Muchos dijeron que era imposible, otro dijeron que ya me había rendido, la mayoría me llamó pajero de mierda (no sin razón)... pero hoy estoy aquí para demostrarles a todos que los que no creyeron en mí que estaban equivocdos, y se los voy a refregar en la cara por el resto de sus vidas. En definitiva, hoy, tras 6 meses y medio de trabajos intensivos, llega el nuevo capítulo de la novela!! ........ bueno, no era una noticia taaaan importante pero al menos una aclamación podían hacer no? manga de desconsiderados. En fin, quiero agradecer a Fer, Pau, Nacho y todas esas personas que me hincharon las pelotas para que siguiera con esta historia y no la abandonara como hago con todo lo demás. Los dejo con el relato, que lo disfruten.
Me despertó dos días después un terrible timbrazo a las 7 de la madrugada. Yo estaba tirado encima del escritorio cubierto con el diario que en mi última incursión al mundo real había robado a algún vagabundo, y una vez más no tenía la más mínima intención de levantarme. Pero la insistencia del visitante, y el fuerte olor a orina que desprendía el periódico, terminaron por convencerme.
Arrastré mi dolorido y enfermo cuerpo hasta la puerta y dejé que el peso de mi mano girase el pestillo de la puerta. Segundos después ingresaba a la habitación nada menos que un muy alegre gordo Tony, arruinando con su pestilencia a felicidad el hermoso ambiente de desolación y muerte reinante. La gente feliz siempre destruye los buenos momentos. Notando mi deplorable estado Tony se aventuró a preguntar:
- ¿Se encuentra bien?
- Por supuesto- respondí – La hemorragia interna es uno de mis pasatiempos favoritos-
Los desafío a encontrar una respuesta más ingeniosa.
Tony parecía preocupado, pero mi sonrisa medio desdentada alcanzó para infundirle nuevos ánimos.
- Bueno, ¿entonces está pronto para comenzar el seguimiento de hoy? – exclamó exuberante. Si hubiese podido mover mi cabeza lo hubiese mordido.
- Creo que sería mejor la próxima semana, como verá me encuentro un poco indispuesto.- Como una señal divina, en ese preciso instante comencé a escupir sangre.
La cara de decepción de Tony logró animarme por breves instantes, pero inmediatamente recuperó su desagradable optimismo.
- Vamos inspector, si usted parece estar más en forma que nunca. Vamos, lo invito a un trago, eso lo reanimará.
Son muchas las cosas que extraña un hombre que ha caído en la miseria: la luz eléctrica, el pan caliente sobre la mesa, las prostitutas libres de sífilis, caminar por la calle con el culo limpio. Pero la que sin duda más apremia tanto al ex obrero como al ex explotador de obreros es la posibilidad de ingerir alcohol, aquella bebida mágica que logra hacerle olvidar a instantes el asqueroso olor a estiércol del que está hecha su vida.
No hace falta decir que la posibilidad de una borrachera en plena mañana a cuenta de un gordito boludo que no sabía en que se estaba metiendo bastaron para renovar mis fuerzas lo suficiente para que me incorporara, unas gotas del néctar de la resaca harían el resto del trabajo curativo.
En menos de lo que canta un colibrí estábamos ambos sentados en la barra de un bar cercano al lugar donde se suponía que iniciaríamos el seguimiento. Tony parecía no aguantar tan bien la bebida como su grasosa figura sugería, por lo que apenas después del 5º trago ya había bailado sobre la mesa, atacado a vagabundo que lo confundió con su primo segundo, besado una monja y vomitado sobre los zapatos de un coreano que pasaba por ahí.
Cuando pareció haberse calmado un poco aproveché para inquirir sobre aquellas cosas que un hombre jamás cuenta a menos que piense que se lo esté contando a un topo parlanchín gigante, afortunadamente aquel era el caso. Así supe que era nativo de Georgeville, un pueblo jamás ha sido y jamás será importante para esta historia por lo que no vale la pena ni nombrarlo, como ya está nombrado pásenlo por alto. Sus padres al parecer fueron buenas personas, esperaron hasta que supiese cocinar solo antes de mandarlo a vivir con su bisabuela parapléjica para que cuidara de ella, lo cual hizo durante 3 años hasta que murió, aunque realmente había muerto 5 años antes sin que nadie notara la diferencia. A los 18 años la familia Bonanzini, la cual recientemente había cerrado su fábrica de trampas para osos en el lugar condenándolo a la ruina, le ofreció pagar sus estudios como acto de caridad, para luego emplearlo como trabajador explotado, con plan dental, seguro médico y un garche gratis con la dama de la compañía, ingenioso doble sentido que no debe ser pasado por alto. Fue con esta mujer, a la cual llamaban Gervasio, que Tony perdió finalmente su virginidad, junto con su salud y su autoestima, incursionando en el mundo del sexo, experiencia corta pero sin duda útil ya que el deseo de alejarse por siempre de ese monstruo gonorreico lo impulsó a subir peldaños en la compañía hasta que por fin el señor Pedo consideró que tenía las aptitudes necesarias, es decir ser el único abogado recibido legalmente en toda la empresa, para convertirse en su asistente legal.
