lunes, noviembre 12, 2007

Capítulo 8: "El Elegante"

Sentado con las manos apoyadas sobre su vientre, intentaba aparentar una calma reflexiva que habría sido más creíble en la figura de un babuíno no esterilizado. Sin embargo, segundos después de haber penetrado nosotros en la habitación ya había perdido toda noción de nuestra presencia y embarcose en la tarea de formar un pequeño ejército de bolas de papel con las que luego acribilló certeramente todos los desafortunados ornamentos de la habitación, incluido Tony, al que parecía haber confundido con la media estatua de Buda que se encontraba a sus espaldas. Aprovechando una temporal ausencia de proyectiles, intenté interrogarlo sobre Meredith, pero pronto debí aceptar que toda aquella travesía había sido un intento desesperado e inútil. La mente del Panino se encontraba en una dimensión en la que nada importaban ya las drogas, los territorios, ni aún esa persecución en la que había invertido tanto tiempo y recursos.
Entonces comprendí que no había forma de que aquel hombre cuya cordura parecía haberle alquilado su piso a una familia de enfermedades mentales pudiese estar al frente de aquella organización que tan efectivamente lograba eludir todo intento por encontrar su localización. El Panino, al menos temporalmente, se había visto obligado a pasar la antorcha.
Antes de que pudiese tan siquiera abrir la boca para preguntar quien era aquella mente suprema que había logrado idear un plan que solo otra de idéntica grandeza como la de vuestro humilde servidor sería capaz de defenestrar, la respuesta llegó por sí misma, en la forma de Jeff “el Elegante” McBride.
- Buenas tardes inspector.- dijo su voz de niño a nuestras espaldas, al tiempo que el martilleo de un revólver sonaba lo suficientemente alto como para hacernos desistir de cualquier intento de resistencia que pudiésemos oponer. Medida por demás inútil ya que la sola presencia de aquel hombre había bastado para helar mi sangre, aunque lamentablemente no logró el mismo efecto sobre el sistema urinario de Tony.
No se cuanto tiempo pasó aquel hombre observándonos antes de que lográramos percatarnos de su presencia. Lo cierto es que compartir la habitación con el Elegante por más de 5 minutos era algo que estaba muy lejos de alcanzar el grato placer que produce una pesadilla. El problema con aquel hombre, a diferencia de los miles otros que también habían sentido el calor de mi sangre sobre sus manos, era que se trataba de un artista de la tortura, capaz de doblegar a militares, guerrilleros, criadores de abejas y lesbianas feministas en tan solo un par de horas.
Pero lo peor de aquel ser era que disfrutaba de su trabajo, y nunca faltaba quien afirmase que aquel abrigo color piel del que nunca se desprendía estaba hecho con recuerdos que arrancaba de sus queridas víctimas. Aunque de haber sido cierto también el número de víctimas que se le atribuía habría tenido suficientes recuerdos como para tres colecciones de abrigos, un yate y una isla en la costa del Perú.
- Jeff, tanto tiempo sin verte, pensé que estabas en el África masacrando misioneros, ¿cómo viniste a parar a este lugar?- dije intentando no imaginar que pedazo de mi cuerpo arrancaría esta vez si se encontraba en ánimos de jugar. Afortunadamente esta vez para el peor de los casos contaba con un depósito de carne, lo suficientemente grande como para saciar su sed de sangre, a escasos metros de mí que en aquel momento intentaba disimular el hecho de que estaba creando una nueva formación lagunosa en esa misma oficina.
- Estaba, estaba, pero tuve que volver al recibir un llamado de los colaboradores del Panino pidiendo mi asistencia- dijo manteniendo su sonrisa sarcástica, observándome entre divertido y expectante, como si el encontrarme ahí significase para él una especie de absurdo chiste del destino en favor de su propia diversión. Su explicación, sin embargo, no lograba convencerme. Por más que entre el Elegante y el Panino siempre había habido buenas relaciones el primero no tenía experiencia alguna en el negocio de la droga, y el primero no tenía razones para cederle su posición a un novato, por más respetable que fuera su sádica reputación.
