viernes, mayo 26, 2006

Excusas

Imaginando variadas formas de explicar por qué carajo me comprometí conmigo mismo a subir un post por semana al menos y ahora no pongo ni siquiera uno por mes se me ocurrieron tantas idioteces que pensé que serían dignas de un post. ¿Ven? Mis problemas se auto-resuelven, después dicen que el Karma no existe. Es así que creé esta hermosa lista (sí, me encantan las listas, es más, cuando sea grande me voy a casar con una y vamos a tener pequeños párrafos para alimentar hasta que me venga la crisis de los 40 y me escape con una novela, pelotudos) de excusas, habladurías y razones varias por las que no le presto suficiente atención a mi querido blog. Luego procederé a desmentir cada una de estas historias, no porque sea un George Washington cualquiera que no versea ni para encamarse a una mina (bue, en lo de patéticos si tenemos algo en común), sino porque sé que les resulta gracioso más el verme hablar mal de mí mismo que el simplemente enumerar una incoherencia tras otra.

No escribo en mi blog porque me falta tiempo: una mentira que cualquiera que me haya conocido por más de 15 minutos sabe que es casi una blasfemia. No es secreto que soy un maldito vago que se rasca todo el día y abusa de su buena suerte para zafar de pruebas, exámenes y lecciones en el colegio. El día que aquella buena suerte se acabe (es decir, el primer día que pise el suelo de cualquier instituto universitario) voy a terminar lavando inodoros de baños químicos en villa Fiorito antes de lo que puede decirse “Tomoyosita”.

No escribo en mi blog porque no me dejan usar la PC tanto tiempo: Creo que ya estoy empezando a desarrollar raíces de tanto tiempo que paso con mi trasero adherido a la silla que se encuentra frente a mi ordenador.

No escribo en mi blog porque sino me pierdo la novela de las 4:37: la única vez que vi algo remotamente parecido a una novela de la tarde estaba solo, era la 1 de la mañana, estaba puesto en I-sat y había mucha gente desnuda. Ya se pueden hacer una idea.

No escribo en mi blog porque tengo miedo que critiquen lo que escribo: Ya me acostumbré a vivir en el fracaso, si no me creen miren la lista de novias que tuve durante los últimos 4 años y dense cuenta de quien les está hablando. Si me afectase la opinión ajena sobre lo que escribo no hubiese creado este blog en primer lugar, no voy a ser uno de esos tipos que ante la primer opinión negativa se encierran en el closet a escuchar alguna canción de Evanescence (sé que seré insultado por este comentario) que los ayude a superar su depresión sin meterse 3476 pastillas por la boca.

No escribo en mi blog porque Marte entró en Sagitario: es sabido que Marte para entrar en Sagitario tiene que agarrar por Cáncer y seguir hasta Libertador, ahí dobla a la derecha hasta que se encuentra un cartel que reza: "Jorgito es hincha del Pincha”. Desde allí ve una licorería de aspecto respetable y se dirige en sentido opuesto hacia la luz del horizonte donde debería tomarse el 60 (¿y cuál sino?) para llegar a Sagitario, pero no puede porque hay paro de colectiveros en reclamo de una mejora de presupuesto para los adornos de techo de sus vehículos. Así que resumiendo: Marte no puede entrar en Sagitario por los próximos 5 años al menos.

No escribo en mi blog porque mis creencias no me lo permiten: no existe ninguna cláusula en la “Guía del pseudo intelectualoide que se la tira de groso” que prohíba la creación y publicación de incoherencias en un blog, es más, la estimula. Sí tiene un par de tratados contra las masacres de ortografía en los fotologs y las viejas que dicen “timbero”, pero muy pocos les dan importancia.

No escribo en mi blog porque aún no he descubierto la razón de mi existencia: un viejo sabio me confesó hace tiempo que la razón de mi existencia era convertirme en el capitán de la selección de softball de Japón. Después me di cuenta de que el viejo era en realidad una maceta, pero esa idea quedó marcada en mi subconsciente para siempre, en 3 meses saco la residencia y me mudo a Kyoto para empezar a entrenar.

No escribo en mi blog porque se me bajan virus de Internet cuando subo los posts: mi computadora contiene todo tipo de virus habido y por haber, además creo que están empezando a reproducirse y hasta se armaron una ciudad con edificios, micros, villas, chorros, policía violenta y barrios cerrados como en la vida real. El que yo le tenga miedo a los virus sería como que un fanático de Miranda que le tiene miedo al rímel.

