Sentado con las manos apoyadas sobre su vientre, intentaba aparentar una calma reflexiva que habría sido más creíble en la figura de un babuíno no esterilizado. Sin embargo, segundos después de haber penetrado nosotros en la habitación ya había perdido toda noción de nuestra presencia y embarcose en la tarea de formar un pequeño ejército de bolas de papel con las que luego acribilló certeramente todos los desafortunados ornamentos de la habitación, incluido Tony, al que parecía haber confundido con la media estatua de Buda que se encontraba a sus espaldas. Aprovechando una temporal ausencia de proyectiles, intenté interrogarlo sobre Meredith, pero pronto debí aceptar que toda aquella travesía había sido un intento desesperado e inútil. La mente del Panino se encontraba en una dimensión en la que nada importaban ya las drogas, los territorios, ni aún esa persecución en la que había invertido tanto tiempo y recursos.
Entonces comprendí que no había forma de que aquel hombre cuya cordura parecía haberle alquilado su piso a una familia de enfermedades mentales pudiese estar al frente de aquella organización que tan efectivamente lograba eludir todo intento por encontrar su localización. El Panino, al menos temporalmente, se había visto obligado a pasar la antorcha.
Antes de que pudiese tan siquiera abrir la boca para preguntar quien era aquella mente suprema que había logrado idear un plan que solo otra de idéntica grandeza como la de vuestro humilde servidor sería capaz de defenestrar, la respuesta llegó por sí misma, en la forma de Jeff “el Elegante” McBride.
- Buenas tardes inspector.- dijo su voz de niño a nuestras espaldas, al tiempo que el martilleo de un revólver sonaba lo suficientemente alto como para hacernos desistir de cualquier intento de resistencia que pudiésemos oponer. Medida por demás inútil ya que la sola presencia de aquel hombre había bastado para helar mi sangre, aunque lamentablemente no logró el mismo efecto sobre el sistema urinario de Tony.
No se cuanto tiempo pasó aquel hombre observándonos antes de que lográramos percatarnos de su presencia. Lo cierto es que compartir la habitación con el Elegante por más de 5 minutos era algo que estaba muy lejos de alcanzar el grato placer que produce una pesadilla. El problema con aquel hombre, a diferencia de los miles otros que también habían sentido el calor de mi sangre sobre sus manos, era que se trataba de un artista de la tortura, capaz de doblegar a militares, guerrilleros, criadores de abejas y lesbianas feministas en tan solo un par de horas.
Pero lo peor de aquel ser era que disfrutaba de su trabajo, y nunca faltaba quien afirmase que aquel abrigo color piel del que nunca se desprendía estaba hecho con recuerdos que arrancaba de sus queridas víctimas. Aunque de haber sido cierto también el número de víctimas que se le atribuía habría tenido suficientes recuerdos como para tres colecciones de abrigos, un yate y una isla en la costa del Perú.
- Jeff, tanto tiempo sin verte, pensé que estabas en el África masacrando misioneros, ¿cómo viniste a parar a este lugar?- dije intentando no imaginar que pedazo de mi cuerpo arrancaría esta vez si se encontraba en ánimos de jugar. Afortunadamente esta vez para el peor de los casos contaba con un depósito de carne, lo suficientemente grande como para saciar su sed de sangre, a escasos metros de mí que en aquel momento intentaba disimular el hecho de que estaba creando una nueva formación lagunosa en esa misma oficina.
- Estaba, estaba, pero tuve que volver al recibir un llamado de los colaboradores del Panino pidiendo mi asistencia- dijo manteniendo su sonrisa sarcástica, observándome entre divertido y expectante, como si el encontrarme ahí significase para él una especie de absurdo chiste del destino en favor de su propia diversión. Su explicación, sin embargo, no lograba convencerme. Por más que entre el Elegante y el Panino siempre había habido buenas relaciones el primero no tenía experiencia alguna en el negocio de la droga, y el primero no tenía razones para cederle su posición a un novato, por más respetable que fuera su sádica reputación.
Adivinando mi pensamiento, Jeff se apiadó de mi ignorancia y me reveló un hecho hasta entonces poco conocido en el mundo del crimen.