Adivinando mi pensamiento, Jeff se apiadó de mi ignorancia y me reveló un hecho hasta entonces poco conocido en el mundo del crimen.
- Después de todo.- dijo como continuando la frase anterior – mi tío Gordicelli siempre me ha tenido en muy alta consideración.-
Intenté no pensar que clase de abominable ser humano podía ser el que pusiera en relación indirecta a aquellos dos excelentes ejemplos de lo que no debe ser humano, pero la figura de Silvia Suller en su pleno esplendor invadió igualmente mi pobre y virgen cerebro. A pesar de mi sorpresa la explicación era convincente: el Panino jamás confiaría en nadie que no fuera de su propia familia, y el Elegante tenía la suficiente astucia como para mantenerlo con vida a pesar de su lamentable estado.
Otra desagradable sonrisa me arrancó de mis cavilaciones sobre Jeff, el panino, Silvia Suller y los pandas gigantes.
- ¿Y bien Robredo, que puedo hacer por usted hoy? ¿O vino solo para recordar lo que hicimos en el frigorífico hace un par de años?
El solo recuerdo de aquella fatídica noche en la que mis testículos adquirieron más formas que una bola de plastilina, condenándome posiblemente a una dolorosa aunque nada despreciable esterilidad, rindió mis últimas esperanzas de oponerme al profundo terror que el Elegante provocaba en mí. Sabía perfectamente que si no creía mi historia sodomizaría mi cuerpo con placer sin darme tiempo siquiera de comprender que estaba sintiendo dolor. En menos de 5 minutos ya había relatado los hechos con lujo de detalles morbosos e innecesarios halagos hacia su virilidad.
Durante un breve instante temí que no fuera a creerme. A pesar de que sostenía aún su terrible sonrisa, su semblante había cambiado ligeramente y parecía estar meditando. Si alguno de ustedes es aún lo suficientemente inocente como para creer que esto era una buena señal créanme que lo último que uno quiere es darle a un torturador sanguinario es un algo en que pensar mientras tiene un arma en la mano. Finalmente bajó el arma. Su sonrisa había vuelto a ser tan asquerosa como antes pero parecía no tener intenciones malévolas. Seguramente había visto la gran oportunidad que encerraba el prestar un servicio a uno de los hombres más poderosos de la ciudad, oportunidad que momentáneamente parecía ser lo bastante importante como para aplacar su sed de sangre.
- Muy bien detective, digamos que le creo.- dijo midiendo sus palabras para que sonaran lo suficientemente generosas - ¿Cómo me beneficia a mí el darle información?
- Bueno, para empezar tendrías mi gratitud...- Otro chiste genial desperdiciado en un tipo sin sentido del humor. – Pero bueno, supongamos que el señor Bonanzini se enterara de que un cierto grupo distribuidor de drogas pervirtió a su querido intento de hija... yo creo que no podría dejar que esos malhechores siguieran tranquilamente en actividad y arruinando las vidas de otros jóvenes, ¿no te parece?
Una bala pasó silbando a milímetros de mi cabeza, llevándose como recuerdo un considerable pedazo de oreja. Mientras yo me contenía de la tentación de retorcerme de dolor observé como la mano temblorosa de Jeff se iba calmando lentamente. El hecho de que se tratase de alguien tan conocido había resultado levemente beneficioso por una vez, casi como encontrarse con el director de tu escuela en un bar nudista. A pesar del pavor que el Elegante inspiraba en mí yo sabía perfectamente que una falta de respeto lo desestabilizaría, y un pedazo de oreja menos bien valía la pena si lograba desestabilizar a mi oponente. Segundos después del disparo una decena de hombres entraban apuntando a la habitación pero su jefe les indicó que se retiraran. El Panino mientras tanto seguía sin inmutarse, ocupado como estaba en dar un discurso a los retratos de la pared de su derecha.
