sábado, agosto 27, 2005

El Círculo Rojo

Este cuento lo había pensado para mandarlo a un concurso, pero al final me decidí por otro porque esto parece un plagio de la película “La Aldea”.


La brisa movía suavemente los pastos a mi pasar. Los últimos días habían sido tan calurosos que, apenas sentí el fresco viento, decidí salir a caminar por los extensos pastizales que rodeaban el pueblo. No había querido alejarme mucho, jamás lo hacía, sin embargo debí perder la noción del tiempo porque, para mi sorpresa, había alcanzado el final de los pastizales y ante mí se extendían millas y millas de praderas. Fue allí donde lo vi por primera vez. Una línea de lo que parecía ser arena roja se extendía a lo largo del límite del pastizal, a unos pocos metros de este. Es verdad, eran pocas las veces que pasaba por esos lugares tan alejados, pero sin duda habría notado inmediatamente algo tan extraño.
Comencé a caminar junto a la línea, procurando no surcarla, sin saber por qué. No tardé mucho en descubrir que la línea era en realidad un círculo que parecía extenderse todo alrededor del pueblo, bordeando siempre el límite del pastizal. Decidí regresar al pueblo y contárselo a los demás, seguro que alguno de ellos había notado alguna vez ese círculo rojo que nos encerraba en el pastizal.
Fue muy grande mi sorpresa cuando al intentar aclarar mis dudas sobre el círculo ninguno de mis conciudadanos supo darme ninguna explicación satisfactoria sobre él. Nadie lo había visto jamás y todos quedaron muy asombrados por mi relato, algunos hasta se asustaron. Comencé a sospechar que podría haber sido un producto de mí imaginación, una alucinación provocada por la larga caminata sin descanso.
Al día siguiente llevé a todos a ver mi descubrimiento, ya estaba completamente seguro de que me lo había imaginada todo. Sin embargo allí estaba, tan exacto y perfecto como el día anterior, parecía que ni un solo grano de esa extraña arena roja se había movido de su lugar. Todos mis compañeros estaban muy sorprendidos, jamás habían visto ni imaginado nada semejante. Durante las dos horas que permanecimos allí parados contemplando el círculo, nadie se atrevió a salir de él, era como si un temor muy profundo nos impidiera superar esa frágil barrera. Volvimos al pueblo comentando lo que habíamos visto y no tardamos en informarles de las novedades a todos aquellos que no habían venido con nosotros.
La asamblea del pueblo no tardó en reunirse para discutir el problema, la mayoría no le dieron a la cuestión la menor importancia, dijeron que un simple círculo de tierra no significaba nada Pero otros estaban muy preocupados, decían que había que prohibir a todos los pobladores cruzar el círculo, que había que llamar a químicos y geólogos para analizar el círculo y asegurarse de que no era peligroso. Sin embargo en ese entonces nadie prestó oídos a sus quejas.
Todo cobró mayor importancia cuando una terrible plaga comenzó a azotar al pueblo. Como los médicos no lograban encontrar ni cura ni explicación, inmediatamente se creyó que aquellos afectados por la plaga habían intentado cruzar el círculo rojo, que aquella arena roja se trataba de magia negra, de una maldición. Ya no eran pocos los que creían esto, la gran mayoría del pueblo ahora ni siquiera se atrevía a salir al pastizal, por miedo a cruzar el círculo sin darse cuenta.
Yo por mi parte no sabía que pensar. Al principio creí como todos que el círculo era una tontería, pero después de la llegada de la plaga yo también me vi invadido por el temor. No había forma de saber lo que sucedería si lo cruzaba. Sin embargo muy pronto me di cuenta de que si alguno de nosotros no viajaba a la ciudad en busca de ayuda todo el pueblo moriría por la plaga. Pero si atravesar el círculo traía la plaga, eso equivalía a un suicidio.
Una noche decidí presentar la cuestión al consejo, me propuse para salir del círculo en busca de ayuda. Todos reaccionaron muy mal ante mi propuesta, decían: “no puedes cruzar el círculo, no sabemos que podría pasar.” Cuando intenté explicarles que ya nada peor podría pasar me golpearon y luego me encerraron en la alcaldía. Por suerte una de las ventanas quedó abierta y así logré huir.
Cuando por fin alcancé el límite del pastizal no pude encontrar el valor para cruzar la línea. Pasé horas allí sentado sin poder moverme hasta que finalmente me quedé dormido. Al día siguiente estaba muy débil, sin comida ni bebida, sin poder pensar correctamente. Lentamente me puse de pie y comencé a caminar. Ni siquiera lo sentí cuando crucé la línea, todos mis pensamientos se concentraban en seguir avanzando. Poco después me desplomé sin sentido.
Desperté por fin en una cama de lo que parecía ser un cuarto de hospital. Lo había logrado, había llegado a la ciudad. Me levanté con dificultad, intentando no caer al suelo. Una luz brillante me impedía levantar la vista, pero a pesar de ello me di cuanta de inmediato de que no estaba solo en la habitación. Un par de manos fuertes me elevaron y me regresaron a la pequeña cama de la que acababa de salir al tiempo que una voz serena me decía que durmiera, que ya podría levantarme cuando hubiese descansado un poco más. Yo intenté explicarlo todo en pocas palabras, me costaba expresarme, seguramente por efecto de algún medicamento. Finalmente logré gritar “Hay que liberarlos, hay que sacarlos del círculo!”. La voz serena me contestó: “¿Se refiere al círculo rojo? Está loco, nadie puede entrar allí, no sabemos lo que nos podría pasar”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ta bueno la verda q no vi la pelicuala asiq nose si sera pareciso pero me gusto