miércoles, setiembre 21, 2005

Ira

Caminaba por la ciudad como si nada, sin destino fijo, uno más en la marea de gente que recorre las calles día a día. No se por qué me eligió justo a mí, no tenía nada en especial, había varias personas alrededor mío que habrían servido mucho mejor para sus propósitos. Sin embargo fui yo quien, al quedarme parado esperando a que cambiara el semáforo, sentí algo frío y metálico que se apoyaba en mi espalda al tiempo que una voz profunda me susurraba al oído “Si hacés algo te mato”. Una ola de terror invadió mi cuerpo.
El asaltante me obligó a cruzar la calle, al tiempo que sus amenazas impregnaban mis oídos hasta dejar en mi cerebro solo espacio para el miedo. Yo miraba sin cesar a las personas que pasaban a mi lado, ¿cómo podía ser que no vieran lo que sucedía? ¿Acaso, no era obvio? ¿Acaso no veían el arma que presionaba contra mi espalda? Ahora que lo pienso, tal vez sí lo veían, pero por miedo o por indiferencia miraron a otro lado creyendo que no sería más que un simple robo, un simple susto para la pobre víctima. Me gustaría que ahora supieran lo equivocados que estaban.
Caminamos un par de cuadras hasta llegar a un callejón donde las luces habían dejado de funcionar hacía mucho tiempo, no se veía una sola alma alrededor. Aún permanecía detrás mío mientras su brazo impedía que me girara para ver su rostro, lo cual me asustaba todavía más. Por fin nos detuvimos en la mitad del callejón, donde la falta total de luz hacía imposible que nos vieran. El ladrón me ordenó vaciar mis bolsillos. Yo hasta el momento había creído que se conformaría con las pocas monedas que llevaba en los bolsillos o, en el peor de los casos, se llevaría mis zapatos también. Sin embargo por su reacción al ver tan poco dinero pude comprender que aquello no terminaría allí.
Comenzó a preguntarme sobre mi casa, si tenía dinero allí, que tan lejos quedaba. Al mismo tiempo no dejaba de repetir que no intentara nada estúpido y que si hacía lo que me decía no sucedería nada. Pero el tono de su voz había cambiado, parecía casi tan asustado como yo. En ese momento pensé que si no huía las cosas solo se pondrían peor para mí.
Aprovechando un segundo de distracción empujé con todas mis fuerzas hacia atrás y pude sentir el filo del metal cortar mi espalda. Apenas vi al ladrón caer al suelo me abalancé sobre él y de un golpe le quité la navaja de la mano. Sin embargo él no tardó en reaccionar, sentí su puño chocar contra mi rostro al tiempo que yo golpeaba el suyo. Continuamos forcejeando por varios minutos, ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder.
Mi mano se cerró sobre una gran piedra tirada en el suelo e instintivamente golpeé al ladrón en el cráneo. Por fin dejó de moverse, su cuerpo se desplomó a mi lado mientras respiraba con dificultad. Lo único que podía ver era la sangre que brotaba de entre sus cabellos, quería irme de allí cuanto antes. Pero de pronto recordé todo el miedo que había sentido, la impotencia y la vergüenza que había sufrido. Podía sentir la ira y el odio recorriendo mi cuerpo. Tomé nuevamente la piedra y comencé a golpear con furia la cabeza de mi atacante, hasta que su respiración cesó y me levanté temblando con las manos bañadas en sangre.
Entonces, a pesar de la oscuridad, pude ver por primera vez el rostro del ladrón. Yo creí que vería algún borracho o un vagabundo, sin embargo solo pude ver a un chico que no tendría más edad que yo. La piedra resbaló de mis manos y cayó al suelo con un ruido sordo.

miércoles, setiembre 07, 2005

Delirando a las 12 de la noche

Esto, como bien dice el título, lo hice a las 12 de la noche cuando no se me ocurría nada que escribir y empecé a divagar. Como no se me ocurrió nada mejor por el momento me quedo con esto.

La hoja está en blanco y no se qué escribir. Si la hoja está vacía hay que llenarla con algo supongo. Puede ser que la llene con estúpidas reflexiones sobre lo triste que es mi vida, pero ni soy tan reflexivo ni mi vida es tan triste, así que mucho sentido no tendría. También podría inventar una divertida historia sobre el viaje de tres amigos a la Ciudad de Las Aventuras, pero eso a esta altura de mi vida sería como una regresión a mis 5 años, prefiero seguir adulto dentro de lo humanamente posible. Otra posibilidad sería una triste historia sobre amores que jamás pasarán, pero después uno se acuerda que está solo y que su vida amorosa tiene los mismos sobresaltos y emociones que un televisor apagado ¿para qué recordarlo?
Ahora agarro y escribo algo…… ya! No, eso mejor no, nadie quiere leer otro cuentito de misterio donde el tipo al final no se suicidó sino que su tía abuela lo mató para cobrar el seguro de $2…. Puta madre, ya cagué el final. Igualmente que me importa si no escribo nada, si al final no me gusta, borro todo y la hoja vuelve a estar blanca. Entonces hay que volver a llenarla y volverla a vaciar. Es un ciclo sin fin, esto tiene que parar. ¿Pero donde lo paro? No borro lo que escribo o directamente no lleno la hoja para no tener que volver a vaciarla. ¿No escribir o no borrar? La hoja está vacía para que se la escriba, pero cuando está llena no hay por qué borrarla, así que mejor escribo algo de una vez y dejo la “filosofía para gente que no tiene nada que hacer en su tiempo libre”.
Tengo una idea!!! No, mentira. Solo quería que se emocionaran, así no se aburren tanto mientras yo pienso que escribir. Si quieren váyanse a dormir la siesta, se comen un guisito de arroz y después vuelven. Igual cuando regresen me van a encontrar exactamente como que ahora. O capas ya empecé a escribir algo, capas mi cuento es tan genial y fantástico que fui nominado a varios premios y estoy casado con una hermosa mujer que se parece a Pamela David, solo que es ingeniera nuclear y tiene sentido del humor. A….. qué? Huy, ya estaba soñando de nuevo, lo peor es que manché todo el teclado…… con saliva malpensados de mierda!!!
Ya exprimí mi cerebro hasta el límite pero igual no pasó nada, la hoja aún no está manchada con mi materia gris. Empiezo a releer todo lo que escribí hasta ahora y me río otra vez de todos los chistes idiotas que estuve haciendo hasta ahora, esto es una vergüenza, tengo que escribir algo o voy a perder mi reputación. Porque, buena o mala, yo tengo una reputación carajo.
Y de pronto se hizo la luz! La hoja ya no está en blanco, está plagada de comentarios estúpidos y chistes malos, pero ya no está en blanco. Señores y señoras (ojalá), he cumplido con mi labor. Me retiro como un perdedor que no sabe que perdió, osea feliz. Espero que para la próxima pueda acelerar el trámite. Buenas noches.