- No creo que esté en posición de faltarme el respeto con ese tipo de amenazas Robredo.- rugió el Elegante apretando los dientes.
- No quise faltarte el respeto Jeff, solo te aclaraba como está la situación, y el hecho de que mi cabeza siga sin huecos de bala demuestra que entendiste mi punto después de todo.
- Tu cabeza sigue sin huecos porque disparé sin mirar.- admitió recuperando su semblante tranquilo, aunque aún apretaba los dientes.
- Entonces tendré que agradecer a mi buena suerte.- dije riendo mientras intentaba no perder el conocimiento. – Igualmente comprenderás que si decidís ayudarnos el señor Bonanzini también sabría encontrar la forma de recompensarte. Él sabe que un caballero como vos no sería capaz de lastimar a una inocente joven...
Su sonrisa enigmática volvió a adornar su rostro, noté también una extraña mueca en su expresión. Como si reprimiera una burla que rogaba por escapar de su boca. De cualquier forma la mueca si disipó apenas volvió a hablar.
- Si lo hubiese planteado de esa forma desde un principio aún tendría su oreja entera. Ahora bien, acepto ayudarlo pero recuerde que me debe un favor y que se lo cobraré cuando mejor me venga.
- Tony estará muy feliz de pagártelo.- contesté aprovechando que mi compañero estaba tendido sin sentido desde el momento del disparo. – Ahora decime lo que sepas.
- La chica anda en las drogas desde hace poco, usó nuestros distribuidores hasta que nos dimos cuenta de quien era y obviamente dejamos de suministrarle el producto. Sin embargo de alguna forma sigue obteniéndolo. Si el hombre que vieron con ella no es su dealer actual creo que su mejor opción es probar con la Mosca. Se trata de una mujer que trabaja de forma independiente con jóvenes de la alta sociedad. Vende un producto de alta calidad a precios elevados y solo trabaja con clientes que nosotros y los dueños de los demás territorios rechazamos. La chica es una presa perfecta.
- ¿Y pensás que esta mujer estará dispuesta a darnos más información?
- Seguramente, si pueden pagarla por supuesto. Le convendría llevar a Cásper, aparentemente anda en muy buenos términos con ella.
La sola idea del cuerpo fantasmal de Cásper penetrando a una mujer me provocó arcadas, sin embargo la situación parecía ir tomando color, aunque la pista seguía tan frágil como antes.
- Supongo que tendré que volver al bar de Gino entonces. Muchas gracias por la colaboración Jeff, sabía que podías ser un hombre gentil cuando no hay una sierra en tus manos.
- Puedo ser un hombre razonable. Ahora, le recomiendo que se apresure a salir por la ventana, mi mano está rogándome desde hace más de una hora que le permita apretar el gatillo y ya no siento ningún deseo de resistirme.
Apenas tuve tiempo de tomar a Tony por la cintura y saltar rompiendo las tablas que tapiaban la ventana antes de que 5 disparos se perdieran sobre mi cabeza buscando provocar nuevos orificios en mi maltratado cuerpo. Mientras caía pude darle una última mirada al Panino, quien ahora se encontraba callado contemplando el techo de la habitación, casi parecía estar pensando. Tan atrapado quedé por esa imagen que no me di cuenta que estaba cayendo desde un segundo piso. Afortunadamente un vagabundo logró amortizar nuestra caída, aunque sacar su cabeza de entre las nalgas de Tony luego costó más esfuerzo del que uno pudiera suponer.