- Después de todo.- dijo como continuando la frase anterior – mi tío Gordicelli siempre me ha tenido en muy alta consideración.-
Intenté no pensar que clase de abominable ser humano podía ser el que pusiera en relación indirecta a aquellos dos excelentes ejemplos de lo que no debe ser humano, pero la figura de Silvia Suller en su pleno esplendor invadió igualmente mi pobre y virgen cerebro. A pesar de mi sorpresa la explicación era convincente: el Panino jamás confiaría en nadie que no fuera de su propia familia, y el Elegante tenía la suficiente astucia como para mantenerlo con vida a pesar de su lamentable estado.
Otra desagradable sonrisa me arrancó de mis cavilaciones sobre Jeff, el panino, Silvia Suller y los pandas gigantes.
- ¿Y bien Robredo, que puedo hacer por usted hoy? ¿O vino solo para recordar lo que hicimos en el frigorífico hace un par de años?
El solo recuerdo de aquella fatídica noche en la que mis testículos adquirieron más formas que una bola de plastilina, condenándome posiblemente a una dolorosa aunque nada despreciable esterilidad, rindió mis últimas esperanzas de oponerme al profundo terror que el Elegante provocaba en mí. Sabía perfectamente que si no creía mi historia sodomizaría mi cuerpo con placer sin darme tiempo siquiera de comprender que estaba sintiendo dolor. En menos de 5 minutos ya había relatado los hechos con lujo de detalles morbosos e innecesarios halagos hacia su virilidad.
Durante un breve instante temí que no fuera a creerme. A pesar de que sostenía aún su terrible sonrisa, su semblante había cambiado ligeramente y parecía estar meditando. Si alguno de ustedes es aún lo suficientemente inocente como para creer que esto era una buena señal créanme que lo último que uno quiere es darle a un torturador sanguinario es un algo en que pensar mientras tiene un arma en la mano. Finalmente bajó el arma. Su sonrisa había vuelto a ser tan asquerosa como antes pero parecía no tener intenciones malévolas. Seguramente había visto la gran oportunidad que encerraba el prestar un servicio a uno de los hombres más poderosos de la ciudad, oportunidad que momentáneamente parecía ser lo bastante importante como para aplacar su sed de sangre.
- Muy bien detective, digamos que le creo.- dijo midiendo sus palabras para que sonaran lo suficientemente generosas - ¿Cómo me beneficia a mí el darle información?
- Bueno, para empezar tendrías mi gratitud...- Otro chiste genial desperdiciado en un tipo sin sentido del humor. – Pero bueno, supongamos que el señor Bonanzini se enterara de que un cierto grupo distribuidor de drogas pervirtió a su querido intento de hija... yo creo que no podría dejar que esos malhechores siguieran tranquilamente en actividad y arruinando las vidas de otros jóvenes, ¿no te parece?
Una bala pasó silbando a milímetros de mi cabeza, llevándose como recuerdo un considerable pedazo de oreja. Mientras yo me contenía de la tentación de retorcerme de dolor observé como la mano temblorosa de Jeff se iba calmando lentamente. El hecho de que se tratase de alguien tan conocido había resultado levemente beneficioso por una vez, casi como encontrarse con el director de tu escuela en un bar nudista. A pesar del pavor que el Elegante inspiraba en mí yo sabía perfectamente que una falta de respeto lo desestabilizaría, y un pedazo de oreja menos bien valía la pena si lograba desestabilizar a mi oponente. Segundos después del disparo una decena de hombres entraban apuntando a la habitación pero su jefe les indicó que se retiraran. El Panino mientras tanto seguía sin inmutarse, ocupado como estaba en dar un discurso a los retratos de la pared de su derecha.
- No creo que esté en posición de faltarme el respeto con ese tipo de amenazas Robredo.- rugió el Elegante apretando los dientes.
- No quise faltarte el respeto Jeff, solo te aclaraba como está la situación, y el hecho de que mi cabeza siga sin huecos de bala demuestra que entendiste mi punto después de todo.
- Tu cabeza sigue sin huecos porque disparé sin mirar.- admitió recuperando su semblante tranquilo, aunque aún apretaba los dientes.
