Bueno, este es un pequeño tributo a la gran serie que es "Desperate Hosewives" que nos demuestra que es inútl aparentar el tener una vida perfecta cuando todos sabemos que no existe nadie sin defectos.
Aprovecho para agradecer a todos los que estuviron poniendo comentarios, mis amigos mi familia y los chicos del foro. Muchas gracias por darme ánimos para seguir escribiendo.
El señor Smith es un hombre común y corriente como cualquier otro. Fiel esposo, padre de dos hijos y empleado ejemplar de una compañía de lavarropas. Tiene 45 años y lleva 20 de ellos casados con Jennifer. Es alto, tiñe su cabello de gris y le encanta la pesca de salmón. Pertenece junto a toda su familia a una Iglesia independiente que se encarga de mejorar la sociedad, la cual fue señalada más de una vez por los miembros de todas las religiones como una secta intolerante que desprecia a todo aquel que no lleve el mismo estilo de vida que sus miembros. Por supuesto que el señor Smith considera estas acusaciones ridículas.
Cada mañana se levanta a las 6 en punto, besa a su esposa en la frente, viste su buzo gris junto con su jogging deportivo, también gris y sus championes de lona blancas impecables cuyos cordones ata cuidadosamente con doble moña. Baja al comedor para prepararse un saludable desayuno base de cereal con leche, a la cual agrega un pequeño trago de whisky para darle más sabor. Sale a la calle al trote al tiempo que pone en marcha el cronómetro de su reloj, ¿quién sabe? Tal vez hoy establezca una nueva marca. Mientras recorre las primeras cuadras de su trayecto divisa al diariero realizar su labor, lo saluda amablemente preguntándose para sus adentros si sabrá que fue él quien lo denunció ante la junta del periódico por tomarse 20 minutos de descanso a la mitad de su recorrido, “En este país ya hay demasiados perezosos”se dice mientras ve al pobre bañado en sudor correr de una casa a otra para cumplir con su horario.
Una hora exacta después de haber salido de su casa para el cronómetro frente a su puerta. “otro tiempo perfecto” piensa satisfecho. Al entrar a su casa ve a su esposa recién levantada sonreírle cariñosamente.
- ¿Cómo estuvo el paseo mi amor?-
- Excelente cariño. ¿Ya se han levantado los niños?-
- Aún no, pero ya no deben tardar.-
El señor Smith culmina con una sonrisa aquella breve conversación que será la última de la mañana, y probablemente la única del día a menos que vuelvan a verse a la hora de la cena.
Jessica Smith es una mujer de unos 43 años, 4 meses y 12 días, de altura normal y un poco rolliza. Trabaja de ama de casa y cada jueves por la noche se junta con otras mujeres del vecindario a jugar bridge y compartir chismes sobre los habitantes del vecindario. Por supuesto que hablan pestes de aquellas señoras que no gustan de compartir con ellas tan importante actividad. A la señora Smith le gusta cocinar platillos de todas partes del mundo por eso cada día de la semana está dedicado a un país diferente, por ejemplo el miércoles es el día de la “comida oriental”, el sábado el de la “comida italiana” y el martes el de la “comida sudaca”. Jessica es también famosa en el vecindario por sus tortas fritas, las cuales son siempre un éxito en la venta anual de la parroquia.
Segundos después los hijos del señor Smith bajan al comedor. Sárah, la mayor, tiene 17 años y es la luz de los ojos de su padre, alumna ejemplar y la niñera más requerida del vecindario. Lamentablemente no es tan hábil para elegir novio como para adular a los profesores que más le conviene. Por suerte su papi se encargó de que el joven Henry, un ayudante de mecánico cuya única aspiración en la vida era la de estudiar arte y convertirse en pintor, fuera reclutado prematuramente por el ejército y enviado a cumplir su servicio en una base en la Antártida donde desapareció misteriosamente durante una tormenta. El señor Smith tuvo que dejar que su amigo el General Watson lo batiera al golf tres veces seguidas para obtener ese favor, pero bien había valido la pena, ahora su dulce hija solo sale con aquellos hombres cuyos nombres estén en la lista que le entregó su papi.
El hijo varón, John, tiene 16, es capitán del equipo de softball y tendría serias chances de convertirse en profesional si la providencia del señor Smith no hubiese ya señalado que se convertirá en un político digno de su país. Por supuesto que cuando John decidió que su futuro era como bailarín profesional el señor Smith no tuvo más remedio que plantar 3Kg de marihuana en su habitación obteniendo así una excusa para enviarlo a la escuela militar durante un año. Cuando regresó ya no hablaba de música y baile, solo de defender los intereses de su país a cualquier precio. El señor Smith tuvo que contenerse para no llorar de la emoción al verlo vestido en su uniforme.