Capítulo 7: Máxima intimidad

Tras haber rematado el capítulo anterior con un chiste pésimo y sin sentido, decidí, junto a mi fiel ejército de alucinaciones, que para poder dilucidar de una vez mi primer caso (que aparentemente iba también a convertirse en el más largo y trabajoso de mi brillante carrera) debía atenerme al único hecho sobre el que no parecían tener dudas ni los topos ciegos del zoológico del centro: la relación de Morgany con las drogas. Afortunadamente mis largos y corruptos años en la policía me habían puesto en contacto con más de un vendedor de polvo mágico de nieve, por lo que no tardé en dar con la dirección temporal del famoso Gordicelli, el enanísimo capo distribuidor de toda la pasta y harina del sur de la ciudad. El “Panino”, como todos lo llamaban tanto por su afición a los sandwiches de mortadela y limón como por su obsesión con los álbumes de figuritas de los personajes de Disney (se dice que una vez asesinó a sangre fría a un niño de 8 años por un “bambi en cuatro” en perfectas condiciones, resultando después que ya tenía unas 15... la mortadela puede tener terribles efectos en la memoria... en fin), el Panino y yo jamás nos habíamos llevado bien. Fuera que yo le pasara información sobre sus clientes a sus rivales o porque él me enviara al hospital por un mes sin siquiera enviarme un ramo de flores, jamás habíamos podido confraternizar, sin embargo su memoria funcionaba cada vez peor por lo que verlo nuevamente después de tanto tiempo sería como un primer encuentro.
La nueva casa de Gordicelli parecía erigirse invisible sobre un terreno baldío. Me tomó minutos deducir que la casa que hasta poco antes había albergado al pequeño capo mafioso ya no existía. Sin pistas y con un hambre de la san bondiola, dejé que el gordo Tony me invitara a comer una vez más. A todo esto el recipiente de estupidez y grasa que se hacía llamar mi empleador estaba de lo más contento con el supuesto misterio que ahora, vaya uno a saber como, rodeaba al asunto y no dejaba de fantasear sobre doncellas raptadas y mafiosos malvados, mientras un chorro de mayonesa resbalaba por sus cachetes abultados por años de crímenes contra la salud. Por como hablaba y comía, parecía que en cualquier momento iba a tener un orgasmo oral. Por suerte pude escapar al baño antes de verlo suceder. A mi regreso me horroricé con la visión de un par de personas sentadas cerca nuestro vomitando incontrolablemente. Otros simplemente habían optado por el suicidio antes que correr el riesgo de ver algo así suceder nuevamente. Tony parecía estar absolutamente orgulloso de sí mismo por lo que no solo pagó sin protestar sino que además me regaló un muñequito de Darth Vader en bikini que vendían en el almacén frente al restaurante.
Estando necesitado de información sobre el paradero del Panino, caminé con Tony hasta el estacionamiento de escoria social de Cásper. A pesar de la tierna broma que se había jugado a costa de mis órganos días antes, ya no sentía ningún deseo de agarrar su cabeza y meterla abajo de un martillo neumático, atraer a todas las ratas de la ciudad sobre su cuerpo mientras que el payaso triste de los sims le invade la despensa, y echar sus restos a los indigentes famélicos del parque Medaunpesojefe... no, absolutamente ninguno.
Viéndome ya recompuesto y acompañado por un chanchito alcancía viviente, puso su mejor cara de hombre honesto y bueno, comparable a la de Chuky Dennerty en “un hombre honesto y bueno 2, la venganza del subíndice violador”, película muy interesante que logré ver en la tele de un vecino gracias a un par de binoculares que le robé a un ciego. Igualmente él no los iba a necesitar.
- ¡Inspector!- dijo Cásper jovialmente mientras tanteaba abajo del mostrador en busca de su escopeta, en caso de que mis intenciones fuesen poco diplomáticas. -¿Le sirvió la información que le di?- agregó con la inocencia de un niño... un niño homicida neonazi miembro del Ku-Klux-Klan.
- No tengas miedo, por más que seas un traidor hijo de un contingente de containers cargados de mierda no te voy a hacer nada, es más, te traje un nuevo negocio.- respondí utilizando mi actitud de falso duro que tan poco me ayudaba en estas situaciones.
Los ojos de Cásper brillaron ante la posibilidad de exprimir todo dólar que mi acompañante estuviese cargando consigo. De inmediato desistió de su intención de transformar mi encéfalo en queso gruyère y escuchó nuestro pedido.