- Entonces tendré que agradecer a mi buena suerte.- dije riendo mientras intentaba no perder el conocimiento. – Igualmente comprenderás que si decidís ayudarnos el señor Bonanzini también sabría encontrar la forma de recompensarte. Él sabe que un caballero como vos no sería capaz de lastimar a una inocente joven...
Su sonrisa enigmática volvió a adornar su rostro, noté también una extraña mueca en su expresión. Como si reprimiera una burla que rogaba por escapar de su boca. De cualquier forma la mueca si disipó apenas volvió a hablar.
- Si lo hubiese planteado de esa forma desde un principio aún tendría su oreja entera. Ahora bien, acepto ayudarlo pero recuerde que me debe un favor y que se lo cobraré cuando mejor me venga.
- Tony estará muy feliz de pagártelo.- contesté aprovechando que mi compañero estaba tendido sin sentido desde el momento del disparo. – Ahora decime lo que sepas.
- La chica anda en las drogas desde hace poco, usó nuestros distribuidores hasta que nos dimos cuenta de quien era y obviamente dejamos de suministrarle el producto. Sin embargo de alguna forma sigue obteniéndolo. Si el hombre que vieron con ella no es su dealer actual creo que su mejor opción es probar con la Mosca. Se trata de una mujer que trabaja de forma independiente con jóvenes de la alta sociedad. Vende un producto de alta calidad a precios elevados y solo trabaja con clientes que nosotros y los dueños de los demás territorios rechazamos. La chica es una presa perfecta.
- ¿Y pensás que esta mujer estará dispuesta a darnos más información?
- Seguramente, si pueden pagarla por supuesto. Le convendría llevar a Cásper, aparentemente anda en muy buenos términos con ella.
La sola idea del cuerpo fantasmal de Cásper penetrando a una mujer me provocó arcadas, sin embargo la situación parecía ir tomando color, aunque la pista seguía tan frágil como antes.
- Supongo que tendré que volver al bar de Gino entonces. Muchas gracias por la colaboración Jeff, sabía que podías ser un hombre gentil cuando no hay una sierra en tus manos.
- Puedo ser un hombre razonable. Ahora, le recomiendo que se apresure a salir por la ventana, mi mano está rogándome desde hace más de una hora que le permita apretar el gatillo y ya no siento ningún deseo de resistirme.
Apenas tuve tiempo de tomar a Tony por la cintura y saltar rompiendo las tablas que tapiaban la ventana antes de que 5 disparos se perdieran sobre mi cabeza buscando provocar nuevos orificios en mi maltratado cuerpo. Mientras caía pude darle una última mirada al Panino, quien ahora se encontraba callado contemplando el techo de la habitación, casi parecía estar pensando. Tan atrapado quedé por esa imagen que no me di cuenta que estaba cayendo desde un segundo piso. Afortunadamente un vagabundo logró amortizar nuestra caída, aunque sacar su cabeza de entre las nalgas de Tony luego costó más esfuerzo del que uno pudiera suponer.
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Hace 1 año.
3 comentarios:
Debe estar buenisimo tincho, un abrazo
nononononono
buenisimo XD
m rei muchoo xD
jajajajaja
aunke me lei dos de un tiron
porke no me habia daod cuenta del otro
bueno nada
espero e otro en 21758 segundos ¬¬
tinchooo,seguiste cn la novelaa
me leí los dos caps!! stan buenisimos! =)
el personaje principal está muy bien armado(admas d los otros pero bueno es dificil acordarse cmo era el personaje y q t salga igual cn la diferencia d tiempo cn la cual escribis los caps =P)
me gustó el sentido dl humor,es genial xD.
T digo la posta,es un libro q compraría =) .
Me gusta leerlo xq siempre me kedo cn intriga d qué pasaraa ,admas stá re bien descripto y me imaginoo absolutament tdo xD jaja
Los chistes siempre son entendibles no es q t venis cn algo q poca gente conoce y se quedan tipo "eh?" jajaj
segui asi q kiero mas capitu loss!!!
Escribis espectacular!
un besotee!!
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