sábado, agosto 26, 2006

Historia Real

Basado en una historia real (como bien indica el título, osea que no hace falta aclarar, mierda, ya la cagué desde el principio). No, no en la mía ¿ok? Déjense de joder. Si quisiera hablar de mi vida me compraría un fotolog (y una vida, ya que estoy).

La espera se hacía interminable bajo el frío Sol invernal que ya comenzaba a menguar. Una leve brisa perseguía a los pasantes, colándose por todo agujero que encontrara entre sus ropajes, provocando miles de escalofríos a su pasar. Pero a Francisco eso poco le importaba, seguía allí paciente e inmutable, esperando verla aparecer de un momento a otro doblando la esquina, usando un vestido blanco floreado, la primavera de aquel invierno cruel.
Arrepentíase ahora de haber llegado tan temprano pues las rosas que desde hacía casi dos horas reposaban en su mano comenzaban a mostrar los efectos de la falta de agua. Debería haber respetado la hora pactada en vez de asegurarse el ser el primero en llegar, sin embargo la mayor culpa la cargaba ella, quien se daba el lujo de arribar con más de una hora de retraso. Los insistentes mensajitos de texto a su celular seguían sin respuesta, haciendo aún más difícil el soportar la duda de si al fin y al cabo se dignaría en venir.
Desde hacía días, que ansiaba la llegada de aquella cita. Tras semanas de miradas furtivas e indiscretas insinuaciones por fin había tomado el coraje de invitarla, sorprendiéndole no tanto su propio valor, sino el que ella aceptara enérgicamente. “Tal vez todo haya sido una broma” pensó amargamente. Una triste burla de aquel corazón de piedra. “¡No!” se gritó a sí mismo. Hubiese sido un acto demasiado cruel., y por más que su orgullo clamaba a gritos por salvar lo poco que quedaba de él, su corazón le exigía paciencia y comprensión.
“Ya llegará” se repetía sin cesar, queriendo callar las mil voces de su mente que sembraban constantemente semillas de duda. Y mientras tanto el reloj seguía avanzando sin cesar; la manecilla larga, cual verdugo encapuchado, perseguía a la pequeña en busca de su cabeza, y esta, más pequeña y corta de piernas, huía inútilmente por el corredor infinito de las horas. Antes de que el hacha alcanzara una vez más el cuello de la víctima, ella apareció.
“Bien ha valido la espera” pensaba él satisfecho, viendo llegar a su princesa de lentes negros, reemplazando hoy su hermoso vestido por camiseta y blue jeans. Su pelo negro y lacio caía sobre sus hombros de forma ordenada y pareja, el solo trabajo de tener que arreglar su cabellera justificaba toda la tardanza y aún más. Él comprendía, él perdonaba.
“Hola Cami, ¿Cómo estás? Murmuró suavemente, con un hilo de voz. Sus piernas temblaban ya no por el frío. A punto estuvo de besar su mejilla, pero temió mancharla, arruinarla. Fue ella quien besó la suya en cambio.
“Bien, bien. Disculpame que demoré un poco. Se me fue la hora” Confesó ella ruborizada.
“No te preocupes, acabo de llegar yo también.” Mintió, arrepintiéndose inmediatamente. Tal vez fuera mejor que ella supiese lo que estaba dispuesto a soportar para verla, cual Ulises esperando a su dulce Penélope… ¿o era al revés? No importaba, ya estaba allí.
Buscando rellenar el vacío de palabras en que habían caído, preguntó por la suerte de los mensajes, a lo que ella replicó con otra excusa mediocre. Daba igual, para Francisco cualquier palabra de Camila era ley y verdad, sin importar lo que su orgullo, su mente o cualquier órgano que no fuese el del amor le dijeran.
Y así corrió la tarde, entre palabras y silencios pero avanzando siempre, conociéndose de a poco esos mil detalles que se encuentran estando a solas con otra persona. Aunque no se diga nada, aunque no se respire siquiera, un solo gesto vale más que todo eso si es verdadero de la persona. Por fin, cansados de caminar, se sentaron a la mesa de un café pequeño, reposando la lengua ahora solo para beber suaves sorbos del líquido negro.
Fue a la sombra de un árbol, quien sabe cual, plantado pegado a la pequeña mesa que Francisco dio su primer beso. Tímido y rápido en un comienzo, pero profundo y maduro después de que los labios de Camila le devolvieran la confianza. Y así terminó la cita, entre besos y hojas secas aún cayendo del árbol. Es difícil decir cuánto tiempo tardaron en separarse, más fácil es saber a quien le dolió más. Aunque la promesa de un nuevo encuentro dejó un sabor a amor en los labios de ambos.
Así comenzó el noviazgo, que ya presagiaba tragedia, pues las diferencias fueron muchas, demasiadas, desde un principio, no solo en gustos sino en horarios y pensamientos. Y aunque todo marchaba bien en el horizonte había nubes de tormenta. Mas Francisco, ciego, parecía negarse a ver cualquier cosa que amenazara su felicidad.
Durante contados días fueron felices uno junto al otro, o al menos lo parecían ante las miradas de miles de amigos y desconocidos. Las caricias y besos constantes, las periódicas salidas y los miles de llamados cada tarde eran prueba más que suficiente del amor que se profesaban. Y así pasó una semana, y luego otra, y otra más, y Francisco no podía ser más feliz.
