miércoles, mayo 21, 2008

Adicción

Contrariamente a lo que uno pueda pensar este texto no trata sobre mis experiencias personales con la droga. No se decepcionen, el dia que me empiece a drogar en serio escribo algo, les prometo.

Por más que buscaba su reflejo no lograba encontrarlo, a cambio el espejo solo le devolvía una versión sucia y malgastada de sí mismo. Las ojeras ahora eternas, los cabellos sucios y revueltos bajándole por una cara marcada por las arrugas. Arrugas que habían surgido muy pronto, marcando un rostro envejecido joven, torturado por el paso de alguna calamidad que hubiese depositado en él 10 años en uno. Una vez más negó su figura. En el fondo de su inconciente, la certeza de que aquella figura patética que le presentaban en el espejo era él mismo, pujaba desde el fondo de su ser por derribar la represión que su mente, y en parte los restos de su amor propio, ejercían fieramente desde hacía más de 4 años.
Lentamente, con movimientos que apenas alteraban la realidad junto a él, fue acercando las manos al agua que desde hacía minutos corría incansable por el aire, disfrutando el instante de libertad antes de regresar a la cárcel de los tubos. Al alejar de sí sus manos, nuevamente evitó notar el desgaste y mugre que reflejaban la autenticidad del reflejo. Poco a poco sintió al líquido entrando en contacto con su piel, reviviéndola apenas de las penurias de la noche, un toque de vida en la sequía de su cuerpo.
Aún no comprendía sus movimientos, actuando solamente por el impulso irrefrenable de la costumbre matinal. Costumbre que había mantenido a pesar de que en realidad ya pasaban de las 5 de la tarde y el Sol, verdad irrefutable, escondíase ya entre los edificios que se elevaban sobre la ciudad. “Welcome to the jungle”, pensó divertido observando aquellos gigantes de acero atacar con sus puntas el culo del cielo. La melodía de esa canción que no conocía resonaba en su cabeza desde sabe Dios que instante de la noche anterior. Siguió sonriendo, aunque no comprendía ya por qué.
La erupción llegó de improviso y lo tomó a traición, descargando todo el jugo intestinal sobre las manos que aún colgaban delante de él bajo la cascada de agua. Algo, en lo que en un primer momento creyó ver una hamburguesa, aterrizó sobre sus pies descalzos e hizo de ellos su morada, al menos hasta que su reacción por fin alcanzó a sus extremidades y alejó la sustancia de sí con una certera patada.
Limpióse, por reflejo, el vómito de sus brazos, sin sentir asco realmente, solo el recuerdo de que en una situación así debería sentirlo. “Ser humano” pensó que era ese recuerdo, aunque ahora se sentía más humano que nunca “solo y mediocre, igual que todo ser en este mundo que dedique más de dos minutos de su vida a mirar a su alrededor y darse cuenta de que no hay nadie”. Estos nefastos pensamientos lo atravesaban de cuando en cuando, viajando por sus arrugas prematuras como si se trataras de un tren de original traza y destino indefinido. Un dejo de ira había comenzado a nacer en algún punto lúcido de su mente, expandiéndose con peligrosa velocidad y amenazando con desencadenar un entero despertar.
Se apresuró a mojar las áreas de su cuerpo que más reclamaban el pase del agua y abandonó el baño aún a medio vestir. Los pequeños puntos rojos brillaban en la parte interior de su codo, riendo divertidos por la lluvia pasajera.
De inmediato comenzó a revolver las pilas de ropa y basura que inundaban el cuarto único contiguo al baño, al principio con fingidas tranquilidad y seguridad de que sabía exactamente lo que hacía. Muy pronto la desesperación se hizo evidente, la claridad de la conciencia se hacía cada vez más intensa. Palabras, viejas palabras, terribles palabras de un mundo de recuerdos antes vacíos ahora se llenaban de significado e intentaban arrancarlo de la realidad que por tanto tiempo había mantenido existente. Finalmente encontró la aguja, pero el paquete estaba vacío.
“¿Cómo?” era la palabra que retumbaba en su cabeza “¿Cómo?” ¿Cuándo había terminado? ¿Cómo no se había dado cuenta? Maldijo a Dios y a todo lo que se le pareciera mientras las pilas de inutilidades volaban nuevamente por los aires, inútilmente, el paquete estaba vacío y no podría conseguir otro hasta horas, o tal vez días después. Desesperado tomó el teléfono y marcó el número de confianza. Todo inútil, no habría nada hasta el día siguiente.
Minutos más tarde ya se encontraba lamiendo los restos de polvo que habían quedado adheridos al piso del baño y entraba en el trance somnoliento de la adicción. El placer lo invadió una vez más, cerrando la puerta al rincón conciente que una vez más se hundió entre los vahos de la droga.

Una hermosa mujer lo rodea con su cuerpo desnudo sumergiéndolo en un relajante éxtasis. Sus brazos, sus piernas, su rostro, todo es perfecto y a la vez inmaterial… una fantasía que su mente le impone como escape de la realidad. Ella no lo ama, no lo quiere, no lo necesita, y sin embargo de eso lo convence. Lo atrapa, lo sumerge, lo ahoga, lo mata.

Poco después el placer terminaba, marcado por el regreso del fuerte dolor en su vientre que una vez más lo obligó a vomitar. Hincado sobre sus rodillas mientras soportaba los esfuerzos de su estómago por expulsar lo que quedaba de comida sobre el resto de su cuerpo, pensó en su situación, su vida. El efecto de la droga no se había disipado lo suficiente como para permitir que el reflejo de conciencia resurgiera nuevamente. Sin embargo lograba recordar entre incoherencias algunos rasgos de su existencia previa a que la adicción lo atrapara entre sus fieras garras.
Tal vez si dejaba todo aquello, tal vez si la dejaba, tal vez… pudiese volver a se como antes…
Inmediatamente se descubrió recostado nuevamente contra el piso, rogando por un poco de polvo que lo alejara una vez más de la cordura para sumergirlo en su pasión fatal.