Después de que hube relatado nuestras peripecias matutinas, agregando detalles insignificantes como la marca de goma de mascar que masticaba un perro cimarrón mientras se volteaba un poste de luz y exagerando de modo obsceno la forma en que yo había rescatado a esas calientes modelos rusas de las garras de un asaltante, le comentamos nuestro desacierto al dar con el paradero del enano Panino.
- Lo que más me sorprende es que tus contactos te hayan dado direcciones tan acertadas, ese lugar fue la casa del Panino durante solamente una semana y estuvo ahí hasta hace dos días. Aparentemente se metió con alguien de categoría muy superior y tiene que volar constantemente de un lugar a otro para evitar ser capturado.- afirmó dándose aires de gran entendido.
- Y por supuesto el gran y omnisciente dueño del bar de Gino puede decirnos donde se está quedando actualmente.- repliqué yo con sarcasmo suficiente para asesinar una ballena de Groenlandia.
- En realidad tengo una dirección, pero es muy posible que ya haya pasado a otro lugar. Con la estrategia que el enano mantiene se asegura de sembrar la duda sobre toda información que hable de su paradero. Solo sus colaboradores más cercanos son informados de los futuros traslados. Pero parece que hoy es tu día de suerte viejo amigo, porque puede que haya otra solución a sus problemas.
- Dispara.- durante una fracción de segundo temí que su pésimo sentido del humor lo llevara al asesinato, pero por suerte la escopeta no se movió de su lugar.
- En la mesa detrás de ustedes, y ya casi medio ebrio, está uno de esos fieles asistentes.- su dedo lechoso señaló a nuestras espaldas a un hombre grueso de estatura media al que pude reconocer como Cris “Tina” Burrow, el cobrador de Panino. Recordé penosamente las numerosas veces en que sus manos habían tenido más de mi sangre sobre ellas que la que había en todo mi cuerpo. Aún en ese estado el escuchar su sobrenombre no dejaba de arrancarme fugaces sonrisas entre golpe y golpe.
- Te veo después, acá o en el infierno.- dije a Cásper a modo de despedida, bien sabiendo que si moría e iba al infierno no habría forma de que lo encontrara entre tanta gente.
Con mi fiel Tony cuidando mis espaldas me senté en la mesa junto a Tina y puse en su mano una copa de cerveza, recientemente servida y mezclada con orina de mi cosecha personal.
- ¡Tina! Tanto tiempo sin verte. ¿Como te ha ido?- anuncié mientras me sentaba en el asiento opuesto al suyo. Su respuesta fue una mirada asesina que puedo helar mi sangre, si no hubiese estado tan caliente por el vodka que acababa de ingerir, la hazaña que me proponía realizar necesitaba de toda mi astucia y de la mitad de mi consciencia.
- ¿Cómo? ¿Desaparezco un par de años y ya se olvidan todos de quién soy? Vamos, mi cara fue la que te dejó esa cicatriz en el nudillo cuando me dejaste medio desangrado en este mismo bar... buenos tiempos...
La expresión de Tina cambió levemente como si intentara concentrar sus pocas neuronas disponibles en recordar mi rostro. Finalmente esbozó una leve sonrisa y asintió, justo antes de desplomarse nuevamente sobre la mesa tras depositar grandes cantidades de vómito en su bebida. Minutos después ya se había incorporado nuevamente y bebía de su cerveza a grandes sorbos, ante el gesto de profundo desagrado de Tony, Cásper y todos los presentes que habían observado mi obra.
La atmósfera se iba tornando cada vez más amigable. Tina y yo recordábamos viejos tiempos, viejos compañeros, gente que había muerto de causas poco probablemente naturales, hacía ya mucho tiempo. Mientras tanto Tony seguía pagando un trago tras otro para nuestro amigo, al cual cada vez se le aflojaba más la lengua y cada vez tenía menos posibilidades de regresar vivo a su casa. Así nos fuimos enterando de que el Panino de hecho se había metido en un problema mucho más grande de lo que estaba acostumbrado a manejar, algo que sin duda se relacionaba con algunos de los peces más gordos de la ciudad. Sin embargo, nadie sabía que clase de amenaza había recibido, ni quién la había formulado, para atemorizarlo al punto de querer borrar sus huellas a toda costa.