Grande fue su sorpresa cuando, en aquella tarde en que se cumplieran 15 días de su primer encuentro amoroso, se encontró una vez esperando junto al mismo ocaso la llegada de su amada. Una vez más el reloj avanzaba inexorablemente, una vez más las dudas y temores, una vez más el celular mudo. Obviamente estaba dispuesto a esperar, como siempre, lo que fuera necesario. Sin embargo las horas seguían corriendo sin que ella diese muestra alguna de existencia y la paciencia de su príncipe comenzaba a menguar. Finalmente apareció, no ella pero si su voz en el frío auricular del celular. Francisco esperaba una justificación, una excusa al menos, que arrancase de su boca palabras de perdón. Mas no hubo excusa, mucho menos disculpa. Solo un discurso inaudito sobre lo distante que era su relación, lo infeliz que era ella y lo muy necesario que era una separación.
Así terminó todo, con cuatro o cinco frases en jerga legalista que rompían su corazón como si fuese un simple contrato laboral. A pesar de todo, Francisco resistió, inexplicablemente, el edificio de emociones que se derrumbaba sobre él, sosteniéndose con la única frase por ella pronunciaba que daba sentido a su decisión: “No estoy lista para una relación”. Con esa idea fija en su mente sobrevivió días y noches sin derramar lágrimas ni dolor, solo una oscura melancolía lo rodeaba sin interferir con su vida, ya no tan feliz sin Camila pero vida al fin.
Mas el golpe de gracia estaba aún tras la puerta y no tardó en dar el portazo que terminó de hundir el corazón de nuestro héroe. Tal golpe tenía la forma de su no tan amigo, pero siempre compañero, Guillermo quien no tardó en ser visto prendido a los labios de Camila pocos días después de la triste separación. “No puede ser” se repetía Francisco incansablemente, convencido como estaba de que la causa del rompimiento era totalmente ajena a él, ahora descubría que de nadie más era la culpa. La tarde en que ella le anunció su definitivo noviazgo con Guille, su mundo se vino abajo.
Es difícil describir lo que pasa por la mente de un hombre al que acaban de apuñalarle el alma. Algunos gritan, otros lloran, muchos buscan venganza y otros simplemente olvidan. Francisco, en cambio, no sentía nada. Su amor desapareció así sin más, tan rápido como había llegado y no lloró, ni gritó, ni buscó venganza. Ni siquiera quiso olvidar lo pasado, simplemente se encogió de hombros y siguió con su vida, consciente de que Camila jamás volvería a estar en ella.
El destino, que jamás ha brillado por su cordura, quiso sin embargo que ambos caminos volvieran a cruzarse cuando Camila, harta ya de su patético Guille, quien no era más que un juguete obtuso para ella, decidiera que Francisco debía volver con ella. Todo el personal de amigos y conocidos se puso en obra entonces, para concretar el reencuentro, pues a nadie le cabía duda de que ambos habían nacido para estar juntos. Y así fue como se concretó una cita, en aquel fatídico lugar del primer encuentro. Pero ahora Camila era quien esperaba, contenta, la llegada del hombre de sus sueños.
Esperaba, esperaba y no paraba de esperar, tanto o más lo que había hecho esperar a su amado. Pero este no aparecía y ella se inquietaba, por la tardanza y el silencio del celular. La verdad es que Francisco jamás se había enterado de la cita, pues todo había sido planeado por amigos de ambas partes, y hasta que por fin llegó a sus oídos el que su princesa lo aguardaba junto al Sol poniente, no pudo sino preguntarse que podría querer ahora esa arpía.
Llegó así sin prisa ni apuro al lugar concretado, soñoliento aún por la incumplida siesta. Ella sonrió aliviada de verlo, y se lanzó a sus brazos buscando sus labios. Grande fue su sorpresa cuando no solo los labios sino también los brazos la rechazaron con firmeza, y al levantar la mirada unos ojos duros le confirmaron su sospecha. “Él aún me ama” había pensado ella. “Nunca la amé” se confirmaba él al ver esa criatura traicionera y soberbia que se hacía pasar por dulce e inocente.
Camila le suplicó volver, reconoció sus mil y un errores y suplicó por su perdón, segura de conseguirlo. Él se limitó a mirarla durante interminables instantes, sin ansiedad, sin disfrutar aquella patética escena. Y al dar su negativa no hubo venganza en su voz, no deseaba herirla, no le importaba ya nada de ella, solo acabar con aquel trámite. Al alejarse tranquilo ni siquiera volteó a observar como ella rompía a llorar. De haberlo hecho podría por vez primera haber visto a la auténtica Camila, libre de máscaras y engaños, la Camila con la que él había soñado, la que había llegado amar sin jamás verla realmente, pero a la que la otra, la falsa, la arpía, había borrado de su lugar en el corazón de él. Y así terminó la historia, con un corazón roto que no fue del que debió ser y un atardecer hermoso, escenario una vez más, de las tragedias que se hacen llamar amor.