Según él, el señor Pedo Bonanzini era un gran hombre, rodeado de pésimas compañías y malos consejeros; muchos de sus negocios sonaban turbios pero él luchaba valientemente por transformarlos en actividades legales. Muchas veces debía ensuciarse las manos, pero solo con quienes lo merecían realmente. De él Tony había aprendido que no todo en la vida es blanco o negro, también hay orientales y latinos, y ni hablar de los esquimales. Así que las veces que algo parecía turbio en sus negocios Tony lo veía como parte inevitable del mundo empresarial. Íntimamente era un hombre bueno y cariñoso que apenas si golpeaba a su mujer una vez por semana, engañándola solo porque ella no podía satisfacer su gran virilidad. Además era un excelente jugador de “chancho va”, metralletista olímpico y fumador empedernido. Jamás he escuchado mejores palabras para describir a un mafioso.
Fue esta serie de grandes desaventuras y pequeñas catástrofes lo que lo llevó hasta los zapatos vomitados del chino en ese bar, y a todo el mundo de posibilidades que se abriría ante él a partir de entonces. Todo gracias al que les habla… escribe… a menos que estén escuchando la versión en casette, si es así quiere decir que el libro tuvo relativo éxito y que yo estoy nadando en dinero, o lo estaría si no estuviese muerto… ja, ahora los dejé con la intriga.
Cuando hube bebido suficiente como para no recordar cuanto había bebido, procedí a despertar a Tony, quien ahora se abrazaba tercamente a un gato que había muerto de asfixia tras forcejear valientemente por recuperar su libertad.
- Tony, ya es hora de movernos o vamos a perder a la pendeja.- dije al tiempo que lo pateaba gentilmente en los testículos.
- msffdfjghf.- fue su respuesta y – Ay ay ay, que dolor.- cuando hube retirado mi pie de su entrepierna.
Una vez recompuesto Tony y comido algo a sus expensas salimos a la soleada calle para iniciar nuestra pequeña persecución. Era a esa hora que la joven Melany salía de su costoso colegio para dirigirse a su supuesta clase de baile finlandés, pero el hecho de que no supiese hacer ni un Schrumut inverso había hecho entrar en sospecha a su padre, además de otros hechos secundarios como sus cambios de humor, sus horarios irregulares, la cocaína encontrada en su cuarto o el hecho de que ella hubiese publicado en su página web un poema pseudo-dark titulado “Me drogo en vez de ir a clase de baile Finlandés”, el cual recibió un premio por el uso más creativo de la palabra “putrefacción”.
Dada la descripción otorgada por mi compañero de investigación, y a partir de entonces también de borracheras, esperaba ver a una hermosa muchacha vestida de negro cuyo hermoso cuerpo estuviese siendo lentamente carcomido por el gusano de la adicción. Sin embargo grande fue mi sorpresa cuando Tony me señaló a un monstruo horripilante que parecía haber sido engendrado por hienas mutantes del pacífico sur. “Ah, se refería a esa etapa de Picasso…” fue todo lo que mi cerebro pudo pensar, dado el estado de semi ebriedad reinante. Realmente era la personificación del Güernica, el único cuadro de que conozco de ese autor, aunque nunca lo vi, tal vez no se parezca, no sabría decirles. Se preguntarán como no había visto su rostro antes en alguna de las fotos que sin duda estaban en los dos archivos que tenía sobre ella en mi oficina, o tal vez no lo hagan… me quedo con el no y seguimos sin problemas.