No escribo en mi blog porque el gobierno me censura: El saber que escribo cosas lo suficientemente importantes como para ser censurado haría maravillas en mi autoestima. Lamentablemente el único cambio que me pidieron que hiciese hasta ahora fue que sacara la foto que tengo sobre la derecha de la página porque supuestamente le estoy robando la imagen al tipo de Everwood.

No escribo en mi blog porque nadie lo lee: viendo el enorme número de comentarios que recibió el último post se podría decir que esto es verdad, pero la realidad es que hay mucha gente que se me acerca todos los días (o todos los meses cuando sale algo por lo menos) para decirme que entró y le gustó (si no le gustó en general no me lo dice pero me doy cuenta igual por su reacción). Así que bueno, agradezco a los que leen y me dan su apoyo porque me ayudan a mejorar y a esforzarme más, a pesar de todas las excusas que pongo para seguir en la vagancia, sin ustedes este blog probablemente habría dejado de existir hace tiempo, si la muerte hubiese sido por sobredosis o ataque de ardillas rabiosas lo dejo a su criterio. ´Chas gracias.

martes, mayo 16, 2006

Despertar

Hace casi dos meses que no aparece nada por acá y decir que ando escaso de tiempo sería como decir que Uruguay este año pega la vuelta olímpica en Alemania. La verdad es que lo que escasea es la inspiración así que si no les gusta este último trabajo o no le encuentran un sentido me importa un huevo batido con vanilla porque, como dijo algún viejo sabio, "es lo que hay". Saludos.


Acostado en la cama comienza a despertar, el sueño placentero que vive se va desvaneciendo lentamente. Las imágenes se ofuscan y pierden su color a medida que la consciencia regresa a su ser. El rostro de aquella mujer desaparece con una sonrisa calma y una palabra en sus labios que no alcanza a oír. Ve figuras corriendo, niños jugando tal vez, y siente que esa felicidad se le escapa de entre el cuerpo. Pasan ante él miles de caras y sentimientos que recuerda haber sentido en ese corto tiempo, todo es parte de él, y todo lo abandona ahora pues el despertar llega, implacable y terrible.
Siente que sus ojos se abren por sí mismos ante una luz cegadora y hermosa que lo invita a alejarse del mundo en que aún está sumergido. Pero él no quiere despertar, se rehúsa a dejar inconcluso un sueño tan placentero, pues la historia no tiene aún final y más que nada desea vivir en ese mundo hasta el último instante. Su despertar es similar a una tormenta, la ve acercarse y nada puede hacer para detenerla, por más que huya y se esconda siempre llegarán las nubes, la lluvia y la muerte sobre él.
Justamente es la muerte lo que él teme, la muerte de ese sueño al que jamás volverá tras el despertar. Teme que ese mundo pase al olvido, que todo lo que significa, todo lo que es, desaparezca apenas abra sus ojos. Por eso lucha desesperadamente contra lo inevitable, se niega a aceptar su inminente destino y se revuelve una y otra vez con el único deseo de llevarse una parte de ese lugar, un simple recuerdo, una palabra, un nombre.
De pronto su mano alcanza el sueño, y roba ese nombre de ese mundo, esa sola palabra que vale todo el sueño entero, el nombre que le quita el miedo y le infunde el valor para enfrentar el despertar. Ese nombre que fue todo en el sueño, el centro mismo de su existencia, con ese nombre en su memoria puede por fin dejarse llevar del otro lado, y dejar morir el sueño que tanto amó. O más bien es el quien muere en el despertar, pues el sueño continúa sin él presente, notando apenas su ausencia. El sueño es el mismo, solo falta un nombre. Camina ahora sin miedo hacia la luz, el despertar llega finalmente pero el ya no lo teme, sonríe y se repita una y otra vez el nombre por el que tanto ha luchado. Nada más necesita.

El doctor abre lentamente la puerta y deja salir a la mujer que con dulces ojos llenos de lágrimas saluda por última vez el cuerpo su marido. El doctor dice que no se rindió en ningún momento, que luchó hasta al final para seguir con vida y que solo al final cuando la vida se escapaba de su cuerpo pronunció una palabra sola, tan clara como la luz que lo iluminaba, un nombre, el nombre de ella, seguido de un último suspiro. De todo cuanto existe en este mundo se ha llevado consigo lo más preciado.