Dedicado a un amigo que me cedió el privilegio de escribir esta historia, y al Enrique que siempre lo acompaña.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanto esta historia, es lectura entretenida, con matices, recursos...

Escribis muy bien chavón, no se si soy la persona indicada para decirlo (seguramente no, pero bueno, hagamos de cuenta que si :P), pero mi humilde opinión es que aca, en este blog, hay talento.

Un saludo, y segui asi

Ice (o Ale, dependiendo la dimensión)

Anónimo dijo...

holaa tinchoo !
te dije ke te iba a
dejar un mensajin =)
ya te lo dije
pero bueno va de vuelta
me gusto la historia
=D
buenoo me retiroo
muchoss besitoss !!
cotyy

Anónimo dijo...

che tincho me rete gusto esta historia! tambien la del manual de autoauda jaajaja.. con esa me rei mucho mucho.. no peor la mas linda fue la de cmaila y francisco.. ke forra camila! ojala nunca me pase :P ajajaa
bueh che un beso gnde
y segui con las historias romanticonas... jaja son las mas lindas!

ahh vos me debes un cuento! me dijiste ke me ibas a hacer un cuento para mi dedicado para mi solo para mi!! ¬¬ y nunca! y eso me lo dijiste como hace un año o mas mal amigo! voi a reconsiderar mi lista de amistades ¬¬ jajaa
besote tincho nos vemos!


tu mejor amiga maki :P jaja

Anónimo dijo...

Sorpresa. Me dieron ganas de pasar...una historia interesante, la verdad que me gustó. Mi pregunta es...en qué historia real está basada? :O
Saludos