Ya iba oscureciendo. Las calles se convertían rápidamente en depósitos de los seres más bajos y repugnantes de la sociedad como prostitutas, drogadictos y las ancianas que contratan para hacer los avisos en teve-compras testeando un producto que ni siquiera pueden pronunciar. Justamente fue uno de estos parásitos el que se nos acercó a mí y a Tony, mientras cargábamos al semiconsciente gangster hasta su hogar provisional, para que le explicáramos el funcionamiento del tertergoister, una herramienta para el hogar con el poder de sacar a cualquier mayor de 90 años de su senilidad. Deshacerse de ella fue fácil en cuanto le demostramos con pruebas irrefutables que en sus manos solo había un pájaro muerto a medio digerir.
El plan, aunque nos había costado varias decenas de cervezas más de lo supuesto, había funcionado perfectamente. Una vez más me enorgullecí de mi habilidad por robar grandes ideas de películas que solo yo, y un par de adolescentes granulientos de Taiwan a los que jamás conoceré, hemos visto. Sin embargo en la susodicha película jamás mostraban al héroe teniendo que soportar la serenata del poroto que nos dedicó Tina. Si no hubiese tenido las manos ocupadas en cargarlo y en rascarme el boliche, no habría dudado en rellenar mi cuerpo con el contenido de su pistola... y la mierda que mal sonó esa frase.
Finalmente llegamos ante las puertas de lo que aparentaba ser un burdel de pésima categoría, pero una vez dentro descubrimos que se trataba de un prostíbulo de cuarta. Al tener a Tina como nuestro mugriento y ebrio pasaporte no tuvimos problemas para dejar atrás la aduana de la puerta, consistente en un ex luchador mexicano (aparentemente el ser nicaragüense le daba más confianza al pelear) y el enano de circo más grande del mundo. Como nuestro vomitado amigo gangster comenzaba a ser una carga inútil, además de maloliente, decidimos abandonarlo cerca de lo que alguna vez quiso ser un retrete, pero no aprobó el curso de manejo y tuvo que conformarse con ser un hueco en el piso. Por suerte antes de hundir su cabeza entre las heces de algún flatulento ser humano, alcanzó a indicarnos donde se encontraba la oficina del Panino.
En realidad una habitación con solamente un escritorio y una cama en la que aún había una pareja practicando el fino arte del masoquismo, merecía aún menos el título de oficina que la mía, sin embargo allí estaba el pequeño gran Panino, fumando opio y discutiendo con un invisible ejército de bufandas grises. Es realmente lamentable ver a un hombre al que se le ha tenido respeto caer en ese tipo de decadencia. En la mitad de su arenga a los inexistentes pedazos de lana, se le quebró la voz y se declaró vencido, tras lo cual un breve momento de lucidez le indicó que había un par de extraños en la habitación que lo observaban con una indisimulada mezcla de pavor y morbo. De forma sorprendentemente ágil para un hombre de su Ecuador, trepó a la destartalada silla que se acomodaba detrás del escritorio y clavó su mirada en nosotros.

El Regreso

No seré cantante pero igual es un regreso. Por fin, por primera vez desde junio, pude volver a entrar a la cuenta del blog (pausa para aplausos... gracias). Digamos que es el resultado de una lucha fezor y desigual con el sistema, que desde que Google se hizo con la compañía Blogger quiso obligarme a unirme a sus filas y olvidar mis raíces. Pero bueno, acá me tienen, después de una larga ausencia vuelvo a escribir en el blog, y ya les tengo una sorpresa para el próximo posteo. Sin más que agregar les agradezco a todos los que visitaron la página en este tiempo. Ojalá pueda mantenerme constante en la escritura y espero que disfruten el resultado de mi escritura. Muchas gracias.