Ambos hijos al llegar al comedor saludan efusivamente a su padre, él responde con afecto, “aún son unos niños” piensa “pero crecen tan rápido”. Luego de esta breve escena familiar se despide de sus hijos y sube a bañarse. Siente que este será un gran día, como todos los demás. Una vez que ha terminado de bañarse y vestirse toma su portafolio y baja a despedirse de su mujer, sin decirle nada, solo le da un gran beso en la mejilla. Mientras cruza la puerta no ve como su esposa se pasa disimuladamente una servilleta por esa misma mejilla.
Al salir de su casa ve a su vecino, el señor Wellington, quien está regando tranquilamente su césped. El señor Smith finge no verlo, como cada vez que se lo cruza. Durante años sostuvieron una amigable rivalidad de vecinos que culminó cuando el señor Smith le envió anónimamente a la señora Wellington una serie de fotografías que mostraban a su esposo en situaciones muy comprometedoras. La broma no resultó exactamente como la había planeado ya que la mujer apareció muerta con un frasco de veneno para ratas en su mano pocos días después de recibir las fotos. Desde entonces el señor Wellington guarda alguna clase de rencor hacia el señor Smith que ni siquiera las tortas fritas de Jessica han sabido disipar. Sube a su camioneta 4X4, ganada en el último sorteo de la parroquia después de realizar una generosa donación a la cuenta bancaria del padre Frederik, y se marcha a su trabajo.
El edificio donde trabaja el señor Smith se erige en el centro de un grupo de edificios más bajos, pertenecientes a compañías menos importantes. Sobre la enorme entrada se puede ver el letrero que dice “Lavarropas Hertinger, líderes en el cuidado de su ropa”. El señor Smith mira ese letrero con orgullo, tanto el genial slogan como la idea de cambiar el nombre de “Manolo” a “Hertinger”, fueron obras suyas. Porque eso es lo que hace el señor Smith para su empresa, tener ideas. Su poderoso automóvil ingresa en el estacionamiento y se dirige directamente al espacio donde brilla la frase “reservado para el vicepresidente de márquetin”. “Muy pronto ese vice desaparecerá” piensa confiado recordando que su superior padece un serio caso de cáncer de pulmón. Baja del vehículo y observa su perfecta figura refejada en e espejo retrovisor, está preparado para enfrentar el día. Si su casa es su reino, su trabajo es su campo de batalla, “y yo jamás pierdo” se dice a sí mismo para darse confianza.
Una vez que el ascensor lo ha llevado hasta uno de los pisos superiores, el señor Smith comienza a recorrer las diferentes habitaciones para hacer notar su presencia a sus subordinados, ellos deben saber que é está allí para no sentir miedo, sin su presencia estarían tan perdidos como un latino en la feria de la tecnología. Entre estos empleados sonrientes y corteses hay muchos de sus ex compañeros a quienes tuvo que aplastar y manipular para lograr alcanzar su puesto, él no les guardaba ningún rencor por haber intentado impedir su ascenso hasta la cima, y suponía que como buenos perdedores ellos lo reconocían como ser superior y merecedor del puesto. Se encuentra tan hundido en estos pensamientos que no ve al señor Pellinger santificarse al pasar él frente a su escritorio, al mismo tiempo que la señorita Fellaon saca de su bolso una figura de madera similar a la él y la apuñala varias veces con un cortaplumas.
El día transcurre sin ninguna complicación. A la hora del almuerzo varios empleados le ofrecen alguna delicia que sus mujeres, o ellos mismos, han preparado especialmente para él. El señor Smith promete comprtirlos después con su fmilia y guarda todo en una bolsa que horas más tarde le entregará a algún vago estando más que seguro que la mitad de esos pastelillos contienen laxantes y distintos tipos de viagra. Son las típicas bromas de oficina.
Pocos minutos antes de abandonar la oficina para regresar a su hogar el señor Smith llama a su oficina a Arthur Grimer, un simpático anciano que ha trabajado para la empresa casi desde el día de su fundación.
- Buenas tardes Arthur- dice el señor Smith sonriendo.
- Buenas tardes hijo, ¿cómo están su esposa y sus hijos?- replica el anciano.
- Fenomenal Arthur, fenomenalmente bien.
- Me alegro.
- Arthur…- dice el señor Smith simulando una mueca de tristeza - ¿sabes por qué te he llamado aquí?
- Supongo que no fue para charlar sobre golf.