La muchacha estaba sola y parecía esperar a alguien. Su presencia se fue quedando sola en la puerta del edificio a medida que los otros jóvenes que aparentemente llevaban vidas más llenas de emociones iban abandonando el lugar. El gordo y yo continuamos espiándola desde la calle opuesta, tomando yo breves intervalos para expulsar el alcohol y sangre aún presentes en la orina en la pared de un restaurante Esloveno. Había llegado a escribir los primeros tres versos del estribillo de “Love me do” cuando Tony llamó mi atención. Un muchacho de entre 20 y 40 años se había acercado a la joven y ahora platicaba amistosamente con ella al tiempo que intentaba manosearla un poco, reflejo natural de todo hombre que se considere tal. Tony por supuesto estaba horrorizado. Afortunadamente logré impedir que interviniera apuntándole con mi arma descargada, no por piedad sino por falta de presupuesto para balas.
Tras minutos de cortejo la feliz pareja se alejó velozmente, al tiempo que nosotros nos poníamos tras su pista a unos escasos metros de distancia. Al trotar por media ciudad con el rechoncho Tony a mi lado me sentí como una de esas figuras novelescas a quienes jamás les falta un compañero subido de peso que los haga quedar estéticamente bien. ¿Qué sería de Don Quijote sin su Sancho? ¿De Holmes sin Watson? ¿De Tinelli sin Larry? ¿Del pollito sin la vaca? Es un hecho, los compañeros gordos son la última moda, y yo había conseguido uno de la mayor calidad prácticamente gratis.
El dúo delante de nosotros seguía caminando casi sin hablar y echando funestas miradas suspiciosas a diestra y diestra de nuevo. Grande fue mi sorpresa cuando pasaron por alto un sinnúmero de albergues transitorios y terrenos baldíos que habrían sido lugares más que apropiados para saciar las ansias carnales que sin lugar a dudas en mi sórdida mente eran el motivo de aquel encuentro. Es más, no se detenían en ningún lado, simplemente avanzaban continuamente dando vueltas y giros y apenas intercambiando palabra un par de veces por cuadra. Mi atenta, aunque alterada, mirada tampoco había logrado ver ningún tipo de intercambio de paquetes ni dinero. Era una situación desesperante, 2 horas caminando sin cometer un mísero crimen, debía ser un récord en la ciudad. Finalmente se detuvieron frente al mismo lugar del que habían partido sin que yo lograra obtener un solo dato claro para mi investigación. Justo cuando creí que el día hubiese sido mejor aprovechado si me hubiese dedicado a plagiar autógrafos de Jennifer López las palabras de despedida alcanzaron mis oídos.
- La semana que viene a la misma hora.- dijo él en un artificial tono de misterio.
- Bueno… pero… ¿estás seguro que va a estar todo bien? ¿No corro peligro?- preguntó esa abominación de la naturaleza que se hacía llamar mujer. Estaba temblando como un mamut epiléptico durante la noche de las luces.
- Vos tranquila nena- la elección de palabras denotaba que se trataba de un tipo duro – mientras mantengas cerrada la boquita y hagas tu trabajo nadie se va a dar cuenta.
- Está bien… confío en vos- quiso agregar algo más pero el hombre ya se alejaba con paso apresurado.
Solo cuando él hubo desaparecido tras la esquina ella retomó la compostura y, asegurándose de que nadie la viera, aunque estando en la mitad de la calle la podía ver hasta el espía sueco escondido en el sótano del bar de Gino, dio tres fuertes inhaladas a un polvo blanco que guardaba en un sobrecito en su bolso.
- Que decepción, tantas horas de trabajo solo para verla pasear con un extraño que no abusó de ella, probablemente se arrepintió tras verla de cerca, y descubrir que su única adicción es la harina Blancaflor.- Exclamó Tony en un intento por figurar de nuevo en los diálogos.
- Sinceramente no creo que el autor podría haberte hecho más imbécil, pero es comprensible, así yo no quedo tan mal.- dije pacientemente. Tras un breve seminario sobre la cocaína y sus usos proseguimos con nuestro análisis.
- Es una lástima enterarse así de esto, el señor Bonanzini se va a decepcionar mucho cuando sepa que sus sospechas eran correctas.- suspiró. – Supongo que con esto concluyen sus servicios. El caso se cierra ¿no?
Hoy en día creo que habría hecho mejor quedándome callado y aceptando los hechos, el dinero y el sándwich gratis, pero en el momento algo en mí que podría denominarse tanto instinto de detective como estupidez crónica me llevó a decir: - Me parece que aún hay algo que no cierra en todo esto.- y por una vez afortunadamente no se trataba del cierre del pantalón de Tony.
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