en lo que lo rodea, las flores que parecen sonreír a su lado, los tristes árboles que lo atrapan con sus ramas, todos lo invitan a detenerse, a mirarlos y jugar con ellos. Más a lo lejos ve la ciudad, pero es una imagen borrosa, como si en realidad se encontrara a kilómetros de distancia. Su ritmo acelerado ya no lo altera, ahora está escondido del mundo real, protegido de todo, a salvo del mundo. El tiempo ya no tiene sentido, solo siente esa libertad del momento, un escape de la realidad.
De pronto cae de nuevo en la fría acera, ya ha atravesado todo el parque. Pero, ¿Cuánto ha tardado? Podrían haber pasado horas, días enteros, ya no le importa, sigue respirando esa sensación de libertad aún ahora. Ya no lo preocupa el tiempo o, mejor dicho, ahora sabe en qué vale realmente la pena invertirlo. Ahora el señor camina observando todo a su alrededor, todo le parece igual de hermoso que en aquel parque. Las cosas cobran un nuevo significado, ya nada es igual que antes. Ya no corre, camina despacio, prestando atención a todo cuanto lo rodea. Cada segundo es importante, y por eso lo aprovecha al máximo.