- Así es Arthur, no se trata de golf. En realidad esta tarea correspondería al presidente de recursos humanos pero como se trataba de ti prefiero hacerlo personalmente. La verdad es que eres un excelente empleado, el mejor de todos, es más, creo que esta empresa ya te queda pequeña y…
- Hijo, déjate de estupideces. He trabajado en esto durante mucho tiempo y sé perfectamente que lo que ustedes quieren es saber si planeo retirarme. Pues planeo hacerlo exactamente a fin de año, y cobrar así un retiro por 30 años de fiel servicio. Si eso era lo que querías saber sabrás disculparme, esta noche vienen mis nietos a cenar…
- En realidad Arthur, es un poco más complicado que eso.- dice abruptamente el señor Smith, avergonzándose por no haber terminado antes con el discurso del anciano – Verás, justamente por ser tu un empleado ejemplar no puedo comprender por qué a esta altura de tu vida has caído en la tentación de robar artículos invaluables de las oficinas de esta empresa…-
- ¿De qué demonios hablas?- interviene el viejo.
- Hablo de las 20 engrampadoras, los 10 mouses y la computadora portátil de la empresa que encontramos en tu portafolio. Lamentablemente esto nos pone en una situación muy penosa Arthur, nos vemos en la necesidad de despedirte sin que recibas la pensión que tan bien te has ganado.
- Maldito bastardo- grita Arthur Grimer –te voy a…
Es mejor no describir en detalle lo que sucede a continuación, digamos simplemente que la situación de Arthur se complicó aún más y que el señor Smith se acercó un escalón más a su anhelado ascenso.
Debido a las complicaciones del final de su jornada laboral, el señor Smith llega tarde a su casa y encuentra a su familia entera ya acostada y descansando pacíficamente. Camina hasta la cocina y calienta en el microondas la suculenta comida que su esposa la ha dejado preparada sobre un plato. Después de deleitarse con tan delicioso platillo el señor Smith se prepara ara la tarea más desagradable, aunque sin duda la más importante, de todo su día. Pone sobre una bandeja restos diversos de comida y baja hasta el espacioso sótano que se encuentra iluminado por una tenue luz proveniente de una pequeña lámpara de techo. El señor Smith deja la bandeja en el piso, sobre los restos de la comida que su esposa llevó allí más temprano.
Alumbrado por la luz se puede ver en una esquina de la habitación un cuerpo tirado sobre un colchón y con ambas piernas y manos atadas tras la espalda. El colchón está plagado de manchas de sangre y restos de comida cuto olor se entremezcla con el de la de la suciedad del lugar. Al percibir la llegada de alguien el cuerpo intenta incorporarse pero se encuentra demasiado débil y cae nuevamente sobre el colchón. Luego de unos segundos de pausa el cuerpo se arrastra hasta donde se encuentra la bandeja y hunde su cara en la comida, haciéndola desaparecer en pocos minutos. Después del breve festín el señor Smith toma las manos del sujeto y las cuelga de un gancho de carnicería que cae del techo. A continuación coloca un pañuelo en su boca y toma un látigo para caballos que adorna la habitación y comienza a golpear la espalda del pobre con fuerza al tiempo que le dice: -Tal vez lo pensarás dos veces la próxima vez que quieras salir con mi hija sin mi permiso joven Henry.-
El joven se retuerce del dolor ante cada nuevo golpe mientras que nueva sangre brota de sus viejas heridas. Finalmente el señor Smith se detiene, se seca el sudor de la frente, tira al joven nuevamente sobre su colchón y guarda el látigo. Luego recoge la bandeja y sale de la habitación procurando apagar la luz y cerrar la puerta con varias llaves al salir.
Cansado por todos los esfuerzos del día sube hasta su habitación y se mete en la cama inmediatamente después de desvestirse. Se duerme enseguida pensando en todo el bien que ha hecho por el mundo en un solo día.
Otro feliz día en la vida del señor Smith.
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Hace 1 año.
5 comentarios:
aca estoy.. si si primera no mas a las 5.55 am jaja es q no tds los dias se puede ser primera en este blog tan concurrido.
este cuento esta muy bueno, d vdd.. si alguien ta viendo el comentario y no leyo el texto.. haganlo q vale la pena.
asi q tincho.. segui escribiendo q sos muy bueno!!
besitos
q buena historia!!!me oía a mi misma dcir: "nooooo" "huuu" "q hdp!!"..fue buenisimo
t felicto!!me alegro q hallas escrito otra historia ya se extrañaba leer algo tuyo!!
en realidad todas tus historias son muy buenas ^-^!!
en fin..
un besoooo grandee!!
segui escribiendo,eh ;) :P
cuidate!!!
Misty
holaa! muy buenaa la historiaaa tinch! mee gustoo..
Segui escribiendoo =)
besoooo!
pinuch..tincho..como prefieras jaj
muy buen cuento..y los demas tmb..un final medio raro, pero me parecio gracioso jaja
acordate de nombrarme cuando recibas un premio
nos vemos
buee caa dejando de nuevo mi firma con unos dias de atrassoo
ta buena tu larga historiaa me copo chee!!
continue con su escritura eh!
abrasosssssssssss
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